sospecha? Por otra parte, ?no es extrano que un hecho tan banal como una noche de insomnio sea tan inequivocamente recordada por ambos al cabo de diez anos? Aunque lo mas asombroso es la naturalidad con que ella lo ha extraido del pasado y el lo ha confirmado. Sin embargo, esta unanimidad no los hace, por fuerza, identicos en intenciones: el frasco ha sido destapado por ella, bien por pura simpleza o para dirigir las sospechas sobre su marido (sus razones no hacen al caso) y si es asi, ?por que ha tardado tanto? En cuanto a el, seria un triste juguete de las circunstancias.
– Tuviste ocasion de matar al gemelo -le lanzo.
– Asi parece. -Se encoge de hombros.
– ?Salio este dato en la investigacion?
– No me lo preguntaron.
– ?Que cono de investigacion fue aquella, que no se metio debidamente con el principal sospechoso?
– Tiene cojones que esos gemelos aun me sigan haciendo la puneta despues del muerto y del susto.
– Al que ha quedado vivo han intentado liquidarlo en dos ocasiones mas. ?Lo sabias?
– ?Te lo ha contado el? No le creas. A ninguno de los dos no se les podia ni creer que la luna sale de noche.
– Tu no les habrias atado a tu argolla, les habrias matado de otra manera, porque no eres tonto. Y otro que tampoco es tonto los ato alli para echarte la mierda encima… ?Nunca te pregunto la mujer que hiciste aquella noche?
– No.
– Mal asunto. No presumo de adivino, pero sospecho que si no te pregunto es porque temio que le contestaras que…
– … yo les puse en aquel cepo.
– Ojala te lo hubiera preguntado.
– No era la primera vez que yo salia de noche a tomar el fresco y ver si me entraba el sueno, y nunca me pregunto adonde iba y que habia hecho: de noche no se pueden hacer muchas cosas.
– Precisamente, ella sabia que aquella noche si se podia hacer alguna cosa. Y, como lo sabia, le dio miedo preguntartelo. Por eso no lo hizo.
Felix Apraiz queda en silencio casi un minuto, supongo que dandole vueltas a todo ello. Luego espera que conteste con un firme no a su temblorosa pregunta:
– ?Entonces… ella… me cree… un carnicero?
– No te preocupes. Solo duda y prefiere no saberlo. Por eso no te hace la pregunta.
Se pone en pie de golpe y parece mas alto que al principio.
– Mira, Sancho Bordaberri, Samuel Esparta o como demonio te llames: ese guirigay con el que me quieres revolver esta bien para tu novela, pero yo me llamo Felix Apraiz y mi mujer se llama Elixane Garro y somos de Getxo y no llevamos diez anos mirandonos de reojo. Yo te dire, listo de los cojones, por que Elixane no me lo ha preguntado: porque es una vasca muy respetuosa con el marido que se culpa de haber inventado la maldita argolla bien cementada en la pena sin la que no habria muerto nadie. ?Y Elixane Garro Bengoa no me ha recordado en diez anos aquella noche!
8
Si, en el cristal de esta puerta falta algo. ?Lo he comentado ya con ella? Es la propia Koldobike la que abre desde dentro para que salga una anciana que se despide con un
– Se lleva uno de texto,
– Hola, muneca.
Lo pronuncio con la naturalidad con que se extrae una espina de ballena de la garganta.
– Hola, jefe.
Es maravillosa. No hay complicidad en la mirada que no ha buscado mis ojos. La libreria casi ha vuelto a su ser, de nuevo los libros en sus estanterias y los de texto apilados a un lado en la entrada. Koldobike ha hecho un buen trabajo desde ayer, mas meritorio por la dificultad anadida de esa falda corse que la obliga a moverse como una oruga liberandose de su capullo. Pudo limitarse a devolver los libros a las estanterias simplemente con prisa, pero los veo tan ordenados por temas o autores como estaban antes de la visita… Eh, aqui hay un fallo, en la Seccion, un hueco; mis dedos se hunden en el.
– No hace ni diez minutos que acabo de sacar dos ejemplares. A poco te chocas en la puerta con el cliente - oigo a mi espalda a Koldobike-. Una de Hammett y otra de Cain.
Siento algo en mi estomago.
– No se habia vendido ninguno de la Seccion en ocho meses -comento-, y ahora, a poco de estrenarme como investigador… ?Quien era?
– ?No esta el?, me pregunto. Se acababa de enterar de que el librero de Algorta anda haciendo preguntas raras por ahi. Eso me dijo: preguntas raras. Y me dijo que trabaja en un plano de Getxo, un plano como nunca se ha hecho, un plano de pasos, todas nuestras distancias medidas en pasos. Y que ahora le ha tocado a la playa, que la recorre arriba y abajo apuntando el numero de pasos que da.
– ?Pasos? ?Para que?
– Es un tipo elegante, de unos cincuenta anos, un Larrea de Neguri, segun me dijo, que siempre habia comprado los libros en Bilbao, libros de geografia, topografia, agrimensura, orografia, principalmente, y siempre del Pais Vasco. Me conto que asi como uno de su familia escribe sobre ermitas, estelas funerarias y cosas asi, el se dedica a medir nuestro suelo en pasos. Me dijo que los pasos son el gran vehiculo en que siempre se ha trasladado la humanidad, el pueblo. El mismo cuenta sus pasos de un pueblo a otro, de un monte a otro, de un manantial a otro, de un caserio a otro… Ahora anda con la playa, midiendo los pasos que hay de Kobo a la Pena del Palo y alrededores. Y como supo que el crimen te ha llevado a la playa, que diste pasos en ella…
– ?Y no ha encerrado su familia a este loco?
– Es un nuevo cliente que ya no comprara en Bilbao, sino en Beltza.
– ?Y que tienen que ver Hammett y Cain en todo esto?
– No se, la playa, el crimen, tu investigacion, tus propios pasos yendo de un lado a otro… Quiza te pida que los cuentes, o quiera aprender de ti como se aclara un misterio. ?Y si sabe mas de lo que suponemos?… Se llama Luis Federico y usa gafas. Me dejo su tarjeta.
Me siento a la mesita del despacho que crea el biombo y que vuelve a estar ordenada. Me descubro la cabeza. Mis manos acarician papeles y carpetas sin ningun proposito, no busco nada. Me aflojo el nudo de la corbata, y no solo porque ellos lo suelen hacer en sus relatos. Trato de ordenar el cumulo de noticias recogidas desde el comienzo y me pregunto si con ellas cabe establecer alguna pista, por endeble que sea. ?Que es lo que ha descubierto, en realidad, Samuel Esparta? Poco que no se supiera ya. Pero ?acaso es poco escuchar, hoy, a las mismas gentes que hace diez anos fueron requeridas para declarar? Lo que llevo recogido de ellas en nada contradice las versiones que entonces circularon por el pueblo. Mi ventaja es que las tengo delante, me hablan, las veo actuar, grabo sus gestos, sus miradas, unas versiones que el tiempo ha madurado y tenido de una serenidad que puede favorecer la recuperacion de detalles olvidados en la convulsion de los primeros momentos. Me agrada pensar que de Lucio Etxe, Eladio Altube y Felix Apraiz he recibido mas que las autoridades que los interrogaron. Por no mencionar a las mujeres, Bidane Zumalabe y Elixane Garro, que dudo fueran requeridas entonces. Yo, con ellas, he podido completar el cuadro humano.
Koldobike asoma la cabeza por un lado del biombo y,- al comprobar que estoy mano sobre mano, deja ver todo el cuerpo.
– Tambien estuvieron los maestros para los libros de la escuela. Esta vez, parece que sus relaciones van en serio. ?Cuantas veces han roto o medio roto desde que empezaron hace, ?uf!, veinte anos? Ese don Manuel no es para mis nervios. Si es de los que no se casan, ?por que entretiene anos y anos a la senorita Mercedes?… ?Si hubieras visto la mirada que lanzo a mi falda!