un poco todo esto. ?Cuando dejaran de recordarnos que ganaron la guerra? ?Una patada es lo que me entran ganas de darles!
Los cajones de mi despacho estan vacios en el suelo, y los papeles que contenian, ya recogidos, forman un solo monton sobre la mesa. Y, de pronto, estalla ante mi el fulgor de platino que se me paso al llegar. Casi derribo el biombo al regresar junto a Koldobike, agachada, recuperando libros del suelo.
– ?Lo has hecho!
La pongo en pie tomandola de los hombros. No puedo retirar los ojos de estos cabellos luminosos.
– No tenias ninguna verdadera obligacion.
– Corria prisa, ya habias empezado a escribir la novela y queria estar guapa.
– Se lo que significa el pelo para las mujeres.
– ?Chanfainas! ?No eres Samuel Esparta? Esta vez vas a hacer una buena novela, y si quiero ser su secretaria tenia que tenirme de rubia para meterme en ella. Te recuerdo que, ademas de vender los libros de Chandler y de Hammett, los leo. Se de ellos tanto como tu mismo, me gusta lo que hacen y como lo hacen, y te asombraria saber lo que se de sus secretarias.
No gira la cabeza, son sus ojos los que miran a otro lado mientras me dice todo esto. En cinco anos es la primera vez que vivimos un momento tan curioso.
– No tenias que llegar a tanto para que yo me crea uno de ellos.
– Me lo pediste.
– Si, pero no pareces la Koldobike que todos conociamos. A cambio, Samuel Esparta ya tiene una secretaria sofisticada. Bien. ?Y si estoy yendo demasiado lejos? Es en la escritura en lo que deberia centrarme.
El giro brusco de su cuello me envia que, bajo el esplendor de su nueva cabellera, vibra la Koldobike de siempre. Ya tengo su mirada demoledora sobre la mia.
– Locura o no locura, tu novela ya lleva cuarenta y ocho horas en marcha. Ayer estabas como un flan con tu nuevo juguete: ?que tal te ha ido hoy con Eladio Altube?
– La novela ya cuenta con otro buen capitulo -le aseguro-. Y mas: funciona sola. El pobre escritor no tiene que inventar nada, a Dios gracias, porque todo se lo dan hecho. Despues de diez anos muerto, este caso resucita entre las manos de Samuel Esparta y esta muy vivo, como si le hubiera estado esperando. Samuel Esparta es un loco con suerte.
Los ojos de Koldobike refulgen como su cabello.
– Chiton de una vez con eso de la locura, en la que yo no creo ni tu tampoco. Atrevete a negarlo.
Naturalmente, no me atrevo. Aunque tambien los locos creen que no estan locos.
– Falangistas, ?no?
– Si, putos falangistas.
– ?Como saben que yo…?
?Eladio Altube! Seguro que son los tres que recogieron aquellos huevos en su granja. Llevan demasiados anos decidiendo vidas y muertes y no quieren competencia. Aunque lo mio nada tiene que ver con sus «paseos» y fusilamientos.
Busco en los libros del suelo, al pie de las estanterias de la negra, hasta dar con
– Que contemplen desde ahi arriba la violencia que tenemos por aqui.
Koldobike me obsequia con una mirada de reojo indescifrable antes de reanudar su recogida de libros.
– Parece que te alegras de estar en su punto de mira -silba.
Estoy reintegrando los papeles de la mesa a sus respectivos cajones.
– Eladio Altube me ha dado muchas noticias -digo-. He pasado el dia con el, he conocido muy de cerca algunos de sus negocios, en su ferreteria he visto actuar a Jo-seba Ermo, he conocido a Bidane Zumalabe… Necesitare toda la noche para ordenar tanto informe. He tenido bajo mi lupa a personajes muy interesantes. Creo, incluso, que los diez anos transcurridos no solo no han oscurecido el misterio sino que lo estan acercando a su maduracion.
– ?Alguna pista?
– Entiendeme… No, no tengo ninguna pista. ?Como te lo explicaria? Siento que ha empezado a resquebrajarse el muro.
– ?Tan pronto? Ni que fueras la purga de Benito.
– ?Que pensarias si te cuento que a Eladio Altube intentaron mandarle al otro barrio en dos ocasiones mas? El me lo ha revelado. No lo sabiamos, nadie lo sabia, ni siquiera Bidane Zumalabe, pude comprobarlo. El no quiso asustarla. Que quede entre nosotros.
– Bien, jefe.
Koldobike lanza un suave ay, se pone en pie y se dirige con celeridad a su mesita y recoge un pequeno envoltorio.
– Se me olvidaba -dice, llegando hasta mi y entregandomelo-. Cuando cerre al mediodia, una vecina me solto que te habia visto con el gemelo por Sarrikobaso, y me dije: «Mi jefe se queda hoy sin comer».
Entreabro el papel de estraza y aparecen dos tortas de talo cobijando un chorizo.
– ?Por que pensaste esa tonteria?
– ?Has comido?
– No.
Se dirige ahora a la puerta, comentando: «Ese Altube no da ni la hora», y la cierra por dentro con el pestillo: aun no ha concluido la jornada y la libreria no esta en condiciones de atender a nadie.
Con el primer bocado descubro que tenia hambre. El chorizo, asado, ha empapado sus cubiertas e hilillos de grasa roja se deslizan entranablemente entre mis dedos. Cojo del bano la pequena toalla y me siento en mi oficina. Mientras mastico, sigo los movimientos arriba y abajo de Koldobike, embutida en una falda demasiado angosta. Dentro de un tubo de metal no se moveria peor. Al menos, no es una falda corta, le cubre las rodillas. Y lleva medias, a tono con las normas implantadas por el parroco de San Baskardo, el carliston don Eulogio, en junio de 1937, para todo Getxo y aun en vigor, a pesar de su jubilacion hace un ano. La falda, angustiosamente cenida, revela unas caderas -que siempre tuve por escurridas- llenas y redondas. Ellas, y la nueva cabellera, me la convierten en otra. Yo tambien soy otro y, ademas, con nuevo nombre. Son ingredientes de la nueva novela que, milagrosamente, marcha.
– Te convendria un par de dias de siesta entre un interrogatorio y otro.
– Imposible. La novela tiene un ritmo.
– Lo decia por esa gentuza de camisas azules. Llevan anos practicando con nosotros el tiro al blanco.
– Fue una bravata.
– Te mataran.
– Tomare una decision cuando lo hagan.
– Engordas de felicidad inventando frases para tu novela.
Mastico el ultimo bocado -he venido hablando con la boca llena-, me limpio las manos con la toalla y la devuelvo a la barra del bano.
– El bocadillo estaba muy bueno, encanto.
Koldobike es la mujer que menos rie de cuantas conozco, a pesar de que toda ella esta hecha de sarcasmo.
– Vete a casa, que no te han visto el pelo en todo el dia. Cena de fuste y duerme sin pensar en nada, puesto que solo estas a verlas venir, segun dices. Y manana te levantas a la hora de los ricos.
– Tengo que hacer de escribano.
– Nadie te espera, todo estara parado hasta que llegues.
– ?Por quien empezarias tu a cualquier hora?
– Te diria un nombre si fuera manana por la tarde. -Suspiro y pongo cara de nino bueno-. Felix Apraiz.
– Siempre la playa.
– Aunque no se mata a nadie por una argolla. Ademas, el ultimo que los habria atado a ese hierro es Felix Apraiz.
– A no ser que buscara que todos pensasen como tu lo acabas de hacer.
Mis dedos tropiezan en el bolsillo de mi chaqueta con dos piezas duras y olvidadas. Las cojo y se las muestro.