hijo de Ella.
«Vivi con esa familia grande en el Galeon mas de veinte anos», me acaba de decir Roque…
– Eladio y Leonardo nacieron y crecieron en el Galeon… Hubo contagio, ?no lo ha pensado?
– No se, mal ejemplo.
– Los ninos oyen y ven cosas y algunas se les quedan.
– Las malas.
– La culpa era de ellos, no de usted.
– Todos mis hijos son iguales para mi. Sin embargo…
No puede contener la ola de mala conciencia que le invade, pero le cierra todos los resquicios al exterior.
– ?Ha visto a Eladio desde lo que ocurrio en la playa hace diez anos?
– Yo no he quitado sus nombres de la familia, ellos se han quitado.
– ?No ha venido en ningun momento por Basaon? -No me contesta-. ?Le interrogo entonces a usted la policia?
– Si, ya vinieron. Uno me dijo si habia sido justicia de Dios. Y tambien me dijo si Dios habia estado mas cerca del padre o mas cerca del hijo.
?Llegaron a sospechar del propio Roque? Que torpes. Se basarian en el deseo de un padre estricto de limpiar el buen nombre de los Altube borrando del mapa a los que tanto lo manchaban. Que locura; muy descabellada, si, pero no falta de sentido.
Roque se rasca la nariz. Y repite:
– Mas cerca del padre o mas cerca del hijo.
Tambien sonrie. Y se lo digo:
– ?Y si todo empezo como un juego por parte de sus dos hijos, un juego que no les salio bien? ?Si quisieron enganarnos haciendonos creer que alguien queria matarlos? ?Si ellos mismos se ataron a las cadenas?
Nunca he tenido delante una expresion mas aturdida, mas atontada.
– ?Para que? -consigue murmurar.
– Para tocarnos el corazon y que les perdonemos. -Su mente se paraliza, no sabe que pensar, se derrumba su mundo de acontecimientos reconocibles-. Ellos eran diferentes y quizas hicieron esa cosa tan diferente. Quiero decir que podemos pensar que fue algo asi como un negocio contra ellos mismos, y su final, con muerte, asi nos lo hace creer… ?Que piensa usted, Roque?, ?piensa que fueron capaces de correr el gran peligro de encadenarse a la pena con la marea subiendo?
Abre la boca para hablar, pero la cierra sin haber dicho nada. Cuando la abre de nuevo, le oigo:
– No se, no se… Dificil. -Y despues-: Cosas mas raras se han visto. -Y finalmente-: Ellos siempre enganaron, a lo mejor ahora tambien nos quisieron enganar, pues…
Es tarde, la libreria tendria que haber cerrado, pero, a traves del cristal de la puerta, veo brillar la bombilla del fondo y llamo con los dedos. La larga figura de mi rubia secretaria se acerca con unos andares cimbreantes que nunca le habia visto. Abre y me suelta muy seria:
– Los de la Continental me doblan el sueldo si te dejo y me voy con ellos. Ayer me paro en un callejon su segundo. Le mire de un modo que le hice bajar los ojos, aunque luego los alzo y me dijo: «Ese Esparta esta acabado, muneca, solo le encargan casos basura. Nos hemos ganado a los polis de la Central, y al alcalde, incluso a la prensa. ?Que futuro le espera a un jefe como el tuyo que no se atreve a usar su propio nombre?»… Bueno, no se si me dijo eso, pero seguro que lo penso, sus ojos de viejo zorro hablaban por si solos. Me puse brava y le solte: «?Sabes lo que te digo, esbirro de mierda? Que mi jefe es el mejor jefe con que pueda sonar una pobrecita secretaria como yo, trabajaria con el aunque yo le pagara un sueldo por lo mucho que me ensena». Y el me dice: «?Ensenarte? Quiere cazar asesinos cubriendose las unas con guantes. ?Es tan finolis que da asco! No sabe moverse en el hampa dorada»… ?Sabes quien ha venido?
– Supongo que el alcalde, a que le limpie la ciudad.
– Bidane Zumalabe, la mujer de…
– Si, ya se quien es.
– Creo que solo queria hablar, la infeliz esta muy asustada… «No quiero que a mi marido le ocurra algo, pero le amenaza un gran peligro», me dijo. «Me gustaria saber si esta en mi mano hacer algo por el, si tengo la obligacion de hacerlo, si una esposa tiene el deber de sacrificarse en cuerpo y alma por el hombre al que juro amar ante el altar de Dios. Necesito que alguien me diga lo que debo hacer.»
– Queria hablar conmigo y no me encontro.
– No, queria hablar con una mujer… La vi muy desesperada.
– Todo el mundo esta demasiado nervioso. Creo que es bueno para la novela.
15
En las mananas de sol, sus rayos alcanzan de traves la fachada de la libreria despues de colarse por la esquina de la casa de enfrente, cuya pared lateral se orienta a las vias del ferrocarril y la estacion de Algorta. Es un buen comienzo de jornada esgrimir el picaporte levemente tibio y contemplarme fugazmente en un cristal radiante.
Suena a mi espalda un ruido nuevo, que no es de automovil ni de carro. Vuelvo la cabeza: un cochazo de cine se detiene a mi altura, en la acera. Barajo las marcas Mercedes Benz, Jaguar, Alfa Romeo…, no se, ellos si que sabrian, y este aldeanismo me habria deprimido de no distraerme la aparicion de un almirante surgiendo del soberbio vehiculo.
– ?Es esta la libreria del senor don Sancho Bordaberri? -me pregunta una voz meliflua.
Le contesto que si, anadiendo:
– Entre, mi empleada le atendera.
– No vengo de compras, sino a entregar este sobre.
Y extrae uno salmon de un bolsillo interior de su chaqueta azul marino cargada de cordones colgantes. Mi mano aun sigue en el picaporte. El almirante echa un vistazo a mi mano, luego me mira a mi, y solo entonces abro la puerta para que pase.
Es buena costumbre desentenderse del cliente por si solo desea curiosear, pero a Koldobike le resulta tan diafano que el almirante no es de esos, que sale a su encuentro y le pregunta algo asi como que le trae por aqui.
– Entregar esta misiva de mi amo, don Efren Baskardo, al senor don Sancho Bordaberri. -Koldobike le tiende la mano abierta-. No, en persona.
– Ahi lo tiene.
El almirante -que al entrar se ha despojado de su gorra de plato de alto frontispicio- retrocede y deposita en mi mano el sobre, no sin un previo y meticuloso examen visual de mi persona. Luego saluda dos veces con la cabeza, a Koldobike y a mi, embarca en su automovil refulgente y alla se va con susurro aristocratico por la que ahora hay que denominar Avenida del Ejercito.
Koldobike me espera con la curiosidad comiendole los ojos. Nunca he abierto un sobre con mayor meticulosidad. El papel interior es del mismo color salmon.
– Que preciosa letra tiene Aurelio Altube -dice Koldobike por intuicion, sin esperar al veredicto de su mirada.
Todo Getxo sabe que Aurelio Altube es el secretario perpetuo de Efren Baskardo, ademas de hijo de Roque Altube.
– Ya puede ser buena, es letra de maquina -senalo-. Admito que es mejor que la mia, aunque sin llegar a disponer, tampoco esta, de un espacio menor para la i y otro mayor para la eme.
– Vamos, lee, por Dios.
«Al senor don Sancho Bordaberri.