»Libreria Beltza.
»Se, desde su primer paso, la investigacion que ha emprendido usted para desentranar el asesinato de Leonardo Altube. Apasionante. Entre 1915 y 1921 tuve a los gemelos
Altube como empleados en mi Funeraria y mis Seguros, en el barrio de San Baskardo, dos de mis primeras actividades comerciales. Me vi obligado a despedirlos porque me enganaban. Manipulaban los libros y se quedaban con mucho, demasiado. ?Con solo dieciseis anos! Los admire, puede usted creerme. ?Unos mocosos burlandose de Efren Baskardo Puerta! Llevo una espina clavada desde entonces. Sin embargo, es grande mi agradecimiento a la pareja: aprendi la leccion, me encendio la luz roja.
»Le informo a usted de todo esto sabiendo que ha de tratar con ellos debido a su investigacion, porque son peligrosos. Aunque ya solo se trate de uno. No por ello debe usted descuidarse. La malicia y la maldad del muerto se habran sumado a las del vivo, asi que este seguira enganando con la misma eficacia que cuando eran dos. Le mentira, senor Sancho. Lo lleva en la sangre. Sin que esto suene como un reproche al bueno de su padre, Roque, del que guardo muy buen recuerdo. Sus gemelos enganaron a medio Gecho cuando eran dos, y ahora sigue enganando uno. He conseguido una relacion total de sus victimas, por si desea completar la suya de sospechosos. Yo mismo, su primera victima, hube de recurrir a una elemental ley de compensaciones para resolver no matarlos. Son endemoniadamente habiles para envolver la realidad con falsas apariencias. Si ellos eligen una supuesta realidad, desconfie al punto de esa realidad. Han transcurrido diez anos de lo que ellos llaman crimen. Ha leido usted bien: «de lo que ellos llaman crimen». Es dificil, si no imposible, llamar a aquello de otra manera. Pero le aseguro a usted que me he pasado diez anos tratando de encontrar la verdadera explicacion. Si uno de ellos dice ahora que fue un crimen, tengamos la seguridad de que no lo fue. ?Que fue, entonces? Este enigma necesita mas de diez anos para ser aclarado. Hasta para enganar hay que tener clase y ninguno de ellos la tuvo nunca. Fulleros, marrulleros, no otra cosa fueron. Jamas despegaron de su exiguidad. Jamas levantaron el vuelo hasta los grandes retos industriales…, aun teniendo tan proximo el hierro. Comprendera usted, senor Sancho Bordaberri, la dolorosa humillacion en que vivire siempre al haber sido enganado por semejantes sanguijuelas cuando solo tenian dieciseis anos, es decir, en su epoca de aprendizaje.
»Sin mas, mis saludos y mi recomendacion de que tome buena nota de cuanto aqui le digo.
Efren Bascardo Puerta, Grande de Espana.
Palacio Galeon
Guecho.»
Ahora, Koldobike si que alarga el cuello para fijarse en un detalle.
– Baskardo con C y no K. Mi abuela me tiene contado que el padre de Efren, Camilo Baskardo, quito la K de su apellido al renegar de su familia oficial y de lo vasco y testar a favor de Efren, su hijo bastardo.
– ?El tambien! -exclamo, agitando el papel salmon ante Koldobike-. Su mundo no es el de don Manuel, pero coinciden en que lo de los gemelos fue una artimana.
Koldobike se resiste a dejar del todo una de esas sagas familiares tan proximas que tanto le fascinan.
– ?Vas a creer a ese rencoroso ricachon? ?A saber que negro interes le guia queriendo llevarte a su huerto! Ademas, en ningun momento ha dicho que los gemelos simularan el atentado.
– Me basta con que los tenga por los pillos mas redomados, capaces de fraguar un engano que anadir a su lista. No son palabras de un tonto: «Si uno de ellos dice ahora que fue un crimen, tengamos la seguridad de que no lo fue».
– Vaya fijacion, jefe. Algunos se enamoran de lo que no deben.
Palabras como amor y enamoramiento no suelen sonar entre nosotros; juraria, incluso, que no suenan nunca. ?Quien las puede echar en falta en una estricta relacion laboral? Compruebo que la naturaleza humana es imperfecta al detectar una sombra de rubor en las mejillas de mi secretaria.
– Al menos, la investigacion dispone ahora de una ruta -rompo el molesto silencio-. ?Olvidas que estabamos estancados?
– Ruta que no conduce a ninguna parte -dice ella, al fin-. Sam, te quedas sin novela. No hay criminal.
– No es eleccion mia, la realidad ha elegido por mi. Estos riesgos se corren dejando la iniciativa en otras manos. No tendremos un final de novela al uso, pero si original. Menos malicia, pero mas imaginacion.
– Coitao. -Koldobike tiene una manera especial de decirlo, parece que te da la puntilla-. ?Y las cadenas robadas con violencia? Busca al ladron, es el hombre que necesita tu final.
– O el que espera una buena ganancia vendiendoselas a Luis Federico Larrea.
– ?Y que me dices del propio Luis Federico Larrea? Ahi tienes una pista. Esas cadenas sujetaron a los gemelos a la pena y seguro que encierran un secreto aun no adivinado por nadie… ?y Joseba Ermo las tenia bajo llave! Otra pista.
– Si el Ermo fuera el culpable y las cadenas tan peligrosas para el, las habria hecho desaparecer.
– A veces el egoismo supera al miedo.
– ?Quien mas estaba al corriente de su escondite? Eladio Altube…, ?te lo dije? Quizas el criminal ha vivido atormentado diez anos preguntandose donde habrian ido a parar.
– Bueno, pues ahi tienes varias rutas. Siguelas. Al menos, una de ellas.
– ?Que quieres?, ?que agarre a los sospechosos por el cuello y se lo retuerza si no confiesan?
– Dejaselo al azul, es su especialidad.
Inflacion de conjeturas, alguien se estara riendo en la sombra.
– Necesitamos pruebas, siquiera una -digo. Respiro tres veces con hondura y entibio mi desaliento-. Sera mejor trasladar la responsabilidad a nuestras celulas grises…, en palabras de ese ridiculo detective belga. Recopilemos todo lo conocido hasta hoy: declaraciones, contradicciones, gestos, movimientos, sospechas… Confrontemoslo con nuestra intuicion, nuestra vision, incluso nuestro deseo de que las cosas se desarrollen de cierta manera… Organicemos todo el caos, el de fuera y el de nuestro interior, admitiendo que ambos caos forman parte de un orden final.
Koldobike me esta mirando con aburrimiento.
– ?Adonde quieres ir a parar?
Ignora que acaba de abrirme una puerta muy especial.
– Citemos a Luis Federico Larrea, lo acabo de elevar a la primera de nuestras pistas. Creo que hemos recibido
– Pensara que necesitamos urgentemente su dinero para comer.
– Asi tendra un quehacer para esta tarde. Los ricos que no se dedican a ganar mas dinero se aburren mucho.
– A la orden, jefe.
– Gracias, muneca.
Hoy como en casa, ama y yo solos, y regreso a la libreria con tiempo para estar cinco minutos antes de las cinco, la hora a la que pasara el de los pasos. Cruzo la libreria hasta el bano para orinar, y tengo la toalla entre manos cuando suena la campanilla.
– Buenas tardes.
La voz tierna pertenece a un sujeto vestido con chaqueta y pantalon de pano ingles de pequenos cuadros grises, camisa blanca y pajarita negra; rechoncho, discreta barriga y ojillos nerviosos protegidos por gafas gruesas de concha. Dedica largos minutos a examinar meticulosamente
– Muy bien, exquisito -le oigo.
– ?Se lo envuelvo? -dice Koldobike.
– Si, por favor, con doble papel.
Al acercarme observo dos cosas: que paga con un billete que extrae de una cartera de piel de cocodrilo y que a su lado, en la mesita, descansa una carpeta de a folio repleta de papeles: un buen augurio para mi. Me presento antes de que empiece a hacer cabalas:
– Soy Samuel Esparta, investigador privado. Me interesa mucho la originalidad de sus medidas en pasos de nuestro territorio.