– ?Ya puedes oir, librero de los cojones? -pregunta el primero. Tengo de el mas cerca sus botas que su rostro-. Te lo diremos una sola vez: arreglatelas para que nuestro pobre amigo mande su novela a tomar por el culo.
– ?Y solo por eso…? -clama Koldobike.
– Si tenemos que hacer otro viaje, colgaremos un cartel: traspaso por defuncion.
Y se acaricia pomposamente la macabra funda de su trasto. Su rostro luce o desluce el chulesco bigotito de su raza.
– A las misiones heroicas hay que llevar la artilleria -dice Koldobike.
Es inconfundible el golpe vivo de un sopapo, obra del otro falangista, que ha tenido que doblar el espinazo.
– ?A ella no! -pido. Mi voz es tan espesa que no la reconozco-. Ese hombre escribe lo que quiere y no esta en mi mano torcer su voluntad.
– Tu lo envenenaste y lo hemos perdido.
– ?Perdido?
– Ha olvidado a la Falange y a sus amigos. Antes, nos leia versos patrioticos de su cosecha y acababamos cantando el
– No puedo.
Quien ahora esta golpeando ruidosamente la puerta de la calle no tiene intencion de comprar libros. Los falangistas se miran y el del bigote murmura: «Es el», y el otro asiente, y el primero ordena a Koldobike:
– Abre.
Ella se despoja de su chaleco de lana, lo dobla y lo pone bajo mi cabeza. Cuando abre la puerta, Luciano se precipita hacia sus camisas azules gritando: «?Lo habeis matado, imbeciles?». Al descubrirme con vida, trata de ponerme en pie tirando de mis hombros, pero se lo impide Koldobike:
– Dejale quieto, no lo remates.
Luciano echa a la calle casi a patadas a sus secuaces.
– Lo siento, lo siento… Son los flecos de la guerra… Ninguna pista aun…, ?ni siquiera una miserable teoria! Ayer interrogue al gran don Efren Bascardo -Koldobike y yo nos miramos: eso explica la carta del magnate de esta manana- y a su secretario, o lo que sea, ese Aurelio Altube. A lo de don Efren no quiero llamarlo interrogatorio… ?Como sospechar de quien ha dado tantos millones para que Franco se alzara en armas?… Aurelio Altube si que vio en mi a un investigador implacable. -Por segunda vez, Koldobike y yo intercambiamos miradas. ?Como se nos ha podido escapar el hermano de los gemelos?-. ?Que magnificos dialogos realistas me estan saliendo! Comprenderas que no comparta contigo mis descubrimientos. Escribo por las noches, toda la noche. Te buscaba para pasarte lo ultimo y conocer tu opinion. Se que no mentiras sobre un texto literario.
Saca de su bolsillo unos papeles y deposita su tesoro en una silla.
– Os dejo -se despide-. Esta noche tengo entre manos una operacion importante. No se trata de politica. Garbanzos. Un simple negocio de estos tiempos, en este caso con Eladio Altube.
Y se va.
Lo primero que hace Koldobike es correr el pestillo de la puerta, ausencia que aprovecho para probar mi verticalidad ayudandome de una mano apoyada en el borde de una estanteria de la Seccion. La cabeza responde bien, solo me duele.
– Sientate.
No necesito ayuda, pero Koldobike me sostiene hasta mi despacho.
– Sientate -repite.
– Preferiria mover las piernas.
– Es que tengo algo que decirte -y me sienta en la silla-. He tenido otra vez aqui a Bidane Zumalabe. Se marcho poco antes de que aparecieran esos
– No es nuevo. -Siento que mi cabeza desea no hablar-. En este momento prefiero esperar a que el asesino se retrate. Por ejemplo, cometiendo un fallo.
– No tienes entranas: si le matan a su marido esa mujer se muere. Se pregunta cual es su deber de esposa. Me confiesa que su marido no sabe de donde le puede venir el ataque. Me cogia las manos para llorarme: «?No tiene ni la menor idea!». Necesita ayuda, Sam.
– Se encuentra en la misma situacion que todos nosotros, que no tenemos la menor idea. ?Que de donde le puede venir el ataque? ?De donde va a ser? ?Es que es tonta?
– De su boca salian las palabras atropellandose, y asi no habia modo. Pude descifrar que el miedo es mayor por las noches, y que si su marido esta con ella puede dormir un poco. Me dijo: «Pero hoy estara fuera toda la noche». -Me encojo de hombros-. Quiere que vayamos a hacerle compania. Y le dije que si.
– ?Como!
Mi pobre cabeza estalla con mi propio ruido.
– En realidad, te lo pide a ti, pero me incluye por el que diran.
– ?Y el que dire yo no cuenta nada? ?Por que no le dijiste que todo fue un juego con mala suerte que se trajeron su marido y su cunado? Yo se lo dire y se esfumaran todos sus miedos.
– No hablarias asi si la hubieras visto y oido. Ellos -Koldobike me senala la Seccion con un golpe de cabeza- no vacilan en correr riesgos por ayudar a mujeres en apuros. Ademas, no pierden ocasion de fisgar en las casas de los que meten en sus historias. Los viejos caserios como Zumalabena siempre esconden muchos secretos. - Espera a ver como reacciono y, ante mi silencio, concluye-: Iremos dando un paseo.
– Eladio Altube podria tranquilizarla con una sencilla revelacion. ?Por que no lo hace? Le hablare yo.
– ?Y si estas equivocado? ?No te importa quedarte sin novela por falta de criminal?
– En este momento lo unico que deseo es dormir esta noche en mi cama.
– Ademas de todo, creo que Bidane Zumalabe no tiene a su marido tan cerca como quisiera, tan ocupado esta en sus negocios. Le gustara nuestra visita, ya veras… Ahora echare un vistazo a ese huevo que tienes en el craneo.
Me confunde la ilusion que Koldobike parece haber depositado en este paseo, pero yo he impuesto el ferrocarril. Lo cogimos en Algorta a las diez de la noche, con destino a Larrabasterra, pueblo a cuatro kilometros. Despues de cerrar la libreria, pasamos por nuestros domicilios respectivos, ella para cenar y cambiarse -me vino con un chaqueton amarillo de entretiempo- y yo para tomar, sin ganas, el preceptivo tazon de leche con sopas, explicar a mi hermana que la salida nocturna no entranaba el menor peligro -inclui a Koldobike, para su mayor tranquilidad-, enganar a ama y coger la gabardina y el sombrero. El chichon de mi cabeza quedo facilmente al margen de todo esto.
El traqueteo del vagon arremete contra mi amodorramiento. Tomare esta visita nocturna como un placido entreacto.
Sentada a mi lado sobre madera, Koldobike me pone al dia:
– Nunca oimos nada raro sobre el matrimonio de Bidane y Eladio, pero si sabemos que de novios estaban muy enamorados. Aunque mucho te quiero, mucho te quiero no siempre lo arregla todo. Tras la muerte de Leonardo, a Eladio le entraron las manias. Estuvo casi un ano sin ver a Bidane. ?Que culpa tenia la chica de que mataran al hermano de su novio? Por entonces, los gemelos vivian en un viejo caserio abandonado y ruinoso de su propiedad, en Berango. Con poco mas de veinte anos, parece que ya tenian ahorrillos, o a lo mejor es que se quedaron con el caserio enganando a su dueno. Tambien se dice que las perras serian las que robaron a Efren Baskardo cuando trabajaban para el. El caso es que Bidane y Eladio no es que estuvieran todo ese ano sin verse: Bidane se acercaba al caserio, le llamaba y Eladio asomaba la cabeza por el ventanuco del camarote, ella le pedia que bajara y le hablaba con una voz que parecia de muerto. Pero queria estar solo, le costaba digerir la muerte de su hermano… Bueno, y por fin se casaron, y ahora viven en Zumalabena, el caserio de los padres de ella, ya difuntos.
– Y ahora, la aldeanita tiene miedo.
– Y Sam viene a salvarle del malo.