17

En Zumalabena

Las dimensiones de Zumalabena superan las de otros caserios. Se alza en un valle oscuro refrescado por un riachuelo rumoroso, lo unico que parece vivo de por aqui. Ni una ventana con luz, ni una llamita de carburo en el portalon para recibir a las visitas anunciadas. Koldobike golpea la vieja puerta con los nudillos.

– Yo me quitaria la corbata y el sombrero -me dice.

Tengo tiempo de quitarmelos, antes de que se abra sin ruido la puerta, y enterrarlos en el bolsillo de la gabardina. No tenia echada la llave ni corrido el cerrojo, solo el pestillo, cosa que no deja de asombrarme. Bidane viste un chaleco gris de lana, falda negra y ni un pelo suelto en la cabeza.

– Gracias -murmura, apartandose para dejarnos pasar-. Por aqui.

El quinque encendido que levanta su mano es nuestro guia por un pasillo en tinieblas. Mas de una vaca muge en las profundidades. Todos nuestros viejos comedores son iguales; descontando los dormitorios, cerrados para las visitas, y la propia cocina, la pieza mas acicalada es el comedor, en el que nunca se come, reservandolo para sentar a parientes en acontecimientos singulares. Bidane deposita el quinque en el centro de un inmaculado tapetito blanco en el centro de una mesa redonda.

– ?Que fotos mas bonitas! -exclama Koldobike.

– Si, la historia de la familia. Ama siempre llamaba a un fotografo para nacimientos, comuniones, bodas, cumpleanos, romerias y entierros. Entre tanto recuerdo y los santos, ni sitio en las paredes.

Si, hay docenas de cuadros, la mayoria pequenos, de fotos que no se ampliaron, con marcos muy simples. Son gruesos, en cambio, los de las divinidades, de un oro ennegrecido: un Dios barbudo entre nubes, Jesucristo, la Virgen, la Ultima Cena, Moises con sus tablas… Todos ellos, y algunos mas, simples postales de catequesis. En silencio, Bidane senala con un dedo dos cuadritos, uno encima del otro. Koldobike y yo nos acercamos.

– Yo, con Eladio, y yo, con Leonardo.

Es en alguna romeria, Bidane con el mismo vestido en las dos fotos, y Eladio y Leonardo, uno con chaqueta y otro con kaiku. Ambos, con la misma expresion festiva. Pero ?cual de ellos es el de arriba y cual el de abajo? Bidane no se queda esperando de nosotros que probemos fortuna sino que le preguntemos. Sin embargo, la mera disposicion de las fotos, dando una supuesta preferencia a una sobre la otra, nos esta dando una posible respuesta.

– El de arriba es Eladio.

– No lo se -es la asombrosa respuesta de Bidane.

– ?No lo sabes?

– Han pasado mas de diez anos, ellos se parecen mas que entonces. A los matrimonios les ocurre igual con el tiempo.

– Pero, hace diez anos, dejaste de ver el rostro de Leonardo, no puedes saber si hoy se parecerian mas, no puedes compararlos. Tienes que conformarte con el viejo recuerdo. Eran tan iguales que Getxo siempre los confundio. Yo nunca supe si estaba delante de uno o de otro. -Miro a Koldobike, que asiente, e intento, con una indicacion de la mano, que Bidane tambien la mire, pero se halla demasiado concentrada en mi-. ?Los distinguias tu? -Y aguardo su respuesta con interes.

– Si.

– Pues esas fotos son de entonces. ?Quien es Eladio?

– No lo se -repite. Pero anade-: Es que en ningun momento los he dejado de ver.

– Si a Eladio, naturalmente, pero ?al otro?

– Tambien. Su parecido se ha hecho mayor en diez anos, tanto, que en esas viejas fotos no se parecen.

Es inutil seguir, la mujer desvaria. Koldobike me esta pidiendo calma con sus gestos.

– Os sacare algo -dice Bidane.

– Hemos cenado -informa Koldobike.

– Entonces, demos una vuelta por casa para que tu…, Samuel -vacila al pronunciarlo-, veas que hay que cambiar para que mi marido este mas protegido y el miedo se vaya de esta casa. El hombre que mato puede atacar de nuevo…

– ?Por que un hombre y no una mujer? -se me ocurre preguntar, y ni yo se por que lo hago. Koldobike sigue pasandome senas.

Bidane Zumalabe se ha quedado paralizada.

– ?Eh? -Suena como un gemido-. ?Una mujer? ?Que mujer? ?Como se llama?

Es muy quebradiza, se ha descompuesto.

– No le hagas caso, es una broma de este -sale Koldobike en su ayuda.

Y, de repente, Bidane pregunta:

– ?Y por que no una mujer?

Pero acaba desplomandose en una silla. Koldobike la arropa cubriendole la cabeza con sus manos y repitiendo calidamente:

– No es nada, no es nada… -como si tratara a una nina.

Koldobike me envia una mirada de reproche, yo suspiro y me sumo al silencio durante un rato antes de preguntar:

– ?Alguien, sea quien sea, os envia amenazas? ?Por que?

Bidane aparta con su mano una de las de Koldobike que tenia sobre el rostro.

– No veo sombras alrededor de la casa ni oigo voces entrando por las ventanas o me llegan palabras perdidas de no se quien hablando de muertos o de cosechas y que a mi me parecen insultos o amenazas… Esto le pasaria a una loca y yo no estoy loca. Tengo buenas razones para creer que mi marido esta sentenciado.

– ?Razones? -No pueden existir mas que unas razones, que ella conoce y, por tanto, no cometo ninguna imprudencia-. Sin duda, todo arranca de los dos atentados que Eladio ha sufrido posteriormente y que el mismo me revelo y supongo que tambien a ti.

– ?Eladio no pudo contarte nada! -exclama Bidane. Un panuelo que no se de donde sale se pone a trabajar en sus ojos-. No, nunca me ha contado eso…

– Por no alarmarte -dice Koldobike.

– Porque seguramente serian mas, mas que esos dos atentados -digo-. Diez anos dan para mucho. -Koldobike me reconviene con la mirada, pero creo que ahora pisamos terreno mas firme-. Quiza callo contigo porque la verdad estaba en otra parte.

– ?Que verdad? -Mas que a pregunta suena a lamento. Bidane se ha olvidado de sus ojos y de su panuelo.

– Verdades no hay dos o mas sino una. Veamos donde esta, si en los autenticos atentados o en los falsos. Porque Eladio no te pudo mentir en ambos casos…

Koldobike parece que abandona definitivamente la cabeza de Bidane y viene hacia mi.

– ?Ya esta bien! -exclama sordamente con la pretension de que no llegue a su protegida-. Hemos venido a echar una mano, no a crear mas problemas.

– Todo el mundo necesita saber la verdad, y yo tambien. Y tu. Y esta mujer mas que nadie… Aunque no lo parezca, le estoy echando una mano.

Resoplido de Koldobike, que avanza medio paso mas hacia mi y lo que ahora me dice en susurro si que no puede oirlo Bidane:

– ?Y si ella no quiere saber la verdad?

– ?Todo el mundo quiere saber la verdad! Nos pasamos la vida preguntando cual es la verdad y donde esta… y solo en la tumba la podriamos conocer. A esta mujer le estamos dando la oportunidad de…

– No exageres, no eres Dios. Creo que eres tu quien se esta dando la oportunidad. -Koldobike esta lanzada-. Parece que tu investigacion esta pidiendo el sacrificio de una inocente.

– Ya no me pueden pasar peores cosas en esta vida. -Las suaves palabras de Bidane suenan tan melodiosas que cortan nuestro pleito. Su repeticion quejumbrosa es casi inaudible y refleja bien su lastimoso interior-. Ya no me pueden pasar peores cosas en esta vida.

El silencio que sigue es un introito. Trago saliva con dificultad y me digo: «No eres mas que el contador de esta historia, con sus negruras. Ellos, a veces, tambien se creerian dioses». Toso y pregunto a la esposa de la

Вы читаете Solo un muerto mas
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату