ademas, hay violencia de sobra y no hace ninguna falta ahorrarla. Se puede administrar con largueza, lo que multiplica indeciblemente sus efectos. Esto pasa, por ejemplo, cuando quien ejerce la violencia puede concentrarse, porque no tiene demasiadas victimas a las que atender.

La sonrisa de Kyriakos se habia ido abriendo poco a poco, hasta llenarle el rostro, aquel rostro angosto y terrible sobre el que chispeaban sus ojos. Eran verdes, del mismo tono claro que las pintas de su corbata. De pronto, la sonrisa desaparecio.

– Con esto llegamos a donde queriamos llegar, senor Moncada -aunque seguia marcando cada silaba, como un locutor televisivo, ya no habia afecto en el tono de Kyriakos; solo una helada correccion-. Me incumbe el penoso deber de informarle que ha caido en una franja de desequilibrio, y que existe a su disposicion una cantidad ilimitada de violencia. Antes le adverti que nuestro tiempo es costoso, pero ahora debo anadir que nos ha sido comprometida una sustanciosa suma, lo suficientemente sustanciosa como para que nos compense concentramos en usted, durante todo el tiempo que haga falta para despertar en usted la dormida conciencia de su cuerpo e ilustrarle de forma practica sobre toda la teoria que hemos estado repasando. Ni Greg, ni Keith, ni yo, nos veremos perturbados por ningun impulso o pensamiento ajeno a nuestra tarea.

Proferida su amenaza, se quedo repantigado en el sillon, chupando el caramelo y observandome con un gesto inexpresivo, como Greg y Keith, pero estos mas atras, incomodos en las sillas demasiado pequenas para su tamano. Durante un lapso eterno, estuve apostando conmigo mismo sobre quien seria el primero en levantarse y acometerme, Greg o Keith, o ambos a un tiempo, o quiza incluso Kyriakos. Aunque fuera menos robusto que los otros, que iba a hacer yo (a lo mejor a Greg y a Keith solo los queria para eso, para que le cubrieran e hicieran desistir a la victima de cualquier resistencia). Al fin fue Kyriakos quien se levanto, pero no me acometio, sino que se fue a la cocina y se sirvio un vaso de agua, porque el caramelo no debia ser bastante. La verdad era que habia hablado mucho y bien. Bebio con ganas y luego enjuago y seco con un trapo el vaso. Sin duda, era gente respetuosa. Desde alli, desde la cocina, Kyriakos se dirigio de nuevo a mi:

– Dicho todo lo anterior, que le ruego retenga en su memoria, a los efectos que luego le indicare, me resulta mucho mas grato darle mi buena noticia. Si, senor Moncada -reafirmo, para vencer una hipotetica incredulidad por mi parte-, traigo una buena noticia. Quien nos financia, mis amigos, Keith y Greg y yo mismo, somos personas piadosas. Y por eso, aunque no tendriamos ningun inconveniente, como queda dicho, en hacerle sentir los rigores de la franja de desequilibrio en que ha caido, queremos someter a su aprobacion otra forma de solucionar la situacion que se nos ha creado a todos.

Kyriakos vino de nuevo al sillon, frente a mi. Se sento, pero esta vez no se echo hacia atras. Se quedo inclinado hacia adelante, hacia donde yo estaba.

– La solucion es sencilla, pese a la gravedad del problema -aseguro, conciliador-, y confio en que la comprenda y no se oponga a ponerla en practica. Para ello le ruego que tenga la bondad de revisar su actividad de las ultimas semanas. Si lo hace con cuidado, estoy convencido de que dara con algo de lo que no esta contento. Algo que hizo pero no debia hacer, o algo que dejo de hacer y deberia haber hecho. ?Ya lo tiene?

La pregunta me cogio desprevenido, pero no crei que pudiera callarme.

– No se -tartamudee, y sin saber lo que iba a decir, segui-: ?Es que…?

– Chist. No me lo diga -rechazo Kyriakos, cerrando los ojos-. Es algo que tiene que tener claro en su interior, no decirmelo a mi para que se lo confirme o se lo desmienta. Por otra parte, y desdichadamente, ni yo ni mis amigos Greg o Keith podemos serle de ayuda para eso. Ignoramos que es lo que debe hacer o dejar de hacer. ?Lo tiene usted?

– S…Si -me doblegue, desconcertado.

– ?Esta seguro?

– Si -repeti, persuadido por el terror que me inspiraba la proximidad de las manos de Kyriakos, finas y esqueleticas como su rostro. En la izquierda tenia la cicatriz de un aranazo reciente, una costra negruzca sobre un surco rojizo en su escasa carne.

– Bien -suspiro Kyriakos-. Ahora ya sabe lo que tiene que corregir.

Volvio a acomodarse en el sillon, se aflojo un milimetro el nudo de la corbata, me miro con simpatia. Parecia relajado, y tambien Greg y Keith, aunque estaban mas lejos y eran mas hieraticos y por tanto yo podia apreciarlo peor.

– Me doy cuenta de que le ha sorprendido eso que acabo de decirle -constato Kyriakos, apuntandome con el dedo-. No cree que Keith, Greg y yo ignoremos que es lo que usted tiene que hacer o dejar de hacer, para descargarnos de la tarea de hacerle conocer la violencia de su franja de desequilibrio.

Se equivocaba. Yo estaba dispuesto a creer todo lo que el dijera.

– Pues le dire algo que le resultara todavia mas increible. No sabemos que debe hacer o no hacer porque tampoco sabemos quien sufraga nuestros honorarios, y precisamente en este anonimato se basa nuestra practica profesional. Se trata de una tecnica moderna, como las bombas guiadas por laser. ?Ha oido hablar de ellas? - pregunto, de improviso.

– No.

– Son artefactos fascinantes -declaro, con arrobo-. Le describire someramente su funcionamiento, para que se haga una idea -Kyriakos se paro a ordenarse, se veia que queria estar a la altura, e inicio con viveza su descripcion-: Lo primero, claro, es elegir el blanco. Una vez elegido, se lo ilumina con un designador, que es un aparato que sirve para estas cosas. Desde ese momento, al piloto del avion que lleva la bomba le aparece una senal en la pantalla del radar. Parese a pensar esto: el piloto esta a treinta mil pies de altura, a sesenta millas de distancia, no sabe que hay detras de esa senal, ni quien se la ilumina. Maniobra hasta que el radar le indica que esta en posicion de lanzamiento; entonces suelta la bomba y da media vuelta. Y se va, senor Moncada. Ahora viene el trabajo de la bomba. Porque la bomba busca el blanco que le estan iluminando, mientras cae corrige levemente su trayectoria, hasta que llega al suelo y bum, fin de todo. El piloto ya vuela hacia casa, sin saber a quien ha matado, porque no hace falta que lo sepa. Solo es preciso que alguien le ilumine el blanco. Y el que lo ilumina no ha tirado la bomba, sabe quien muere, o lo sospecha, pero el no ha matado a nadie. Al final, la unica asesina es la bomba. Es un montaje perfecto, con el que nuestro gobierno sacude su violencia alli donde resulta necesario. ?No adivina por que le cuento esto? A una escala mas modesta, mis amigos y yo somos como el piloto que tira la bomba laser. No sabemos a quien jodemos, ni por que, ni para quien, y tampoco hace falta. Es mas: no saberlo es lo que nos hace inflexibles.

Kyriakos estaba radiante. Se puso en pie, se ajusto la corbata y se abrocho la chaqueta, con dedos diestros. Greg y Keith tambien se levantaron, aunque mas cansinamente.

– Con esto termino -dijo Kyriakos-. Ahora vera con claridad que carece de sentido que denuncie a la policia lo que ha sucedido aqui esta tarde. En el mejor de los casos, y ya seria demasiado bueno, detendrian a Kyriakos, Greg y Keith, que no saben nada, y dentro de una semana vendria otro piloto, pero no le ofreceria la ingeniosa solucion que hemos acordado ahora. Tampoco nosotros, desafortunadamente, estaremos en condiciones de rehacer el trato si usted incumple su parte y nos vemos obligados a volver a entrevistarnos con usted. Lo que haremos entonces puede deducirlo de lo que antes le rogaba que guardase en su memoria: todo lo que hemos estado hablando acerca de la funcion social de la violencia. Que tenga un buen domingo, senor Moncada. Confio en que no volveremos a vernos.

Kyriakos salio el primero, liviano y agil como una gacela. Greg y Keith le siguieron y cerraron sin dar portazo. Eran gente respetuosa, con el sosiego y la propiedad ajenos. No habian ensuciado nada, ni siquiera habian dejado olor. Aquella tarde me quede sentado en el sillon hasta que se fue la luz, y por la noche, arropado hasta el cuello aunque no hacia frio, estuve recordando palabra por palabra la teoria de Kyriakos sobre la inclemencia de las franjas de desequilibrio, en las que un hombre normal podia caer mas facilmente de lo que se creia, arrastrado por el azar o la culpa, o por una mezcla de ambos.

6.

Tan vulnerable

Segun asegura una cancion, junio es uno de los mejores meses en Nueva York, porque ya no hace frio pero todavia no hace un calor agobiante, y los dias son largos y las noches despejadas. Junio tambien es un mes bueno

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