joven a quien entonces tampoco se le acusaba de nada concreto. Por aquella epoca no eran mas que dos posibilidades, entre muchas otras. Que curioso es examinar los hechos a la luz de otros hechos posteriores.

– Curioso e insolito. Su oficio resulta muy emocionante.

– Puede creerme si le digo que esa noche me acoste a las cuatro y apenas pude conciliar el sueno. Ya se habia dado orden de buscarle y me parecia inaceptable que le localizaran mientras yo dormia.

– El resto de la historia puedo imaginarlo. Tratasteis de encontrarme buscando entre las personas que se habian registrado en hoteles o apartamentos, pero no conseguisteis nada, porque para entonces yo ya disponia de una identidad falsa. Asi que sometisteis a Lucrecia a vigilancia permanente y en cuanto me acerque a ella tuvisteis mi rastro. Me seguisteis hasta el apartamento, y una vez que supisteis donde me refugiaba pusisteis a un centinela frente al edificio mientras tu me acompanabas a distancia, para ver en que ocupaba el tiempo. Y hubo suerte, porque en la primera de mis expediciones fui a comprar municion a un tipo del que debiais tener algunas referencias. Asi que en cuanto volvi al apartamento te uniste al centinela y os dispusisteis a detenerme. Por desgracia, el centinela no habia sido muy disimulado y pude escaparme. Lo que no entiendo es por que no me detuvisteis en cuanto disteis conmigo.

– Por diversas razones. Para empezar, podias tener algun socio.

– Absurdo. Debiais haberlo descartado, por mis antecedentes y lo que sabiais de mi personalidad.

– Sabiamos de tu complicidad con Lucrecia.

– Eso es una falsa impresion.

– Lo dudo. En cualquier caso, las apariencias invitaban a creeros de acuerdo. Y esa era la segunda razon para no tener prisa por detenerte.

– ?Por que? ?Que otras consecuencias sacabas de mi presunta complicidad con ella?

– Que no eras un asesino, al menos en la opinion de Lucrecia. No es probable que alguien encubra al asesino de su hermana.

– Ni imposible.

– Lucrecia no tenia ningun motivo para estar interesada en la muerte de Claudia. Tampoco hay que complicar demasiado las cosas de entrada. Si han de complicarse ya suelen hacerlo solas.

– Como tecnica de economia policial puede servir, pero no para retrasar mi detencion o al menos mi interrogatorio.

– Habia algo mas.

– Que.

– El cuadro.

– ?Que cuadro?

– No intentes convencerme de que no lo sabes. Todos lo saben en el mundillo. La musica, de Gustav Klimt. No el pequeno de 1895, sino el grande, pintado en 1898 y, segun la historia oficial, quemado por los alemanes en la guerra. Tu amigo Echevarria murio por causa de ese cuadro. Por encontrarlo o por inventar que lo habia encontrado. Desde hace un ano hay mucha gente obsesionada con el mito del cuadro perdido. Personalmente, no descarto que fuera la causa de que asesinaran a Claudia Artola. A alguien se le debio ocurrir de repente que ella podia tener el cuadro, aunque era notorio que hacia anos que ella y Echevarria no formaban un matrimonio feliz. O bien hubo algo mas que una ocurrencia repentina.

– Perdona un segundo. Hace tanto que estoy fuera de esto que me cuesta asimilar. De modo que todo ha sucedido por un cuadro que no existe. Pero la policia tambien cree que existe, y hasta imagina que yo puedo saber donde esta.

– A estas alturas, y con todo lo que ha pasado, la policia no puede desechar nada. Un tipo se medio suicida despertando la peligrosa codicia de sus enemigos, un ano despues su mujer es estrangulada y para acabar de enredar el panorama un antiguo camarada que llevaba una vida de ermitano desde hace una decada se planta en Madrid y se encuentra varias veces con la hermana de la difunta. Demasiado jaleo para que no haya algo detras. No soy propenso a creer en historias fantasticas, pero lo soy menos a admitir que una sucesion de hechos tan singulares sea solo fruto de la casualidad.

– Asi que esperabais que os condujera hasta el cuadro. ?Y por que no seguisteis esperando?

– En cuanto supe que ibas armado pense que tal vez me hubiera equivocado en mis suposiciones. No podia esperar a averiguarlo cuando acribillaras a alguien. Ademas, si te cogia con un arma y municion tenia algo de que acusarte. Eso podia incitarte a colaborar.

Mientras escuchaba a aquel policia diligente y precipitado me maravillaba de la malvada precision con que Pablo habia calculado que yo no habia de enterarme de la causa de su muerte antes de leer su mensaje escondido al final de un intrincado laberinto. Habia asegurado que el padre Francisco no me diria nada, utilizando cualquier argucia, y habia previsto que del resto de los iniciados solo hablaria con Jauregui y con Lucrecia, que tampoco me dirian nada o peor aun, me dirian lo que el queria que me dijesen. Me habia puesto en las manos dados trucados, y jugando solo con ellos habia permanecido ignorante de algo que incluso aquel estudioso pero ingenuo muchacho sabia. Y ahora, una vez cumplido el juego en la manera en que el antojo de Pablo lo habia dispuesto, me encontraba con la dudosa recompensa de que la situacion se habia invertido y era yo quien sabia de La musica lo que los demas, seguramente Jauregui y Lucrecia incluidos, no alcanzaban a sonar.

Desde aquel conocimiento solitario, senti de pronto el deseo malsano de abusar de Ramirez.

– Reconozco, inspector, que has sido relativamente habil. Pero detecto en tu actuacion algunos errores de bulto. Primero: si estaba confabulado con Lucrecia, ?por que en lugar de callar acerca de mi ella dio mi nombre en cuanto la interrogaste, aunque se reservara mi apellido?

– Francamente, no lo se. Pero esto no son matematicas.

– Segundo: antes de apostar por mi inocencia en funcion de mi supuesta confianza con Lucrecia, ?por que no investigaste donde estabamos los dos la noche en que mataron a Claudia?

– Lucrecia estaba en una cena con personal de su departamento. Nueve testigos. Coartada impecable.

– ?Y yo? ?No le preguntaste al director del balneario, durante aquella conversacion telefonica?

– No. Y reconozco que eso fue una omision imperdonable.

– Asi que no tienes la menor idea de donde estaba yo esa noche.

– No he dicho eso. Ayer volvi a hablar con tu jefe, o ex jefe. Ya no esperaba que regresaras, por si te interesa saberlo. Le hice esa pregunta que se me olvido hacer la primera vez. La noche en que asesinaron a Claudia no estabas en el balneario. Habias pedido otro extrano permiso con cargo a vacaciones acumuladas.

Me sorprendio la calma con que Ramirez dijo aquello, que era practicamente una acusacion. Tambien me desconcerto verme cazado en mi propia trampa. Pero tuve la serenidad necesaria para preguntar:

– ?Y como se te ocurrio llamar ayer a mi jefe?

– Por otro suceso singular. El ultimo de la cadena hasta ahora. Ayer encontramos dos cadaveres en un piso de un barrio periferico. Ella se llamaba Ines Aranda. No tenia nada de particular, que sepamos, salvo que murio estrangulada, como Claudia Artola. El tipo era harina de otro costal. Oscar Larrosa, un celebre secuaz de Echevarria que llevaba un ano aparentemente fuera de la circulacion. Lo mataron con una pistola del nueve corto, una Astra muy antigua, un arma bastante rara. Como esa con la que me estas apuntando. Fue como dejar el DNI, Galba. Por no faltar, no faltaban ni tus huellas dactilares. Estaban por todo el piso. Incluso te vio salir algun vecino, para rematar la faena.

Ramirez disfrutaba visiblemente. Era su momento y yo lo habia procurado con ciega torpeza. Debia haber calculado que no les habia sido dificil relacionarme con lo ocurrido en casa de Ines. Si habian logrado lo mas dificil, nada les impedia descifrar lo que era obvio.

– Comprendo, inspector. De modo que me teneis cogido. Todo esta aclarado y todas las pruebas me senalan.

– No hay por que ir tan deprisa.

– ?Que puede deteneros?

– Cuando hable con el director del balneario, ayer por la manana, todavia no teniamos los datos del estudio forense. Nos los dieron a mediodia. Claudia Artola e Ines Aranda fueron estranguladas por un individuo de manos muy grandes. Mucho mas grandes que las tuyas. Curiosamente, las marcas concordaban perfectamente con las dimensiones de los dedos de Oscar Larrosa. Solo se te imputa una muerte, Galba. Y tal vez tenias buenas razones para causarla. Tu situacion no es tan grave, si cooperas y nos ayudas a despejar los puntos oscuros que nos quedan. Nadie va a llorar a Oscar Larrosa.

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