– ?Preguntas para que te responda o es solo la rutina de fingir?

– Ven, luchemos dentro. Los vecinos son gente de poca imaginacion.

Entre, sintiendome medido de arriba abajo por su mirada impertinente. Al pasar junto a ella note que olia a ducha reciente y a colonia fresca.

– Ha sido una tarde larga -explico-. Si te asomas con disimulo a esa ventana podras ver abajo un coche azul. Dentro hay dos policias. Llevan ahi desde las cuatro, mas o menos. Este mediodia alguien encerro a un companero suyo en el trastero que hay abajo, en el portal. Apenas me lo contaron me puse a vigilar la calle hasta que les vi hacer el relevo. Desde entonces no se han movido de ahi. ?Como has conseguido pasar sin que se enteraran?

– Tenia demasiadas ganas de verte.

– Ya me estas viendo.

Se sento en el sofa y cogio de la mesa una taza que estaba a medias. Tomo un par de sorbos, con la mirada perdida en el vacio. Tenia exactamente la misma forma que Claudia de juntar las rodillas al sentarse. Algo relacionado con el Liceo frances, deduje sin afan de acertar.

– Estaba tomando te -informo-. No tienes cara de tomar te, pero si quieres otra cosa tal vez pueda dartela.

– No te molestes por mi.

– De acuerdo.

Me sente frente a ella y estuve contemplandola en silencio durante medio minuto. Lucrecia mantenia sus ojos apartados de donde pudieran encontrarse con los mios, y goce sin escrupulos de la oportunidad de examinarla a mi antojo. Aquel pequeno cuerpo insolente permanecia quieto, ajeno a mi observacion, esforzandose por parecer sereno e inmune. Pero adverti que su inmovilidad no era tanto desprecio como un modo de impedir fallos, no tanto indiferencia como resignacion a que yo estuviera alli. Aguarde sin prisa, decidido a no ser yo quien la salvara de su momentanea vulnerabilidad. Abajo habia un coche azul con dos policias, al otro lado de la ciudad Ramirez debia haber descubierto ya mi subterfugio. Pero de pronto me sentia otra vez invadido por aquella oscura especie de paz que me habia ayudado a remitir sin titubeos a Begona hacia la trampa que habia dispuesto para su padre. Aquella paz cuyo origen era el presentimiento de que ninguna interferencia me impediria cumplir hasta el final mi lugubre tarea.

– Bueno, ya esta -hablo al fin.

– Ya esta, ?que?

– Ya no tienes preguntas. Viniste a buscar. ?Que te parece lo que has encontrado?

– Cuentame mejor que te parece lo que has encontrado tu, Lucrecia.

– ?Lo que he encontrado? -rio, sin ganas-. Yo no buscaba nada. Yo estaba aqui y aqui sigo. Todo lo que queria hacer estaba hecho antes de que tu vinieras.

– ?Por que continuaste el juego, entonces?

– Yo nunca he jugado, ni contigo ni con nadie.

– Si, creo recordar que eso ya me lo dijiste hace dias. Entonces me mentias bastante. ?Por que he de creerte ahora?

– No decidire eso por ti. ?Que vas a hacer conmigo?

– ?Cual seria tu preferencia?

– Ya discutimos demasiado ese asunto. No parecias muy partidario.

– Quiza no me interesabas lo bastante.

Lucrecia dibujo una sonrisa que oscilaba entre el desconcierto y la depravacion.

– ?Te intereso mas ahora?

– Puedes jurarlo. El rojo te sienta bien. Es por la piel tan blanca.

– No esperaba que lo vieras asi.

– No lo sabes todo de mi. Aunque he hecho de imbecil no soy absolutamente imbecil. Si lo fuera estaria ahora en cualquier callejon con la bala de algun pistolero de Jauregui enfriandome los sesos. O en la comisaria, tratando de acusarte de todo. Pero estoy aqui, tranquilamente sentado mirandote. Y mientras yo disfruto de esa huesuda hendidura que se abre entre tus pequenos pechos, Jauregui y la policia estaran entretenidos en la complicada tarea de entenderse.

Lucrecia se miro de reojo y dijo:

– ?Crees que eres mas fuerte por hablar de mis pechos?

– No me importa la fuerza. En estos dias he visto catastrofes desencadenadas por el ser mas debil que conoci. Y cuando las imagino era mas debil de lo que nunca habia sido. Hablo de tus pechos porque un dia sone que hablaba de unos que quiza se les parecian.

– ?Y que otras cosas has sonado? Quisiera saber si podre estar a la altura.

– Seguro que si. Tambien sone que comias del plato que dejaba Claudia.

– Eso no es muy ingenioso.

– Ni sorprendente, a estas alturas. Pero me gustaria saber una cosa. ?Quien busco a quien? ?Fue Pablo quien te busco para consolarse de ella o tu quien le buscaste para tener algo de lo que ella habia tenido?

– Antes has elegido una de las dos teorias.

– He dicho que lo sone, no que lo pensara.

– ?Que es lo que piensas, entonces?

– Pienso que Pablo necesitaba encontrar a alguien que estuviera todavia mas loco que el. Alguien cuya locura no fuera sobrevenida como la suya, sino una especie de tara de infancia o de nacimiento. Alguien que le hiciera el trabajo que ni siquiera el queria hacer. Y pienso que lo encontro. Admito que de entrada me deslumbraste, Lucrecia. El primer dia que te vi no sospeche ni una minima parte de tu enfermedad. Igual debio de pasarle a el. Seguramente le cautivo de ti ese rastro desvaido de la belleza de Claudia. Eras como ella, aunque tu rubio fuera mas impuro, tu piel mas amarillenta, tu cuerpo mas fragil y esqueletico. Al principio se quedo con la similitud, pero poco a poco cayo en la cuenta de las diferencias y se pregunto por el motivo. Hasta que lo averiguo. Eras una especie de Claudia lisiada, de cuerpo y de espiritu. Donde ella era prodiga tu eras avariciosa, donde ella escapaba sin que pudiera retenerla tu te quedabas enquistada. Y comprendio que eras lo que le hacia falta. Solo tenia que planear como utilizarte.

– Magnifico. Tienes una vision muy completa, para no haber estado alli.

– No tan completa. Me faltan algunos detalles esenciales.

– ?Por ejemplo?

– Fechas. Se que hace diez anos Pablo no te conocia. Tu y lo que quedaba de tu familia le evitabais como a un apestado. ?Cuando os encontrasteis?

Lucrecia hizo como que no habia oido. Se echo hacia atras y adopto un aire meditabundo. Despues dejo la taza sobre la mesa. Suspiro y empezo a contar bruscamente:

– Hara unos tres anos. Fue el quien vino a verme, y la primera impresion que me produjo fue lamentable. Era un tipo arruinado, harto de compadecerse. Conducia un deportivo caro y llevaba ropa de cretino. Le temblaban las manos y sus ojos envejecidos proclamaban que ya solo le estimulaban las jugadas desesperadas. Se planto en mi puerta, pregunto si sabia quien era y cuando le dije que si, de mala gana, me invito a cenar. Le di un portazo en las narices, pero dos minutos mas tarde volvi para espiar por la mirilla y vi que seguia ahi. Sali con el esa noche, y cuando desperte a la manana siguiente estaba en mi cama, todavia borracho. No voy a explicarte nada sobre como y por que sucedio. Si te dire, por si confirma algun otro de tus suenos, que aquella noche Pablo me arranco la ropa llorando, me golpeo sin dejar de llorar y al final se desplomo sobre mi. En cuanto consegui despejarle le eche de mi casa, pero regreso por la tarde, obligandose a creer y a hacerme creer que estaba enamorado. Le trate a patadas durante un par de semanas. No le abria la puerta, le colgaba el telefono, devolvia sus flores. Hasta que entendi que de aquel modo no me lo quitaria nunca de encima.

– Asi que cambiaste de tactica. Te enamoraste de el.

– Nunca me he enamorado de ningun hombre.

– Desde luego. El amor es cosa de seres desordenados. ?Que hiciste, entonces?

– Le deje acercarse, poco a poco, procurando que no confundiera. Por aquella epoca solo buscaba a Claudia y lo hacia de una manera inmunda. Ella le desafiaba abiertamente y el no se atrevia a destruirla. Preferia huir creyendo que en mi Claudia estaba a su alcance, pero yo no naci para aliviar impotencias. A medida que le fui conociendo entendi que su unica posibilidad era que alguien le ayudara a vencer la inferioridad que padecia frente

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