Mientras tanto, los militares descontentos preparan otra intentona. Es su cerebro el coronel Segundo Garcia, y entre sus socios estan los generales Weyler, Aguilera y Batet y el luego celebre capitan de infanteria, veterano de la Legion, Fermin Galan Rodriguez. Tras la conjura hay tambien politicos de diversas tendencias, entre los que destaca el conde de Romanones, e intelectuales como Machado, Ortega y Gasset, Blasco lbanez y Gregorio Maranon. Tambien se espera poder contar con parte de la Guardia Civil de Madrid.
La intentona, conocida como
El ascenso de Burguete a la cartera de Guerra obliga a buscar un nuevo director general para el cuerpo. El elegido es el teniente general Jose Sanjurjo Sacanell, heroe de la guerra de Cuba, donde sirvio a las ordenes del comandante Cirujeda (el que acabara con Antonio Maceo), y de las campanas marroquies, en las que habia cosechado dos cruces Laureadas de San Fernando, la maxima condecoracion militar espanola, amen del titulo de Marques del Rif. Fue un director general carismatico y paternalista, apreciado por los guardias de toda clase y condicion por su disponibilidad para atender sus problemas, y que por su parte desarrollo tal apego por el cuerpo que llego a decir que era «una orquesta donde los profesores saben perfectamente su mision, y el que la dirige apenas tiene que hacer otra cosa que mantener en la mano su batuta». Al mando de la Guardia Civil le toco hacer frente a otra intentona politico-militar en enero de 1929. La accion, rapidamente abortada, triunfo sin embargo en Ciudad Real, donde los efectivos del primer regimiento de artilleria ligera se hicieron con el control. Tras un incidente con los guardias civiles del puesto de Miguelturra, que se negaron a unirse a la sublevacion, la noticia de que son los unicos que se han alzado lleva a los artilleros a deponer su actitud. El general Sanjurjo se presenta en Ciudad Real y dirige la detencion por la Guardia Civil de todos los jefes y oficiales del regimiento.
Pero mucho viaje a la fuente acaba rompiendo el cantaro. Con Primo de Rivera acabaria a la postre otro levantamiento militar, organizado a comienzos de 1930 por el general Manuel Goded, heroe de la guerra marroqui y a la sazon gobernador militar de Cadiz, junto con numerosos militares republicanos (entre ellos, el general Queipo de Llano y el aviador Ramon Franco, hermano de Francisco, ascendido ya a esas alturas a general por sus acciones belicas en el protectorado). Para pararlo, el dictador escribio a todos los capitanes generales y jefes de los cuerpos de Guardia Civil y Carabineros, sondeandolos sobre su adhesion. Todos se la manifestaron, pero no a el, sino al rey. Decepcionado, Primo de Rivera presento la dimision. En su lugar, el rey nombra al general Berenguer, conde de Xauen, un militar cortesano y mas bien desacreditado por su ejecutoria en Marruecos (donde era Alto Comisario en los dias del desastre) que intenta una politica conciliadora como paso previo al restablecimiento de la normalidad constitucional. En la sombra parecen maniobrar los viejos politicos del regimen, para renovar el rancio bipartidismo caciquil. Pero el pais ya es un hervidero de republicanos de toda especie y condicion.
Por la republica apuestan abiertamente politicos moderados, como Alcala-Zamora y Miguel Maura, intelectuales como Unamuno (y con el, las masas estudiantiles de todo el pais, en la represion de cuyas algaradas han de emplearse una y otra vez los guardias civiles y de Seguridad) y un numero creciente de militares agrupados en la Asociacion Republicana Militar (ARM), que propugna una republica democratica proclamada por medio de un «movimiento popular apoyado por el ejercito». El 17 de agosto de 1930 se reunen en el Circulo Republicano de San Sebastian los dirigentes republicanos mas importantes: Alejandro Lerroux, Manuel Azana, Santiago Casares Quiroga, Niceto Alcala Zamora, Miguel Maura y los socialistas Indalecio Prieto y Fernando de los Rios, entre otros. Es el llamado pacto de San Sebastian, por el que se acuerda apoyar por las masas el movimiento republicano «cuando las tropas hayan salido a la calle». En octubre, los componentes del pacto se constituyen en Gobierno Provisional de la Republica, mientras se sigue conspirando para determinar como ha de ser proclamada. Los militares no quieren lanzarse ellos, y que parezca una cuartelada mas, y los civiles han acordado que el paisanaje espere a que las tropas salgan de los cuarteles. En esas, el 12 de diciembre de 1930, el capitan Fermin Galan, rehabilitado tras indultarsele de la condena impuesta por su participacion en la Sanjuanada, se subleva en Jaca, donde se halla destinado. Lo secunda el capitan Garcia Hernandez. Galan proclama la republica y anuncia en su famoso bando de articulo unico que quien se le oponga «sera fusilado sin formacion de causa». La Guardia Civil de Jaca no se suma a la rebelion. Atrincherados en la casa-cuartel, los guardias disparan contra los sublevados. En el tiroteo muere el sargento comandante del puesto y los rebeldes desisten de tomar la dependencia benemerita, que dejan rodeada y vigilada.
Casares Quiroga, que habia llegado esa misma madrugada a Jaca, informado de las intenciones de Galan y con el encargo de disuadirle de ellas, y que por estar agotado del viaje se habia echado a dormir, descubre con espanto al despertar que el impulsivo capitan ya se ha echado al monte. Le recrimina que por su imprudencia la republica se ha perdido; pero Galan, que se ha lanzado ante la indecision de los politicos y contra la amistosa advertencia de Mola, a la sazon director general de Seguridad, y que lo conoce y respeta por su valor en Marruecos, ya no pude retroceder. Con una columna de mil hombres marcha sobre Huesca. En el camino se encuentra con el general Las Heras, gobernador militar, acompanado de una seccion de guardias civiles. En la refriega mueren un capitan y un guardia y quedan malheridos un teniente y el general, que fallecera dias despues. A la altura de Ayerbe sale al paso de la columna el general Dolia, con tropas de Zaragoza y Huesca. Capturado Garcia Hernandez por las fuerzas gubernamentales, Galan, rodeado y sabiendose perdido, se entrega al alcalde de Biscarrues. Tras un consejo de guerra sumarisimo, los dos capitanes caen ante el peloton de fusilamiento. Con ambos, luego convertidos en martires de la Republica, muere la ensonacion de un mundo nuevo, que Galan plasmara en sus escritos, vehementes, visionarios y un punto ingenuos, pero acaso no tan delirantes como se ha dado en reputarlos (como cuando vaticina, por ejemplo, la inevitable implosion del entonces pujante comunismo, o la inutilidad de la persecucion de los religiosos). Para Sanjurjo, no obstante, su derrota es una gran noticia, y el heroismo de los guardias caidos al oponersele, una pagina de gloria del cuerpo que se apresura a ponderar en los mas altos terminos en una orden general que hace llegar a todos sus hombres.
Otra intentona en Madrid, tres dias despues, con protagonismo de un Ramon Franco que sobrevuela el Palacio de Oriente para bombardearlo, desistiendo en el ultimo momento al ver a unos ninos jugando, tambien logra abortarla el gobierno. Pero la monarquia, asentada sobre la constitucion fosil que urdiera Canovas medio siglo atras, hace aguas por todas partes. La sentencia Ortega y Gasset con su famoso
El escritor y aristocrata Agustin de Foxa nos deja, en su novela
Aquello lleno de indignacion a la Corte. Porque los guardias civiles eran ya la ultima garantia de un regimen que se desmoronaba. Y era triste pensar que aquellos majestuosos caballeros de las ordenes militares y aquellos gentileshombres y mayordomos, y los del brazo militar de la nobleza de Cataluna y los maestrantes de Sevilla y Zaragoza que trepan por la desnudez de su arbol genealogico hasta llegar a la pureza del octavo apellido y los fastuosos primogenitos de los Grandes, indolentemente apoyados en las mesas de marmol junto a los lentos relojes musicales, y los Monteros de Espinosa que entre la nevisca y la piedra gris de El Escorial custodian los ataudes de los Reyes antes de meterlos en el pudridero, que toda aquella espuma de la Historia de Espana, la nata y flor de los mas bellos nombres de Castilla, tuvieran que confiar la defensa de la monarquia a aquellos
