hombres modestos y asalariados, a aquel tricornio charolado y temible, bueno para enfrentarse con los bandoleros y los gitanos, pero incapaz para detener el curso implacable de la Historia.
En tan agitado ambiente, que demostraba que de facto la monarquia ya no existia como regimen politico, se celebraron las elecciones el 12 de abril. Despues de tantos anos sin acudir a las urnas, los ciudadanos se agolpan en los colegios electorales. En el ministerio de la Gobernacion empiezan a recibirse noticias alarmantes de los recuentos. La monarquia resultaba barrida incluso en el distrito de Palacio de Madrid, habitado en buena medida por personal al servicio de la Corona. Segun empezaria a decirse pronto por Madrid, por el rey no votaron ni sus alabarderos. Treinta y cinco capitales caian del lado de la opcion republicano-socialista. Los monarquicos sacaban mas concejales, pero solo en las localidades mas pequenas. Romanones, ministro de Estado del gobierno Aznar, se dirige a Sanjurjo y le pregunta si se puede contar con la Guardia Civil. Observese el rapto de insensatez del ministro cortesano, que sugiere nada menos que la posibilidad de anular por la fuerza la abrumadora voluntad del pueblo (los resultados rurales estaban muy condicionados por el sistema caciquil de compra de votos, y en aquel contexto eran casi irrelevantes). Para llevar a cabo el desatino, invoca Romanones el sempiterno conjuro: los sables y los mauseres benemeritos. Pero al frente de la Guardia Civil se encuentra alguien mucho mas consciente de la realidad. Sanjurjo, que apenas dos semanas antes ha recibido del monarca la orden de Carlos III (la ultima que Alfonso XIII concederia como rey) se muestra circunspecto y responde con cautela al ministro: «Estos resultados produciran hondo efecto». Y remata: «Hasta ayer por la noche, podia contarse con ella». A buen entendedor, si el conde lo era, con esas pocas palabras bastaba.
El ministro de la Guerra, Berenguer, sin consultar a nadie, cursa a los capitanes generales y a la direccion general de la Guardia Civil un telegrama en el que reconoce la derrota monarquica y pide a sus subordinados que procedan con la maxima severidad, manteniendo a toda costa la disciplina y prestando la colaboracion que se requiera para preservar el orden publico. Y anade que los destinos de la patria han de seguir «el curso logico que les imponga la suprema voluntad nacional». Los miembros del gobierno, con su presidente al frente, saben ya que no pueden sofocar por las armas lo que de las urnas ha salido. Romanones admitira que es el fruto de ocho anos de errores, aunque quiza es muy autoindulgente en las cuentas. Desde hace algunos mas de ocho anos, el rey y su camarilla, de la que don Alvaro de Figueroa, conde de Romanones, forma parle, estan levantando piedra a piedra, desproposito a desproposito, y muerte a muerte, el edificio del regimen que alborea en el horizonte. Haciendo republica.
Los miembros del Gobierno Provisional de la Republica se reunen en casa de Miguel Maura. Pasado el mediodia del dia 13, difunden una nota en la que declaran que las elecciones han tenido el valor de un plebiscito desfavorable a la monarquia y favorable a la republica, con el valor de un «veredicto de culpabilidad contra el titular del Supremo Poder». Comienzan a aparecer banderas tricolores en las calles, y el gobierno, desmoralizado, no acierta a encontrar una solucion.
Esa misma noche, segun unas fuentes, o a la manana siguiente, segun otras, Sanjurjo cursa el siguiente telegrama cifrado a los jefes de tercio del cuerpo: «Disponga V. S. las ordenes convenientes para que las fuerzas de su mando no se opongan a la justa manifestacion del triunfo republicano que pueda surgir del ejercito y del pueblo». El hecho cierto es que en las primeras horas del dia 14 la Guardia Civil protege los principales edificios publicos madrilenos, pero no hace nada por impedir la manifestacion espontanea de jubilo popular que a lo largo del dia se va extendiendo por la calle de Alcala y la Puerta del Sol, ante el enojo del ministro de la Gobernacion. El todavia director general de Seguridad, Emilio Mola, que constata la pasividad de la fuerza publica, opina que la Guardia Civil respondera a lo que se le requiera, pero no asi el resto del personal a sus ordenes. El caso es que segun algunos testimonios se llego a ordenar a los guardias civiles que protegian el ministerio de la Gobernacion que disolvieran a la gente que empezaba a congregarse enfrente, y el capitan al mando de la fuerza le dijo al responsable politico que si tal intentaba, los guardias no lo seguirian. De lo que no cabe duda es de la nula disposicion de los guardias de Seguridad alli presentes. Uno de ellos era el abuelo materno de quien esto escribe y, segun su testimonio, todos los agentes se negaron en redondo a cargar contra los manifestantes. En cualquier caso, el mensaje que le llega al rey es que los republicanos encuentran adhesiones en el ejercito y las fuerzas del orden, y a las once de la manana expone a sus ministros su firme deseo de irse del pais.
El conde de Romanones se reune con Alcala-Zamora, que habia sido su pasante, en casa del doctor Maranon. El lider republicano le asegura al monarquico que Sanjurjo (que ha tenido ya contactos con Lerroux) ha ofrecido su adhesion al nuevo regimen, y le dice que el rey debe partir antes del anochecer. En Barcelona, Lluis Companys se ha hecho con el ayuntamiento e iza en el balcon la nueva bandera. Francesc Macia, a su lado, proclama el
A las siete de la tarde, los miembros del Gobierno Provisional se dirigen al ministerio de la Gobernacion. No llegan hasta cerca de las ocho, por lo que cuesta abrirse paso entre la multitud. Miguel Maura es el primero en entrar, gritando: «?Senores, paso al Gobierno de la Republica!» El piquete de guardias formado en el vestibulo les presenta armas, para pasmo de Manuel Azana, que viene detras, y que durante todo el camino ha temido que los ametrallen al verlos. Josep Pia, en su brillante testimonio de aquellos dias, roza el escarnio al describir el escaso valor fisico de Azana, frente a la desenvoltura, casi chulesca, del lider conservador, que un ano antes habia ido a palacio a anunciarle en persona al rey que se pasaba al bando republicano, porque creia perdida la monarquia y consideraba que no debia dejarse solas a las izquierdas en el nuevo regimen. Ya dentro del ministerio, Maura envia a casa al subsecretario del departamento, maxima y ultima autoridad que en el queda del gobierno monarquico, y se posesiona del despacho del ministro, desde donde empieza a hacer llamadas para designar gobernadores civiles en todas y cada una de las provincias. Alcala-Zamora, entre tanto, dicta los decretos nombrando ministros: Maura en Gobernacion, Azana en Guerra, Lerroux en Estado…
Llamado a presencia del gobierno, comparece Sanjurjo. El nuevo gabinete republicano lo confirma como director general de la Guardia Civil, otorgandole ademas plenos poderes sobre el ejercito y la policia gubernativa. Esto acredita el entendimiento a que Sanjurjo ha llegado con el nuevo regimen, pero tambien que se halla al frente de la unica fuerza con cuya cohesion y ferrea disciplina se puede contar para hacer una transicion ordenada. Otro de los legados del general Zubia, conseguido, como apunta Miguel Lopez Corral, mediante un severo y fulminante regimen de correcciones a los guardias que observaban algun comportamiento indigno, y que, si bien implicaba para los benemeritos una intransigencia hacia sus faltas como no sufria ningun otro uniformado, los hacia los mas fiables de todos. A cambio de su cooperacion, Sanjurjo exige que se facilite la salida de la familia real. El rey viaja hasta Cartagena en coche, protegido por guardias civiles, para alli embarcar en el buque de la Armada que lo llevara al exilio. La reina y los infantes salen al dia siguiente en tren con rumbo a Irun, tambien escoltados por miembros de la Benemerita, con el propio Sanjurjo al frente, que impiden que sean agredidos en las estaciones intermedias y los llevan indemnes hasta la frontera de Francia.
Por su famoso telegrama, y por esta rapidez en ponerse al servicio de las nuevas autoridades, se ha senalado a Sanjurjo como clave (y desde algunos sectores monarquicos como culpable) del advenimiento de la II Republica. No puede decirse, que el director general de la Guardia Civil fuera un fervoroso republicano, aunque hubiera tenido sus fricciones con el rey. Mas bien cabria interpretar que en aquella encrucijada historica se encontro en un puesto donde las circunstancias lo abocaron a comportarse como lo hizo. Porque estaba al frente del cuerpo que llegada la crisis estaba llamado, por historia, vocacion y capacidad, a asumir el peso del mantenimiento del orden publico. Y eso le hacia demasiado dificil oponerse al curso de unos acontecimientos que ya habia marcado de manera inequivoca la expresion de la soberania popular. Pero por otra parte, era natural que los nuevos gobernantes lo buscaran, y buscaran el entendimiento con el, porque tambien ellos necesitaban contar con la fuerza que dirigia, para evitar el caos y mantener en pie la arquitectura basica del Estado.
La confianza que en la Guardia Civil pusieron los republicanos, y a la que ella respondio con prontitud y eficacia, protegiendo la instauracion del nuevo regimen, vino a demostrar que, tras el calvario que habia atravesado en la monarquia alfonsina, la Benemerita se las habia arreglado para escapar a su podredumbre. Aquel nuevo alarde de supervivencia ratificaba su fortaleza como institucion. Oportunamente, porque fortaleza iba
