a hacerle falta, en el siguiente lustro.

Capitulo 11

De Doval a Condes: gestando el desastre

«La voluntad popular ha querido la Republica y la Guardia Civil respetara y defendera la legalidad establecida por las urnas». Asi se expresaba su director general, Jose Sanjurjo, poco despues del 14 de abril de 1931. Confirmado en su puesto por el gobierno provisional, es decir, con la aquiescencia de Maura y Azana, tambien recibio la confianza del gabinete que salio de las primeras elecciones, a Cortes constituyentes, el 28 de junio de 1931. Para entonces ya se habia hecho evidente que no iba a ser nada facil obedecer y prestar servicio a una republica que nacia profundamente dividida, con enemigos poderosos a diestra y siniestra, y sin que su sola proclamacion, como en definitiva era logico, borrara de un dia para otro los graves desequilibrios y tensiones que habian despachado al exilio al titular de la dinastia.

El pais se hallaba sumido en una crisis economica pavorosa, tras el crack del 29, que entre otras cosas habia llevado a la insolvencia a las arcas publicas. Los sectores mas radicales del movimiento obrero (sobre todo, los anarquistas, pero tambien fracciones del PSOE) se sentian poco representados por una republica que en seguida percibieron como burguesa. Los derrotados monarquicos, entre los que se hallaba buena parte de la oligarquia urbana y rural, asi como el grueso del clero, la reputaban en cambio demasiado extremista y revolucionaria. Si a eso se le sumaban los incipientes movimientos fascistas, imitadores de sus homologos de Italia y Alemania, y que cuajarian en la Falange Espanola fundada en 1933 por Jose Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador, el panorama se presentaba mas que sombrio.

Y en especial lo era para la Guardia Civil, cuya actitud en el advenimiento de la Republica no habia borrado para los mas izquierdistas su imagen de represora del pueblo (asi lo evidenciaba la prensa anarquista y comunista, que pedia su disolucion como representante de la «Espana oscurantista y sanguinaria») ni tampoco habia desterrado en los mas derechistas las esperanzas de que se comprometiera en el derribo del regimen republicano. Asi se desprenderia de la defensa cerrada que desde sus medios afines recibio el cuerpo cuando se puso sobre el tapete su posible disolucion, o de los cantos de sirena que una y otra vez le lanzaron desde sectores golpistas y fascistas. Jose Antonio llego a escribir que frente a otras instituciones que caducaban o no medraban «por falla de perseverancia o de solidaridad» la Guardia Civil seguia como siempre: «no mejor ni peor, sino perfecta».

Los criticos no lograron su objetivo. Al principio, y una vez estabilizada la situacion tras la proclamacion de la Republica, miembros del gobierno provisional como Azana se mostraron algo indecisos sobre la conveniencia de mantener el instituto, por la repulsa que suscitaba en buena parte de la poblacion. Pero pronto, cuando los benemeritos empezaron a hacer sacrificios en defensa del orden republicano, se persuadieron de que conservarlo era imprescindible, aunque tambien se lomaran medidas para desarrollar otros cuerpos policiales especializados en lidiar con la conflictividad urbana, que seguia siendo, por su falla de preparacion y equipo especificos, la asignatura pendiente de los hombres del tricornio. De ahi vendria la creacion, a partir del existente cuerpo de Seguridad, del que en adelante se llamaria Cuerpo de Seguridad y Asalto, fundado a comienzos de 1932 sobre la idea de Maura de convertir la llamada Seccion de Gimnasia (los primeros antidisturbios del cuerpo policial) en las Companias de Vanguardia, posteriormente bautizadas como Guardia de Asalto. Los miembros de esta aumentaron a buen ritmo: en 1936 contaba con unos 9.000, entre guardias, suboficiales y oficiales. Pero los guardias civiles siguieron siendo necesarios, no solo para la vigilancia de las vastas zonas rurales, sino tambien, en mas de una ocasion, para hacer frente a las consecuencias de los yerros que la bisonez llevo a cometer a los miembros de la nueva fuerza de seguridad. Tras los sucesos de Castilblanco, en diciembre de 1931, que luego resenaremos, el propio Manuel Azana asumio la defensa de la Guardia Civil, y no seria el unico entre las filas republicanas. Tambien se pronunciaron a favor de los benemeritos Lerroux, Casares Quiroga o el socialista Julian Besteiro. Segun cuenta Azana en sus memorias, este se le presento, en pleno debate, sobre la disolucion, para decirle: «La Guardia Civil es una maquina admirable. No hay que disolverla, sino hacer que funcione en nuestro favor».

Por su parte, tampoco los sectores mas derechistas consiguieron que la Guardia Civil se convirtiera en una amenaza para el orden establecido, por la via de ganarla para las conspiraciones que culminaron con la rebelion o alzamiento de julio de 1936. Lograron atraer a no pocos elementos de entre sus filas, eso es cierto, merced a la desmoralizacion y la irritacion que producian entre los guardias las campanas de acoso al cuerpo lanzadas desde los sectores mas radicales de la izquierda, y que tenian su frecuente secuela en sucesos violentos donde los civiles veian en peligro sus vidas, cuando no dejaban viudas a sus mujeres y huerfanos a sus hijos. Pero este descontento no se tradujo en la defeccion generalizada que buscaban quienes los tentaban y les agasajaban los oidos. La Guardia Civil, como colectivo, siguio obedeciendo a sus jefes nombrados por las autoridades republicanas, asi como a estas, y no dudo en enfrentarse a los actos de sedicion, incluso cuando, como sucedio con la asonada de 1932, habia no pocos de los suyos entre las filas de los golpistas. Y aun en 1936, cuando se hizo efectiva la fractura total de los espanoles, la Guardia Civil dio mas de la mitad de sus hombres a la defensa de la Republica, amen de ser decisiva para que esta retuviera las principales ciudades del pais, donde su fuerza marcaba la diferencia (en sitios mas pequenos, los efectivos del cuerpo, mucho mas reducidos, siguieron a menudo la suerte que por superioridad numerica dictaron las unidades militares sublevadas).

Pero regresando a 1931, la primera prueba de lo que se venia encima se produjo los dias 11 y 12 de mayo, cuando masas de incontrolados se lanzaron a quemar iglesias y conventos, primero en Madrid, y luego en otras ciudades como Valencia, Malaga, Sevilla, Granada, Alicante, Murcia… Miguel Maura, que tuvo noticias previas de que se preparaba algo asi, quiso sacar a la Guardia Civil para impedirlo, pero Azana se opuso, lo que provocaria, dicho sea de paso, la dimision temporal del ministro conservador. El espectaculo de las iglesias ardiendo, las graves perdidas producidas como fruto de aquel acto de barbarie (se perdieron para siempre cuadros de Zurbaran, Van Dyck y Claudio Coello) y sobre todo la sensacion de caos y desorden, consentidos por orden superior, fueron algo mas que un mal augurio. Para contener estos y otros disturbios (toma de tierras, ataques a casas cuartel), se acabo declarando el estado de guerra, con lo que apenas un mes despues de proclamada, la II Republica se veia inmersa en la misma espiral de subversion-represion que habia protagonizado la agonia de la monarquia alfonsina. El anarcosindicalismo se lanzo a una campana de huelgas salvajes, como la de la Telefonica (entonces propiedad de la norteamericana ITT). El 28 de mayo, en Pasajes (Guipuzcoa), un contingente de la Guardia Civil se vio bloqueado en el puente de Miracruz por una masa furiosa de huelguistas y, sin otro medio para restablecer el orden, se abrio paso a tiros. Como resultado, ocho muertos y un centenar de heridos. Lo milagroso, como diria Maura, fue que en lugar tan estrecho la mortandad no fuera mayor. A raiz de estos incidentes se acelero la creacion de la futura Guardia de Asalto y se decidio concentrar a los guardias civiles en su labor en las zonas rurales.

Pero tampoco el campo espanol era precisamente un balneario. La reforma agraria prometida por la Republica avanzaba despacio y entre los recelos de todos: tanto los campesinos, que se impacientaban, como los propietarios, que temian el expolio. Recogida la cosecha de aquel ano 1931, vino el paro agricola estacional, y la incertidumbre y la tension consiguientes, unidas a la necesidad de tantas familias sin recursos, precipitaron los acontecimientos. Los campesinos sin tierras, agitados por propagandistas eficaces, se prodigan en acciones violentas. Por esas fechas ya no es ministro Miguel Maura: tras la renuncia de Alcala-Zamora, por discrepar de la opcion laica y anticatolica que se introduce en la constitucion, el conservador, que tambien voto contra la enmienda constitucional, rechaza el ofrecimiento de Azana, nuevo presidente del gobierno (cargo que combina con la cartera de Guerra) para continuar en Gobernacion. Lo sustituye Santiago Casares Quiroga, a quien le tocara bregar, con Sanjurjo en la direccion general (pero cada vez mas distanciado del gobierno), con uno de los periodos mas negros de la historia de la Guardia Civil. A lo largo de aquel otono menudean las escaramuzas, e incluso los asesinatos a traicion de guardias civiles, por campesinos o activistas anarquistas. Montemolin, Sevilla, Tarrasa, Gilena, Andujar… Toponimos todos ellos que seran sinonimo de luto para la familia benemerita. Pero el que va a llevarse la palma es el de Castilblanco, en Badajoz. Situado en la llamada Siberia

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