hecho no le paso inadvertido a Azana, que pronto tuvo ademas informacion directa de los movimientos de Sanjurjo, a traves de Lerroux, amigo personal del general, que traiciono su confidencia por creer que le debia mas lealtad a la Republica. Sanjurjo, por lo demas, constato en sus viajes las dificultades que entranaba su aventura. Pese a su ascendiente sobre la Guardia Civil, ni siquiera esta se manifestaba resuelta a alzarse contra las autoridades republicanas, salvo el 4o Tercio, con sede en Sevilla, que fue el lugar que escogio para lanzar su rebelion el 10 de agosto. Lo acompanaba el teniente coronel Verea, jefe de la comandancia, que como capitan persiguiera anos atras al
Azana ordeno que el grueso de las tropas marchara sobre Sevilla. Sanjurjo, viendo que solo contaba con los guardias sevillanos para defender su causa, comprendio que la lucha no tenia sentido y se entrego al gobernador civil de Huelva. En el juicio al que se lo sometio (y que termino con una condena a muerte de la que seria indultado con el voto en contra de Casares Quiroga y el favorable de Azana y Prieto) dejo una de esas frases para la historia, y que quiza retrate como pocas otras la realidad incierta y convulsa del pais en que le toco vivir. A la pregunta del juez de con quien contaba para su rebelion, repuso Sanjurjo: «Con usted el primero, si hubiera llegado a triunfar».
La neutralizacion del golpe llevo, entre otras cosas, a una reorganizacion del cuerpo. El 4o Tercio fue disuelto, y muchos de sus oficiales encarcelados o deportados a Villa Cisneros (entre ellos, Lisardo Doval, que en coherencia con su trayectoria como azote del anarquismo andaluz se habia unido al golpe de Sanjurjo). En cuanto a la Direccion General de la Guardia Civil, quedo suprimida. Sus funciones se transfirieron a una Inspeccion General encuadrada en el ministerio de la Gobernacion, lo que dejaba clara la voluntad del gobierno de reforzar la vertiente civil del cuerpo, frente al militarismo que representaba Sanjurjo. Cabanellas, que no habia querido seguir a Sanjurjo en su intentona, pero mostro su disgusto con estos cambios, fue cesado y sustituido en la Inspeccion General por Cecilio Bedia, un general de brigada, lo que rebajaba notablemente el rango militar de la jefatura del cuerpo, que desde 1873, y con la sola excepcion del propio Cabanellas, solo habian desempenado tenientes generales. La intencion de irle restando espacio a la «monarquica» Guardia Civil, y potenciar paulatinamente la «republicana» Guardia de Asalto, era patente.
Pero para desgracia de esta, a comienzos de 1933 los anarquistas, inasequibles al desaliento, lanzaron una nueva ofensiva en el campo andaluz. Y la llamada prendio con especial intensidad en el pueblo gaditano de Casas Viejas, de apenas 1.000 habitantes abocados al hambre por la negativa de los terratenientes a dejarles cultivar las tierras. El 10 de enero, dirigidos por el viejo jornalero Francisco Curro Cruz, conocido por el apodo de
Para rendirlo, el gobernador civil envio un contingente de guardias de Asalto mandado por el teniente Fernandez Artal. El teniente destaco a un emisario, el guardia Martin Diaz, para parlamentar con el viejo anarquista. Pero un tiro proveniente de la choza acabo con su vida. En la manana del dia 12, noventa guardias de Asalto mandados por el capitan Rojas Feigenspan se personaron en el lugar. Segun declararia, traia ordenes terminantes del director general de Seguridad, Arturo Menendez, de actuar sin contemplaciones. Luego se dijo que esas ordenes provenian del propio Azana, que presa de la colera habia llegado a pedir que se les apuntase a los anarquistas a la barriga, para que no hubiera supervivientes. Sea como fuere, el capitan Rojas prendio fuego a la choza y ordeno disparar contra ella. Acabo asi con toda la familia, salvo la pequena nieta de Cruz, que logro escapar de las llamas. A continuacion registro choza por choza el pueblo y detuvo a catorce campesinos, sospechosos de haber participado en la revuelta. Los alineo junto a las ruinas de la choza de Seisdedos, al lado de los cadaveres calcinados y el cuerpo del agente Diaz. Y dio la orden de fuego. Los fusiles tronaron. Catorce muertos mas en Casas Viejas
El hecho causo comprensible horror en la opinion publica. Ramon J. Sender viajo al pueblo para investigar los sucesos, lo que dio como fruto una serie de reportajes, como los que anos atras hiciera sobre el crimen de Cuenca. Recogidos luego en su libro
La matanza de Casas Viejas precipito la caida de Azana y en ultima instancia la convocatoria de elecciones en noviembre de 1933. En ellas votaron por primera vez las mujeres, conquista que le debieron a la republicana liberal Clara Campoamor, y frente a la que se situaria, por ejemplo, la ya mencionada Margarita Nelken, por entender que muchas votarian lo que les mandaran sus confesores. Si lo que temia la beligerante dirigente socialista (y como dato curioso, primera traductora de Kafka al espanol) era que ganaran las derechas, no anduvo descaminada. De aquellos comicios salio un gobierno presidido por Alejandro Lerroux (dudosamente la opcion de los confesores, tras haber declarado en su juventud que a todas las monjas habia que «elevarlas a la categoria de madres») y respaldado por la coalicion derechista CEDA. Se abre asi lo que los historiadores de tendencia izquierdista llamaran
Pero lo peor vendria en 1934. Hubo un aviso en la primavera, en tierras de Extremadura, donde numerosos cuarteles de la Guardia Civil fueron atacados. En Montemolin, cuyo nombre resultaba de nuevo adverso a los benemeritos (ironias del destino: el mismo de aquel torpe pretendiente al que derrotaron una y otra vez), el guardia Emilio Martin fue muerto a hachazos y posteriormente mutilado por negarse a entregar la correspondencia oficial que portaba. Sin embargo, la verdadera prueba iba a llegar en octubre, cuando la UGT de Largo Caballero, ante la posibilidad de que Lerroux incorporase al gobierno a ministros de la CEDA, lanzo una revolucion que estallo con fuerza en la cuenca minera asturiana (no asi en el resto del pais, donde fracaso) y que pillo completamente desprevenidas a las autoridades.
El primer objetivo de los revolucionarios fueron las casas cuartel. Estas, segun se decia en sus instrucciones para la sublevacion, eran «depositos que convenia suprimir». Y se aconsejaba que se estudiaran sus caracteristicas defensivas para encontrar el mejor modo de acabar con ellas. Los revolucionarios estaban bien surtidos de dinamita, y este fue el medio principal para demoler la resistencia que los benemeritos, como en ellos era obligado y habitual, opusieron a la revuelta. A lo largo del dia 5, noventa y ocho casas cuartel fueron
