incomunicar a los ocupantes de Congreso y en definitiva neutralizar el golpe, los hay que simpatizan con los que estan dentro. Quiza por eso, el cordon de seguridad resulta bastante permeable, permitiendo numerosas entradas y salidas. Dos guardias civiles enviados al Congreso por los responsables del CESID (el centro de inteligencia de la Defensa), para evaluar la situacion, regresan a las dos horas diciendo que han visto a sus companeros con muy buena moral y que»tiene todo muy buena pinta», lo que no deja lugar a dudas de sus simpatias y aconseja al oficial responsable, y futuro director del centro, Javier Calderon, quitar rapidamente de en medio a aquellos dos elementos. Pero para entonces ya ha empezado a extenderse, entre los guardias civiles, una sensibilidad muy diferente, que comparten una fraccion de los mandos y una porcion creciente de la base del cuerpo.
Esta sensibilidad, que es extensiva a otros cuerpos de las Fuerzas Armadas, y que llevara, entre otras cosas, a que nada menos que el 24 por ciento de sus miembros, segun sondeos fiables, voten al PSOE en octubre de 1982, se ha manifestado entre los guardias incluso antes de la caida del regimen. Sucedio en el funeral del capitan asesinado por el FRAP Antonio Pose, el 17 de agosto de 1975. Al terminar el acto, varias mujeres de guardias gritaron su descontento al entonces ministro del Ejercito, Coloma Gallegos, y al director general del momento, el teniente general Jose Vega. Los insultaron, les tiraron monedas y llegaron a zarandear sus vehiculos. El motivo: las infimas condiciones en que los guardias desarrollaban su peligroso y con frecuencia mortal servicio. Despues de la muerte del dictador, y con las reivindicaciones aun sin atender, se produce algo insolito: a finales de diciembre de 1976, un grupo de guardias civiles se manifiesta junto a miembros de la Policia Armada en la plaza de Oriente en demanda de mejoras salariales y de su inclusion en la Seguridad Social, de la que a esa fecha, como si fueran una suerte de parias, siguen excluidos. Uno de ellos hace unas reveladoras declaraciones a la revista
No queremos ser ya mas un simple instrumento de represion, no queremos que se nos utilice continuamente contra nuestro pueblo, nosotros somos parte de el […]. Las reivindicaciones economicas han servido como detonante para plantear y hacer llegar a la opinion publica nuestro autentico problema de marginados sociales… Hemos llegado a un extremo que tanto para la gente como para nuestros superiores, nosotros no representamos mas que una maquina represiva.
La reaccion de sus jefes es tan desproporcionada como demencial: el capitan general de la region, Jose Vega (el ex director general del cuerpo zarandeado ano y medio atras), cursa ordenes a la Division Acorazada para que envie blindados TOAS y efectivos de operaciones especiales para disolver a los manifestantes, que se han concentrado frente al ministerio de la Gobernacion. El desproposito indigna al jefe de la division, que en esos dias es, casualmente, Jaime Milans del Bosch, quien se niega a enviar sus blindados «para romper una manifestacion de servidores del orden publico». La orden se reitera y los TOAS salen y se situan en los puestos asignados. Pero la mediacion de Gutierrez Mellado, que baja a hablar personalmente con los manifestantes, hace innecesaria su intervencion. Suarez, que no estaba al tanto de la situacion de los guardias, da instrucciones para que se los incluya en el ISFAS (Instituto Social de las Fuerzas Armadas). Bajo su presidencia, ademas, se revisaran al alza, de forma significativa, todos los salarios militares, incluidos los de la Benemerita, que el franquismo, en asombroso impago de los servicios y la adhesion que demandaba a los uniformados, habia mantenido en niveles de miseria, completamente desfasados respecto de los ingresos medios de la poblacion.
Por todo ello, aquel 23 de febrero, en la Guardia Civil y en el resto de unidades militares, no habia solo resentidos hacia la democracia. Y el peso de los que si participaban de ese resentimiento no bastaba ya para desequilibrar la balanza y arrastrar hacia su lado a los indecisos. Hubo, en el golpe, algunos otros guardias civiles, aparte de los que entraron con Tejero. Es el caso del capitan Gomez Iglesias, destinado en el CESID, que fue condenado por su colaboracion en la logistica del asalto, tanto para conseguir los autobuses que trasladaron a los guardias como en otras delicadas gestiones. O el del tambien capitan, y asimismo en la orbita del centro de inteligencia, Sanchez Valiente (que ya se distinguiera, por cierto, en la creacion de los GOSI, los primeros grupos de lucha antiterrorista): su oscuro comportamiento en aquella jornada vino seguido de su subita desaparicion y su huida a Estados Unidos, donde vivio durante bastantes anos, lo que ha planteado sospechas en algunos medios sobre su posible implicacion en la coordinacion de la asonada con los planes de la CIA. No esta de mas recordar que el entonces secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, declaro en la noche del 23 de febrero que lo del Congreso era «un asunto interno de Espana», lo que hace pensar que como en tantas otras ocasiones similares, a lo largo y ancho del mundo, la CIA estaba perfectamente al tanto del golpe y sus jefes esperaban a ver si triunfaba o no para adaptarse a la situacion. Para el gobierno del feroz anticomunista Ronald Reagan, quiza no era tan malo que en Espana dejaran de celebrarse elecciones y mandaran durante un tiempo unos militares conservadores que mantuvieran a raya al adversario.
Mas alla de lo que queda dicho, y de los guardias civiles que acompanan a Tejero, no hay mas aportacion del cuerpo al golpe. De hecho, el grueso de las fuerzas rebeldes lo constituyen las tropas de Valencia, que siguen a su capitan general, y en Madrid algunos elementos aislados de la Division Acorazada, que toman los estudios de RTVE en Prado del Rey y que al mando del comandante Pardo Zancada se unen a los guardias atrincherados en el Congreso. Justo enfrente, en el Hotel Palace, se encuentra el director general de la Benemerita, el teniente general Jose Luis Aramburu Topete, que va a dirigir con mano firme la oposicion de la Guardia Civil a la aventura golpista.
Aramburu, que accede en abril de 1980 a la direccion general, siendo solo general de division (como hiciera Alonso Vega, cuyo precedente se invoca para designarlo) es un personaje de jugosa biografia y notable caracter. Su promocion al puesto, codiciado por los tenientes generales del ejercito (ya que esta mejor pagado que una capitania general) se produce por el recelo que al entonces ministro, Rodriguez Sahagun, le inspiran los candidatos de esa graduacion. El historial de Aramburu es dilatado y brillante, desde su incorporacion en plena Guerra Civil como alferez provisional a una unidad de ingenieros, cuerpo en el que desarrolla su carrera. Un episodio senalado de su trayectoria militar es el que comparte, paradojicamente, con Milans y Armada, los mas significados jefes de la trama golpista: los tres han estado en la Division Azul y en ella se han visto obligados a acreditar su valor en combate. El que menos, Armada, artillero. El que mas, Aramburu, que al frente de su pequena unidad de ingenieros resistio durante la batalla ele Krasny Bor un durisimo fuego enemigo y paro el avance de los carros T-34 sovieticos. Entre sus condecoraciones cuenta, por esta y otras acciones, con dos cruces de Hierro otorgadas por los alemanes. Hay fotografias de un jovencisimo Jose Aramburu, con el uniforme de la Wehrmacht, casco de acero y su cruz prendida al pecho.
Es un tipo ironico y templado, de agil inteligencia. Para ejemplo, una anecdota que data de los tiempos en que, ya de vuelta a Espana, trabajaba construyendo en la frontera pirenaica fortificaciones para tratar de atajar las infiltraciones de los maquis. Las construcciones son endebles, por la pesima calidad del cemento y los materiales empleados. Un oficial frances, con el que inspecciona las obras, se lo hace, notar con condescendencia.«?Cree usted que estas defensas podrian contener a nuestras fuerzas?», cuestiona. A lo que Aramburu, sin arrugarse, le responde rapidamente: «No las hacemos pensando en ustedes, sino en los alemanes, por si vuelven a llegar a Hendaya».
Gracias a este hombre, lucido y resuelto, y a quien trabaja codo con codo con el en el Hotel Palace, el director general de la Policia, Saenz de Santamaria, el grueso de la Guardia Civil cumple esa noche de febrero de 1981 con su deber de defender la legalidad y el golpe quedara sofocado sin efusion de sangre. En un primer momento, Aramburu intenta parlamentar con Tejero personalmente, pero despues, con buen criterio, les deja esta labor a otros mediadores, a los que el golpista parece mas receptivo. Son el propio Armada, cuya actitud en esos momentos resulta confusa, y el teniente coronel Eduardo Fuentes Gomez de Salazar, destinado en el Estado Mayor del Ejercito y amigo personal del comandante Pardo Zancada. El sera quien negocie con este y con Tejero las condiciones de la rendicion: en esencia, que la responsabilidad solo alcanzara a los oficiales. Primero lo acuerda con Pardo, que exige ser el ultimo en abandonar el edificio. Fuentes obtiene la confirmacion de Aramburu y este le pide que negocie tambien con Tejero. El intermediario recuerda asi lo que sigue, en conversacion con el periodista Francisco Medina, autor del libro
Entonces [Pardo] me paso, me metio dentro de las Cortes, en un despacho de un auxiliar, una habitacion pequena, y estaba alli Tejero rodeado por todos sus oficiales. Todos con gabardinas verdes, que impedia: que se vieran las estrellas. Yo estaba muy nervioso, porque no sabia como iban a reaccionar ellos. […] Cuando vino Pardo ya con todos los capitanes, empece ya, pero mucho mas energicamente… «Ha pasado esto, Pardo me ha dicho esto, me ha dicho el mando esto… Y ahora falta su opinion Y Tejero me dijo: «Mira, en principio yo estoy de
