Papa se reia, con bastante razon, de la nueva jerga de mi madre, que nunca habia dicho subvalorar ni trauma. Y es que leia unos libros sobre psicologia infantil que le prestaba Paquita y ella escondia en el cajon de la comoda. Cuando el astro naciente empezo a declinar, volvio a sus novelas y a sus atlas de geografia. Menos mal, porque Paquita Mora era una cursi.
En cambio, el profesor de gramatica me gustaba mucho. Una vez -ya llevaria yo dos anos en ese colegio- me mando hacer una redaccion corta. Tenian que salir un ejemplo de sujeto definido y otro de sujeto indefinido. Lo pense mucho, precisamente porque no podia pasar de cuatro lineas.
– Tu metele «suspense» -me aconsejo Maximo-. Eso es lo importante.
– Bueno, a ver si me sale.
Me salio bastante bien. Y el profesor me pregunto que si no me habia ayudado nadie.
– No, don Claudio, de verdad. Un hermano mio me dijo «metele suspense», pero nada mas, luego se fue al cine. Mis hermanos van mucho al cine. El mayor menos.
Me puso un diez y al dia siguiente le ensene la redaccion a mama. La tiene guardada, me la ha leido a veces y por eso me la se de memoria. Dice:
«Juan y su hermana Isabel hablaban junto al fuego.
»-Aseguran -dijo ella- que anda una bruja por el pueblo.
»De repente, llamaron a la puerta.»
– ?No hay mas? -dijo mama-. ?Que pena que no haya mas. ?Vas a seguirlo?
– No. Son ejemplos. Isabel y Juan son sujetos definidos, o sea que se ven. Los que inventaron lo de la bruja y el que llama a la puerta, no. No los ves. ?A que no?
Mama se quedo pensativa.
– Si, es parecido a cuando decimos «llueve». Lo explicas muy bien.
La mire extasiado. La veia con trenzas, sentada a mi lado en un pupitre alargado, pintado de verde.
– Pero a mi me gustaria saber como termina -siguio ella.
– Tambien a don Claudio. Yo le dije que queda mejor con misterio.
– Seguro que es la bruja la que llamaba.
– No se, mama. A lo mejor. Pero tenia que ser corto. Ademas, a ti tambien te gustan los misterios, ?a que si?
Sonrio y me acaricio el pelo.
– Si, lo has adivinado. Pero no lo puedes adivinar todo, senor detective.
– Tu tampoco.
– ?Que te apuestas? ?A que se lo que quieres en este momento?
– ?Que? Dimelo.
– Con una condicion: si acierto, tienes que decir «Has acertado», ?de acuerdo?
– Bueno. ?Que quiero?
En vez de contestarme, me subio a sus rodillas y me abrazo. Me quede un rato muy a gusto con la cara escondida en su cuello, que olia como a canela. Empece a darle besos despacito. Y no tuve que decir «Has acertado». No hacia falta.
Es la ultima escena de absoluta felicidad que recuerdo antes de que las cosas empezaran a hundirse sin remedio en la casa zurriburri. En aquel momento solo existiamos ella y yo. Cuando aparte mi cara de la suya, me dio pena acordarme de papa.
No me lo podia imaginar abrazado asi, ni de nino ni de mayor, a la senora del palo.
XI. CAMBIO DE CUARTO
Ya estaba acostumbrado a que nadie en casa les diera a los demas cuentas de lo que hacia. Pero cuando Lola y Maximo se fueron a Italia sin despedirse, lo senti como una bofetada y los odie. Ai segundo dia de no verlos por casa, le pregunte a Pedro, y fue el quien me conto lo del viaje. Mejor dicho, me dio la noticia, porque contar es otra cosa. Dijo nada mas: «Estan en Italia.»
Me habia quedado parado en la puerta de su cuarto, despues de llamar con los nudillos. Pedro estaba estudiando de codos en la mesa, la cama deshecha, como si hubiera madrugado mucho. De vez en cuando cerraba los ojos y repetia la leccion entre dientes.
– ?Ellos solos se han ido? ?Los dos juntos?
– Claro, ya son mayores.
Se le notaba tranquilo, aliviado. De todas maneras el ya habia cortado bastante con Segovia. Pasaba mucho mas tiempo en Madrid, donde estaba haciendo la carrera. A veces volvia despues de las clases, pero otras se quedaba a dormir en casa de una prima de mama, que era su madrina. Aquel otono pensaba irse a vivir a un colegio mayor.
Vi que seguia con el dedo indice puesto en una linea subrayada de su libro. Le habia interrumpido, estaba claro. Pero me daba igual.
– Oye, ?y van a tardar mucho en volver?
Me miro. No creo que notara la rabia que sentia, porque con Pedro siempre me ha sido facil disimular mis emociones. A lo mejor es que se me enfrian al hablar con el. Que hasta los propios rios se hielan de repente.
– No se, Balti, lo que van a tardar. A mi no me lo han dicho. Pero pasa. ?Necesitas algo que te pueda resolver yo?
Creo que era domingo. Y bastante temprano. No se oia a nadie por casa. Le dije que si, que necesitaba ayuda; me salio natural. Durante toda la semana, a ratos perdidos, Lola y Fuencisla habian empezado a limpiar y despejar de trastos el cuartito de delante para que yo pudiera pasarme a el. El armario empotrado, por ejemplo, estaba ya completamente vacio a la espera de que metiera en el mis cosas.
Necesitaba rematar pronto aquella tarea, no queria volver a ser el hermano pequeno de nadie. Eso, claro, no se lo dije a Pedro. Al contrario, procuraba que mis palabras no sonaran a rabieta. Pero el sueno de tener un cuarto propio se me estaba desatando por dentro con tal furia que tenia miedo de echar chispas por las orejas.
– Total es trasladar la cama turca, unos libros y un poco de ropa -le dije-. No nos llevara mucho tiempo.
Parecia sorprendido.
– ?Pero quieres que lo hagamos ahora mismo?
– Si, mejor ahora.
No le dije «si te viene bien» o algo por el estilo. Era casi una orden. Se levanto y se aliso el pelo con la mano. Un gesto que hace mucho.
– ?Has desayunado? -me pregunto inesperadamente.
– No. Fuencisla no esta.
– ?Que no esta Fuencisla?
– Ahora algunas noches no viene. O sale temprano. Crei que lo sabias.
Salio y torcio hacia la cocina sin mostrar fastidio ni entusiasmo. Una vez alli, se puso a calentar cafe que debia de haber hecho para el y me lo sirvio con leche y tostadas. Se le escapo un bostezo, mientras esperaba de pie a que yo acabara de desayunar. Miraba con cansancio a la pared de enfrente. Dentro de un hueco dos palomas, muy apretadas una contra otra, estaban tan quietas como si se hubieran muerto.
– Oye -me pregunto Pedro-, ?tu sabes si Fuencisla esta enfadada o le pasa algo?
Me encogi de hombros.
– No se. Lola dice que cada persona es un misterio. Ella si sabe algo. Me parece que Fuencis tiene novio.
Hubo un silencio. Y mientras me comia la ultima tostada, note con asombro que tambien Pedro se puede poner triste. Se nota por los ojos. Miraba la cocina desordenada, despacio, como si no estuviera yo alli, y se paro en los cacharros amontonados en el fregadero. Yo me termine el cafe y fui a buscar una bayeta mojada para quitar las manchas del hule.
– Ojala Fuencisla no se vaya nunca, ?verdad? -dijo como si necesitara de mi un raro apoyo.
– No creo que se vaya nunca -dije.
Pero acababa de notar aquel aguijon de miedo que clavaban los cuentos de Fuencis a partir de la mitad.