No habia vuelto a ver a los vecinos de arriba, aunque me acordaba mucho de Bruno. Algunas veces, al pasar por delante del Teatro Principal, veia tan lejos aquella fachada como si hubieran pasado cien anos desde que Maximo y Mati me esperaron una tarde alli a la puerta, pero al mismo tiempo muy cerca. El lejos y el cerca daban mareo de lo juntos que podian estar, de lo deprisa que se prestaban el disfraz uno a otro. Los adverbios de lugar -que nunca paran quietos en el mismo lugar- a mi siempre se me confunden con los de tiempo. Por ejemplo, «lejos» era hermano de «antes» y «cerca» de «ahora», pero habia tambien otras combinaciones y yo tenia algunas escritas en un cuaderno cuadriculado donde apuntaba secretos y preguntas, con claves que no entendia nadie mas que yo. Y en cuanto pasaban unas semanas, tampoco yo.

Pues bueno, la tarde que digo acaba estando mas cerca que lejos, y sigue siendo el ecuador de mi mundo, igual ahora que entonces. Una bola del mundo por la que Bruno me invita a pasear, mientras el la hace girar en la punta de un dedo. Lo que pasa es que, segun crecia y me iba enterando de otras cosas relacionadas con que mis hermanos lo eran solo a medias, la tentacion de meterme por el tapiz y subir de sorpresa a casa de los titiriteros perdia brillo y le salian manchas raras. Hasta que se encogio como las uvas pasas.

En mi amor por Bruno no queria hurgar, era una herida que podia infectarse. «Al fin y al cabo, no es nada mio», pensaba con rencor. Y le cerraba una puerta que de noche empujaba, casi siempre cuando estaba a punto de dormirme. Las puertas prohibidas dan a jardines en sombra de donde sube la nostalgia de lo incomprensible. Era la puerta a un pasado ajeno, la entreabria y mi madre se partia en dos. La que yo conozco se quedaba en casa con papa, alegre o enfadada, pero localizable. La otra no: era su sombra. Se le despegaba despacito por detras, se inflaba blanca y azul y desaparecia por el pasillo a modo de nube subiendo. A la que habia quedado abajo habia que controlarla, no se fuera a esfumar tambien.

– ?Por que me miras asi? -me preguntaba algunas veces cuando me pillaba espiandola.

Se sobresaltaba y levantaba los ojos de la novela que fingia leer con entusiasmo.

– ?Como sabes que te miro, si estas leyendo?

– Porque miras como un moscardon. Te siento zumbar. ?Que quieres?

– Nada. Que me cuentes lo que pasa en la novela.

– Dejame. Ahora no. No me distraigas, hijo.

Cuando leia novelas es cuando estaba mas lejos y olvidaba por completo las promesas que me pudiera haber hecho. Note que la novela era un parapeto para defenderse de los demas. Queria estar sola. Tal vez para acordarse de la otra que vivia de chuparle el jugo a ella. Para meterse en aquel «antes» que yo buscaba a tientas. Una tarde la habia visto con mis propios ojos cosiendole alas a la libelula que luego se colo en una historia escrita por Gabriel. ?Como habian sido las cosas antes, cuando ella formaba un bloque total con los titiriteros? ?Visitaba ahora a Bruno y Elsa? ?Subia alguna vez por el tapiz, o no se atrevia?

Hasta que un dia me dijo Fuencisla que los de arriba levantaban la casa.

– ?Como? ?Por donde la levantan?

– Quiero decir que la dejan, que se largan de Segovia.

– ?Para siempre?

– Pues si. Aqui no pintan nada. No les salen funciones como antes, que iban a Madrid, a Sevilla y por tantos pueblos. Ahorros no tienen, y donde no hay harina todo es mohina. Don Bruno esta triste. ?Como no lo va a estar? Ahi, sin hacer nada, los dos solos. Sin futuro.

Me entro congoja, como si tuviera algo de culpa, fui un ingrato, el me habia dicho: «Vuelve cuando quieras.»

– ?Y tu como sabes que esta triste?

– Me lo dijo Lola. Ella y Maximo han ido a Italia a ver si les encuentran una vivienda. Parece que ya lo tienen arreglado. Cerca del hijo, se van a su arrimo, claro. Aunque ?a saber! Con el nunca se sabe.

– ?Tiene dinero el?

– Digo yo que si tendra. Pero con una mano lo coge y con otra lo suelta. De todas maneras, con los padres sera generoso. No faltaba mas. Pobres viejos.

– Viejos no son -proteste-. El no es viejo. Sube muy bien por las cuerdas.

– Subia. Eso era antes.

La mire. Las palabras «antes» y «ahora» eran como llaves que no se acoplan a la cerradura.

– ?Antes? No, Fuencis. Yo digo ahora. En la funcion de la libelula que te conte.

– Si, claro. La ultima que hicieron. Han pasado dos anos y medio, Balti.

– ?Tanto?

– O mas. Me acuerdo porque es cuando empezaba a salir yo con Ramon un poco en serio.

– ?Y no van a hacer mas funciones?

– No creo. No encuentran ayudantes, no pillan subvenciones. Y luego la desgana, que es mala consejera y con los mayores se vuelve asesina total. Don Bruno ha dado un bajon enorme. De tanto cavilar sera. Lo vi en la fruteria ayer. Dice que a dona Elsa de unas fiebres que tuvo le han entrado delirios. No pueden vivir sin el hijo. ?Ay, Senor! La edad no perdona. Con lo independientes que parecian todos unos de otros, tan felices, cada cual a su aire, esta era la casa de vive como quieras.

– ?Cuando?

– Entonces. No se cuando, el tiempo es un carrusel, Balti.

Tuve miedo de que se pusiera a desbarrar. Y habia un hilo del que necesitaba tirar enseguida. En la marana de seres felices viviendo en aquel borroso «entonces», ?quien estaba y quien no?

– ?Como llego mi padre? -pregunte de repente.

– ?Tu padre? ?Adonde?

– A la historia de los de arriba.

– Vino a poner orden en los negocios de don Bruno, que nunca tuvieron cabeza para las cifras ni el ni ninguno de su familia. Bueno, Pedro si, pero era un nino sin voz ni voto.

– ?Y Gabriel estaba cuando llego papa?

– Me parece que ya se habia ido. Pero antes les busco un asesor bueno, trajo la tarjeta con el telefono, lo habia conocido no se donde, dijo «Este es el mejor», y era el mejor. Los dejo en sus manos. Muy nombrado el hijo de dona Baltasara, algo altanero, decian, y que ella no encontraba novia digna de su Damian, que a todas les hacia ascos. Y tambien le aconsejaba, decian, que se hiciera rogar y no cogiera el primer asunto que le llegara por la puerta, clientela selecta de la que paga bien, sin prodigarse, eso lo primero. No se, yo lo que te digo es que de pronto me lo empece a encontrar a todas horas por la casa, aqui desde luego si se prodigo. Y a tu madre la miraba como a un ser del otro mundo, anda que no noto yo esas cosas. El amor es asi, salvaje, sopla por donde quiere y rompe las costuras, las vallas, todo, o si no no es amor. Pero ella, hasta que supo seguro que Gabriel no iba a volver, no le hizo ni caso. Y entonces, lo normal, acudiria a el para consolarse. Los veian por ahi, por pueblos, en el coche de el, buscando, digo yo, algun cafe perdido donde nadie los conociera y ella pudiera llorar a gusto. Asi se empieza. Ramon vino a refugiarse a mi por lo mismo, para contarme penas. Son amores de lastima. Prenden mas despacio, pero prenden. Y ademas tu madre llorando esta guapisima.

– No se. No la he visto llorar nunca.

– Pues una pintura de Murillo, te lo digo yo. Para volver locos a duques y reyes, a quien sea. Y, en cambio, ya ves, dona Baltasara ni mirarla, igual que si pasara un perro cuando se la tropezaba por la calle. Siempre la ha llamado la titiritera, que es un nombre que se puede decir con carino o arrugando la nariz. Hizo como si no existiera, y ahi estuvo su fallo. Se paso anos metiendo la cabeza debajo del ala; pues toma titiritera, y de que habias nacido tu se entero por extranos, que le sento como una patada. Sobre todo cuando supo que en la pila de bautismo te habian puesto su nombre y el apellido del duque, que en paz este, creo que armo la de Dios es Cristo, tuvieron que llevarla al hospital. Dijo una de sus burradas: que a saber quien seria el padre.

– ?El padre de quien?

– El tuyo. Y ya esta bien, Baltita, no me tires mas de la lengua que tengo prisa y me haces contarlo todo sin orden ni concierto. Ademas, eres muy pequeno. ?En que piensas, a ver? ?Por que se te ha puesto esa cara tan triste?

– Me da pena de Bruno. No quiero que se vuelva viejo. Ni Elsa tampoco.

– Es ley de vida, hijo, eso tiene mal arreglo. Pero alli estaran a gusto, no te preocupes. Lo que tenias que hacer es subir a despedirte de ellos. Un dia me preguntaron por ti.

– ?De verdad? ?Cuando?

– No me acuerdo. Antes de ponerse ella mala seria. No me lies, alma en pena, que me tengo que ir. Dale un

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