platos, pero a mi no se me subio a la cabeza ni nada. No tenia otro merito que el de ser alto y agil. Luego he ido viendo muchas veces en la vida que ciertas cosas a las que uno no da importancia y ni siquiera sabe como las aprendio son las que mas admiracion despiertan. Me reia un poco por dentro de mi. Y tarde en darme cuenta de que mi nueva habilidad me estaba volviendo un poco chulo, cosa que antes no lo era ni por el forro.
El primero que me llamo la atencion fue Isidoro, mi amigo mayor. Por el me entere de que mis companeros de clase habian empezado a tomarme algo de miedo. Yo me quede callado, haciendome el inocente. Pero me gusto. Isidoro vestia de luto porque se habia muerto su padre. Llevaba bastante tiempo sin venir. Siempre lo explicaba todo mucho.
– Hacerse respetar en un colegio es importante -dijo-, para que no te tomen el pelo. Con tal que no te acampanes, claro.
No decia las cosas para ofender, ni se chivaba. Era muy bueno Isidoro, y luego que de libros habia leido la tira, una cosa de pasmar. Yo lo admiraba sin limites. Le pregunte que si acampanarse era presumir y me dijo que mas o menos.
– ?Crees que me acampano yo?
– No estoy seguro, te lo digo por si acaso.
Luego me pregunto que como habia logrado que me temieran, asi de repente. Lo pense un poco.
– No se. Estoy cambiando algo desde que paro goles. Debe ser cosa de las celulas. Me sale otra voz. Le dije a uno que confianzas se las tome cuando yo le de pie. Es el que me puso el mote al llegar yo al colegio.
– ?Que mote?
– El nene. Una idiotez. Antes me daba igual. Pero le dije que si me volvia a llamar el nene le partia la cara. No se lo esperaba. Se lo dije en plan hielo y mirandolo. Habia otros delante. Nadie rechisto.
– ?Y pensabas pegarle? ?Te creias capaz?
– Bueno, no se. Tampoco me creia capaz de parar goles. Y ya ves, no me meten ni uno. De ahi viene todo.
– ?Y eso? No te gustaba nada el futbol.
– Nada. Yo tampoco lo entiendo. Pero nunca fallo. Es como si me hubiera salido de dentro otro que no soy yo y es el que me manda saltar.
Isidoro se quedo pensativo.
– Bueno, tambien seras tu. ?Te gusta parar el balon?
– Si. Mientras dura. Lo agarro como si agarrara el mundo. Es mandar mucho. Luego enseguida me olvido.
– De todas maneras, ten cuidado. Tambien el doctor Jekyll se olvidaba enseguida de mister Hyde; pero eso fue al principio. Luego, cuando quiso caer en la cuenta, ya no podia quitarselo de encima. Era su esclavo.
– ?Que historia es esa?
– Una de transformaciones. De las que tanto te gustan a ti. Pero muy terrible.
– ?Ha pasado de verdad?
– No, la invento un ingles. Hace un siglo o asi.
– ?Por que no me la cuentas?
– Otro dia. Hoy tengo prisa. Es para contarla despacito. Ademas no estoy seguro de que te la vaya a contar.
Se fue corriendo, como si se arrepintiera de haber sacado a relucir aquella novela.
Cuando trato de recordar como pasaban los dias durante mi ultimo ano de colegio en Segovia, el tiempo se sale del mapa en forma de peninsula con el istmo que la une a tierra a punto de romperse de puro estrecho. Y veo tambien una calle en cuesta por la que voy bajando sin saber hacia donde, echando de menos a Isidoro, que ha dejado de venir por clase y me debe un cuento de dos personajes que ya no me acuerdo bien de como se llamaban. Estoy como sin norte. Hacerse mayor no es tan facil. Ni parar goles ni la casita de papel son pildoras milagrosas. El secreto esta en el alma, y la mia tiene lunares negros. Hace frio, anochece. Y, de pronto, la poca gente que se cruza conmigo, y que sabe Dios en lo que ira pensando, detiene el paso unos instantes y se queda mirando a la acera de enfrente, donde arman bronca un hombre y una mujer. La que mas grita es ella. Manotea a lo loco. «?Yo te mato! ?Como sea verdad, te juro que te mato! ?Por estas, que son cruces!» Ha montado el indice sobre el pulgar y se los besa con escandalo, como si estallara un globo. Por los gestos se reconoce a la gente. Me escondo en un portal y asomo ansiosamente la cabeza. Ojala me haya equivocado. Pero no. Es Fuencisla. Y su acompanante, un bulto pequeno que se escapa de ella y echa a andar a toda prisa. «?Tu estas loca, chica! ?Venga ya, no me hartes!» Es insignificante, tiene miedo, pero corre mas. Parece el raton y ella el gato. No el gato astuto de los comics, sino un gato viejo y herido que maulla repitiendo con un timbre agudo apenas reconocible el nombre de Ramon. Los tacones se le tuercen al perseguirlo, tropieza con la gente y se cae. El fugitivo acaba de meterse por una calleja y no se ha enterado. Cruzo de acera. Hay un senor que la esta ayudando a levantarse del suelo.
– No son para correr estas calles, con el pavimento en tan malas condiciones. ?Se ha hecho usted dano? -le pregunta con voz educada.
Ella sonrie agradecida, se arregla el pelo.
– No, senor, solo el susto, tengo los huesos duros.
Y el sugiere que entren en un bar a pedir un vaso de agua. Yo les sigo. Fuencis anda con paso tambaleante, todavia no me ha visto. El bar esta casi vacio y tiene la television encendida, dan noticias, el avance de media tarde. Ellos se han acercado al mostrador.
– Fuencis -digo, procurando que la voz no me tiemble-, mejor nos sentamos, ?quieres?
Y me mira con ojos de extraterrestre, pero se agarra de mi mano y se deja llevar a una mesa.
– Muchas gracias, senor, yo la acompano luego. Vive en mi casa.
Y el senor saluda y se va.
– ?Que va a ser? -pregunta el camarero desde la barra.
– Yo una coca-cola. ?Tu que quieres, Fuencis? ?Un vaso de agua?
– No, guapo, mejor un gin-tonic.
Y cuando nos lo traen y Fuencisla da el primer sorbo y me pregunta que de donde salgo, me doy cuenta de que tiene la misma voz que ponen los borrachos en el cine. Yo tambien quisiera imitar a un artista de cine, ser mayor para ayudarla. Pero la miro con tanto carino que las palabras me salen ellas solas. Le cojo las manos por encima de la mesa. Las tiene muy frias.
– ?Sabes lo que te digo, Fuencis? Que tu novio no me gusta. Le sacas la cabeza, no tiene media bofetada, y encima es un cobarde. No vuelvas a ir detras de el, porque tu vales el doble. Si fuera mayor, le iria a buscar y le traeria aqui para que te pidiera perdon de rodillas.
Miro el local. Se ha convertido en un escenario de pelicula, hay un calendario con una mujer desnuda.
– ?Que bueno eres, Baltita, hijo! Pero el tambien me tiene que perdonar, no te creas, le doy mucho la lata, soy celosa como un moro. Y encima me da por beber. Lo peor es cuando bebo.
– ?Pues no bebas mas! Se acabo. Y a tu novio que le den morcilla.
– Bueno, no es del todo mi novio. Una pasion.
Cuando ya estamos en la calle, se para y me pregunta:
– ?Verdad que no te vas a chivar?
Cruzo el indice sobre el pulgar y me lo beso.
– ?Por estas que son cruces!
Se rie, pero tambien llora. Vamos arrimados a la pared, cuesta arriba, cogidos de la mano, como sombras. Ya se atisba la plaza.
– ?Te encuentras mejor? -le pregunto.
– Si, mucho mejor. Anda, vamos a entrar en la catedral a echar un padrenuestro, a ver si se me van los demonios.
XIV. BIOLOGIA E HISTORIA
Al cabo del tiempo, he ido entendiendo que mis hermanos nunca quisieron mal a papa, que le estan