piedrotas de las catedrales? Y el me dijo que a veces a lomos de elefante, me sono rarisimo. Mirabamos juntos los grabados de la parte antigua, hasta la conquista de America o asi, que es donde me quedaba colgado, y se veia a la gente vestida como personajes de la baraja. Maximo se encogia de hombros ante mis preguntas.
– Bueno, no creas que yo ando muy puesto en historia -me dijo-. Tiene poco futuro mirar para atras. En Italia se espabila mas la gente, van de cara a otros sistemas, viven en la actualidad.
– Pues a mi este libro me encanta. Aunque sea antiguo.
Me conto que en la libreria le habian hecho descuento porque la hija de los duenos era medio novia suya. Trabajaba en la caja. Le pregunte que si ya no salia con Mati y se echo a reir.
– ?Con Mati? ?Pero si Mati es de la epoca de Witiza! Hay que darles puerta a las chicas, forastero. Esta de ahora se llama Nieves. Es mas romantica que Mati. Tiene mas peligro.
Tambien me entere de que la libreria era la misma donde me compraron mis padres el poster de la fonetica, una grandisima y alargada que tenia entrada por dos calles. Vendian ademas objetos de escritorio y bolas del mundo. No habia vuelto a entrar en ella. Todo empezaba a ser un poco de la epoca de Witiza.
El libro aquel de tapas azules lo tengo todavia y esta unido al recuerdo de mi convalecencia, de las primeras brisas primaverales y de las ganas de comer y de salir a la calle, que las tenia como adormecidas. Por ejemplo, respirar era maravilloso y no tener tos ni dolor de cabeza. Mama me midio en el pasillo y habia crecido. Al mirar las otras marcas sobre la cal me entro como miedo, «Se crece sin darse uno cuenta», dije. Pero mama no lo debio de oir, andaba distraida y siempre ocupadisima.
Por aquellos dias, empezaron a oirse golpes en el piso de arriba, porque habian entrado los obreros. El tapiz de la bailarina lo enrollaron y no se adonde iria a parar. Yo procuraba estar en casa lo menos posible.
De estudiar las guerras y las dinastias saque en consecuencia que los que iban a caballo a cazar jabalies o moros a campo traviesa, presidian torneos o salian entre aplausos al balcon con su corona puesta no solo eran perversos y feroces sino que cuantas mas perrerias le habian hecho a un pariente, mas duraban en el mando absoluto. Punaladas por la espalda, veneno en una copa, encierro en vil mazmorra, de todo. En la Edad Media ya es de alucine, no perdian tiempo en disimulos, a zancadilla limpia. Y que no viniera un obispo o letrado a hacerles los cargos, que era enemigo muerto al dia siguiente. Y total para que, si luego tenian que andar con cien ojos para que a ellos no les pasara lo mismo. Al fin y al cabo todos tenian hermanos, hijos y mujeres, que, por logica, debian formar pina. Pues al reves, no se fiaban ni un pelo unos de otros. Cuanto mas cerca, mas motivos de traicion, mas miedo a ser vigilado por el ojo de la cerradura. No hay nido de intrigas peor que el de la propia familia. Ya viene la cosa desde Cain y Abel, aunque eso sea leyenda, que importa. A mi todo me daba pasto para tenerme el dia entero ansioso de atar cabos.
Quitando los ratos que pasaba jugando al futbol, la cabeza la tenia como una olla a presion. Y a todas estas, de Isidoro ni rastro, como si se lo hubiera tragado la tierra. Le echaba de menos muchisimo, me di cuenta de que era la persona que mas falta me hacia. Pero siempre nos habiamos visto como por casualidad, ni siquiera sabia como se llamaba de apellido y estaba en un curso tres veces mas adelantado que el mio. A aquellas aulas se entraba por otra puerta, y tenian otros profesores. Total, que no sabia a quien preguntarle por el y decidi esperar a que la casualidad me ayudara. Se lo pedi a la libelula, que la tenia encerrada con llave en un cajon, y me dijo que bueno, que haria lo posible. Que tuviera paciencia. Apuntaba en un cuaderno todas las cosas que no veia claras, para preguntarle a Isidoro, cuando volviera a verle, que que le parecia a el. Se me habian multiplicado mucho las dudas. Unas eran de la vida, y otras de los libros.
Me junte con otros amigos, y a algunos los encontraba bastante simpaticos. O porque de verdad lo fueran - que no me acuerdo- o por mi empeno en no parecer orgulloso. Con las chicas era mas timido. Nos reiamos, me contaban chistes, nos cambiabamos cromos, y «el nene», por supuesto, no me lo habian vuelto a llamar. Pero para la cuestion de hablar sin que te des cuenta de que el tiempo esta pasando, ninguno le llegaba a Isidoro ni a la suela del zapato.
XV. UNA VISITA AL ALCAZAR
– ?Y cuando a uno le toca ser rey, puede decir que no?
La senorita Paquita se echo a reir. Se reia siempre mucho con lo que decia yo. Y eso que aquel dia estaba enfadada porque me perdi de los otros chicos, que la seguian tipo rebano. Bueno, mas que perderme me quede atras porque quise. Nos habia llevado a unos cuantos a visitar el alcazar por dentro, solo a los que dijimos que si, porque obligatorio no era. Yo llevaba toda la tarde nervioso, sin parar, y darse un paseo no deja de ser un desahogo, por eso me uni al grupo, despues de dudarlo.
Hay veces que uno solo no se encuentra a gusto, como si la propia piel fuera ropa estrecha. Y necesitas estar con cualquiera. Papa eso lo interpretaba como volverse mas sociable. A mi los museos me aburren y me ponen mas bien triste. Pero me quede pegado delante de un retrato que hay cerca de la entrada, en una especie de corredor. No debe de ser de los que mira mas la gente. Ellos pasaron de largo. Yo, en cambio, no fui capaz de moverme de alli, como cuando te quedas enganchado con alguien que te parece un posible amigo. Me ha pasado mas tarde en Madrid, por la calle o viajando en metro. Son tipos que te intrigan, te pones a inventarles una historia y ellos lo notan. Y piensas: «?A que le ira dando vueltas?, de algun peligro huye, eso fijo.» Pero no te atreves a pedirle: «Cuentamelo.» Te da rabia cuando desaparecen, porque ellos te han mirado, y te figuras que tambien les da pena perderte de vista. No es un caso muy corriente. Pero pasa. Y lo mismo con alguna foto de gente que sale en la tele por desacato a la ley, en el gesto que ponen para mentir o para callarse notas que lo que piden es algo de simpatia. Y el tipo del retrato era de esos: un marginal.
Al cabo de un rato, vino muy sulfurada la senorita Paquita y dijo que conmigo no se podia, que donde me habia metido, que llevaban un cuarto de hora buscandome, ?que sustos le daba, por favor! Ni que fuera la selva. Ella es asi, exagerada. Y los enfados se le van lo mismo que le vienen.
Luego, cuando le hice la pregunta de que si los reyes pueden negarse a serlo, ademas de reirse se fijo en el cuadro con algo de pasmo. Y estaba seria. Igual le molestaba que a mi me pareciera digno de mirarse aquel personaje vestido con desalino, sin barbas ni bigote y un gorro oscuro medio fez medio capuchon, con los ojos muy negros de quien trama algo. Y depresivo a tope. Un poco malo tambien.
– Yo es que a ese lo conozco -le dije, en vista de que ella seguia sin reaccionar-. Viene en un libro que me regalo mi hermano.
– ?Y por que te llama tanto la atencion?
– Porque no parece un rey. Tiene pinta de moderno.
– Es Enrique IV, le sucedio su hermana Isabel la Catolica. No fue buen rey.
– ?Y por que?
– No tenia interes en echar a los arabes de Espana, le daba todo igual.
– Bueno, no le gustarian las guerras, tan largas como son. Y tantas. Yo no se como quieren ser reyes. A este seguro que no le apetecia nada, en la cara se le ve.
Habian venido los otros chicos, y todos me dieron la razon en que no tenia pinta de rey.
– Parece que se va a liar un canuto ahora mismo -dijo uno.
Y a la senorita aquel comentario no le hizo gracia, y nos rino a los que nos reimos. Era ofensivo, una falta de respeto. Al fin y al cabo era hijo del mismo padre que Isabel La Catolica. La madre creo que era distinta. Hermanastros. Yo quise comprar una tarjeta del cuadro pero no las habia. La de mi libro era una reproduccion mala y no venia en colores.
Cuando salimos, porque ya iban a cerrar, no se habia puesto todavia el sol y hacia una tarde buenisima. Nos despedimos y cada cual se fue por su cuenta. Yo me volvia a sentir incomodo dentro de mi piel, no tenia mas que cinco pesetas y volver a casa me daba una pereza horrible. Asi que me quede dando vueltas por el jardincillo que hay delante del alcazar, desenterrando piedrecitas con la punta del zapato. Aquel rato mirando a Enrique el de los ojos como moscas no habia calmado la inquietud que llevaba por dentro desde que me desperte por la manana. Todo lo contrario. Es una especie de aleteo que sube desde los pulmones, pero no sale afuera, porque se encuentra con nudos en la faringe. Era temprano, entraba todavia poca luz en la casita de papel y me quede sentado en la cama, mirando un calendario que me trajo Fuencisla cuando la bronquitis y donde habia ido apuntando ella como me subia y me bajaba la fiebre. Traia una fotografia del acueducto y en la parte de abajo ponia: «Carniceria Ramon Alonso. Especialidad en lechal y cochinillo». Tarde en cambiar de postura; luego, sin