beso a tu Fuencis.

Aquella noche, al acostarme, decidi visitar a los de arriba antes de que volvieran mis hermanos de Italia. Pero no hizo falta.

Al dia siguiente por la tarde, cuando volvi del colegio, mi nuevo dormitorio parecia otro. Tenia una mesa con su silla, una alfombra con dibujos en rojo y verde y una butaca. Todo un poco usado, pero precioso.

Pense que mama, que habia prometido acompanarme a una tienda de segunda mano donde la conocian, habria ido ella sola para darme la sorpresa. Cuando se entero de que me habia cambiado de cuarto le dio mucha alegria, pero no me pregunto quien me habia ayudado al traslado. Ella tiende a pensar que las cosas se arreglan por si solas. Eso si, nada mas ver el cuarto, lo bautizo y asi empezo a existir.

– ?Que bien! -dijo desde la puerta-. Al fin te has construido tu casita de papel.

Y a mi me encanto que le hubiera inventado ese nombre tan divertido, como una luz de cuento entrando por la ventana. Le dije que necesitaba una mesa, y es cuando saco a relucir lo de la tienda de segunda mano y me prometio que iriamos juntos a revolver alli. Estaba de buen humor. Una mesa y lo que hiciera falta. Papa le habia dado dinero, y habia que poner maravillosa mi casita de papel.

Ahora ya estaba tan maravillosa que no acababa de creermelo. Me acerque a la mesa. Tenia cajones a los lados y estaba recubierta de piel verde algo gastada, con marcas de vasos y alguna mancha de tinta. De los cajones, al abrirlos, subia un olor antiguo. Deje la cartera encima, me sente en la butaca y me puse a jugar al juego de abrir y cerrar los ojos para ver si las cosas son verdad o les pillas algun fallo. Si se cierran los parpados muy deprisa, todo se mueve un poco y parece alucinacion. Descanse la cabeza contra una de las orejeras de la butaca y dije entre dientes: «Vendras conmigo donde yo vaya, mi querida casita de papel.»

Fue cuando oi voces en el saloncito. Una era la de mama, otra la de un hombre, que al principio no reconoci. Sali al pasillo y me acerque despacio a la puerta. El hombre era Bruno y mama estaba abrazada a el llorando. Le decia que le iba a echar de menos siempre, que para ella habia sido como un padre y que, aunque no se vieran mucho, era un alivio saber que seguia alli arriba. «Es que de verdad, no te haces idea de lo que te quiero.» Luego anadio: «Y a Elsa tambien», pero con una voz no tan convencida, como si la quisiera menos, o de otra manera. Bruno le acariciaba la cabeza de vez en cuando, y le daba golpecitos en la espalda. Los dos sentados en el sofa. «Vamos, mujer, vamos. Es la vida. Hay un cruce y los trenes cambian de via, se dividen; yo tambien te quiero.» No lo encontre mas viejo, como decia Fuencisla. Pero algo irreal, de movimientos lentos.

Eche a andar hacia ellos. Queria calentarme en la hoguera de aquella despedida. Llegue sin decir nada y me sente en el suelo a sus pies. No note que los molestara.

– No llores, mama -le dije-, que me da mucha pena.

– Ya no va a llorar mas -dijo Bruno.

Y le tendio un panuelo blanco.

Siguio un silencio como el que viene detras de las tormentas. El rostro de mama estaba encendido; de las lagrimas le salian bombillitas. Llevaba razon Fuencisla cuando hablo de lo guapa que se pone llorando.

Bruno tenia una mano abierta sobre las rodillas, y yo apoye la cara en aquella palma grande y fria que hizo cuenco para recibirme. Me mantuve un rato alli como en un escondite, mientras les oia hablar de cosas que me adormecian. El nombre de Gabriel salio un par de veces. Tambien el de papa, y era Bruno el que mas le defendia. «Damian es bueno y te quiere con toda su alma. Confia un poco mas en el, mujer. No estes a la defensiva. A ti lo que te mata es la impaciencia.» Y mama reconocio que si, que la paciencia no era su fuerte, que llevaba la rebeldia en la sangre. Y sus hijos lo mismo, exceptuando Pedro. De faciles no tenian nada.

– Este tambien esconde su misterio, hasta cuando no dice nada -anadio mientras me alborotaba el pelo-. ?Que hay, Baltita, hijo? No te habras dormido.

– No, estoy a gusto asi.

– Este nino tuyo tiene algo especial -dijo Bruno-. Es de los que ven mas alla. Yo creo que lo adivina todo.

Luego me levanto la cara por la barbilla y me miro:

– Vamos a ver, te pongo una adivinanza. ?Has entrado en tu casita de papel? Dice tu madre que se llama asi.

Asenti con la cabeza y de repente lo entendi todo.

– ?Y de donde han venido esos muebles que le faltaban?

– ?De tu casa! ?A que si?

– Claro. A ti te faltaban y a mi me sobraban. Se los iba a dar al prendero. ?Te gustan?

– Mucho. Y lo que mas que hayan bajado de tu casa.

Se puso en pie para despedirse y mama y yo lo acompanamos hasta el tapiz. Andaba un poco encorvado.

– Que suba Baltasar conmigo si le apetece -dijo-. Tal vez quiera elegir alguna otra cosita de las que a nosotros ya no nos sirven.

Dije que si queria. Abrazo muy fuerte a mama y le dijo algo al oido. Luego ella empujo la puerta del tapiz, le dio al interruptor y se hizo luz sobre aquella escalera empinada. Bruno iba delante de mi agarrado al pasamanos.

La casa no parecia la misma, como desnuda. Todo se volvian envoltorios, baules y paquetes. Y el retrato de Gabriel ya lo habian recogido.

– ?Estas ahi? ?Quien ha venido contigo? -se oyo preguntar a Elsa desde el dormitorio.

– Ahora vengo, hijo, voy a ver como se encuentra. Ha perdido un poco la memoria, ?sabes?

Y se metio detras el biombo. Ella preguntaba que quien era Baltasar. Que nunca habia conocido a ningun Baltasar. Me tape los oidos para no oirlos. No tenia que haber subido. Y, a pesar de todo, resisti de pie, mirando como atardecia al otro lado de la claraboya.

– Ya esta mas tranquila -vino diciendo Bruno-. Le he hecho una infusion de tila. Es que ha tenido unas fiebres muy altas, y anda floja.

Se sento en una silla y se quedo mirando para el suelo. Fueron unos instantes., pero yo alli de pie a su lado supe de repente que tenia que ayudarle, que lo deseaba mas que nada en el mundo y que ademas podia. Una fuerza desconocida me llevo a ponerle la mano en la cabeza.

– Seguro -dije- que volvereis a subir por las cuerdas y a bailar. Veras como si. Y Elsa se acordara de todo, y se reira.

Alzo los ojos.

– ?Crees de verdad eso? -me pregunto serio.

– Lo creo de verdad.

A su rostro asomo una sonrisa.

– Entonces yo tambien. La fe cria fe -dijo.

Y se levanto. Avanzamos de la mano deambulando por aquel espacio casi sin muebles. Por la claraboya entraba luz de ocaso. Habian dado en la tele hacia poco un reportaje sobre los beduinos, y se veia un desierto de tonos rojos camino del Mar Muerto. Me parecio que Bruno era el camello y yo el camellero. ?Adonde ibamos? De pronto se paro.

– Hay que dar muchas vueltas para saber donde estas -dijo-, como en el juego de la gallina ciega. Me gustaria darte algun talisman. Tu vida empieza, es largo tu camino. Pide algo.

Habia un cesto grande, atiborrado de objetos dispares. Vacile un momento, mirando aquel revoltijo.

– ?Esta ahi la libelula? -pregunte.

– No. Pero se donde puede estar. ?Es la libelula lo que quieres?

– Si, por favor.

No dijo nada. Se arrodillo delante de una maleta, la abrio y hurgo en ella. Me latia el corazon muy fuerte.

– Aqui la tienes. Creo que se te habia perdido. Te puede servir.

Estaba aplastada. Le alise las alas.

– ?Como funciona? -le pregunte.

– Eso tu mismo lo sabras cuando llegue la ocasion. Es para renovar el alma de alguien. De eso si te acuerdas, ?verdad?

– Si.

– Pues basta con eso y con estar atento a la ocasion.

Busco una bolsa de plastico y la coloco dentro con cuidado, metiendo el mismo un poco la cabeza.

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