– Fijo que es forastero.
– Lo que se ve claro es que es senorito – apunto otro, con aire de hombre de oficio.
– ?Por que?
– Hombre, porque presenta el pellejo muy liso, sin trazas de haberle
Llego Maleza con los otros hospederos.
– Me han dicho que por la feria del ano pasado hubo aqui un forastero alto, de empaque parecido al del muerto, que iba y venia por todas partes sin hablar con nadie. ?Alguno de vosotros recuerda haber tenido en su casa un hombre asi?
Varios de ellos negaron lentamente. Y Enriquito se reservo.
– Pensadlo bien.
– ?Tu que dices, Enrique?
– Alli en mi casa si hubo uno de esas senas. Alto, con traje oscuro de verano.
– ?El muerto te lo recuerda algo?
Hizo un gesto ambiguo. Y luego se explico.
– Podria ser… pero tanto pelo blanco como este tiene me despista… Se prestaba el pelo asi de un lado a otro para taparse un poco la calva… Claro que se podia tenir.
– ?Tu hablaste con el?
– Poco. Era hombre muy silencioso. Algunas veces preguntaba por gentes que ya habian muerto o que eran viejas… Y tambien preguntaba por sitios. Recuerdo que un dia estaba mirando a la parte donde estuvo la ermita de San Francisco. Y me pregunto que cuando la habia quitado y por que.
– ?Pero te dijo si era del pueblo?
– No. No lo dijo ni yo le pregunte. No era hombre de conversacion facil. Tampoco yo lo procuraba mucho, porque ya sabe usted que en ferias tenemos muchas prisas.
– ?Guardaras la ficha para saber como se llama?
– En el libro de entradas debe estar.
– Procura recordar todo lo que sepas y luego me buscas.
Enriquito se quedo callado como si no tuviera mas que decir, pero de pronto – era su tic -, cuando menos se esperaba, volvia a soltar un chorrito de palabras:
– … Un par de dias estuvo un poco enfermo y lo visito don Saturnino.
– Eso esta bien.
Volvio a quedarse callado mirando al suelo. Todos esperaron por si decia algo mas. Y cuando parecia que no, resulto que si:
– … Con el que hablaba bastante y lo acompanaba a veces era con Andujar, el de las maletas.
– Tambien vale.
De nuevo esperaron por si volvia a hablar, pero resulto que no. El hombre saco un cigarrillo, lo encendio, y puso cara de haberse despreocupado del asunto.
– Pues muchas gracias a todos por haber venido – dijo
– Buscame a Matias.
La gente entraba y salia de la 'Sala Deposito'.
– Pase usted, don Lotario, a oir que dicen. Yo voy con Matias a ver por donde pudieron entrar el cajon dichoso.
– Esta bien, Manuel. Ya me contaras.
Llegaba Matias, sacudiendose las manos:
– ?Que se le tercia?
– ?Estabas trabajando?
– No corre prisa.
– Vamos a dar un paseo por el Cementerio. Quiero que hablemos.
Matias miro con suspicacia al guardia.
– Como usted quiera.
– Esperanos aqui, Antonio.
– No faltaba mas. Voy a hacerle una visitica al pobre, a ver si ha cambiado de postura.
Entraron en el Cementerio Viejo.
– ?A que hora os acostais, Matias?
– ?Que a que hora nos acostamos?
– Eso es lo que pregunto.
– Hombre, pues cuando acaba la television. A las doce poco mas o menos.
– ?Y cierras las puertas del Cementerio?
– Claro, eso ni se pregunta.
– ?Todas las noches?
– Todas. Antes de entrarnos a cenar.
– ?Y tus hijos no salen de noche?
– Los sabados van al cine… O donde sea.
– ?Y como abren?
– Tienen la llave de la puerta de mi casa y para nada tienen que entrar al camposanto… Bueno y puedo yo preguntarle ?y
– ?Como crees tu entonces que pudieron pasar el cajon hasta el nicho de la familia del
– No se. Los
– Es que la cosa es grave para ti, Matias.
– ?Para un servidor?
– Hombre, claro, ?Que puede pensarse de un camposantero al que le pasan los muertos y se los entierran delante de las narices sin enterarse?
– … Pueden pensar lo que quieran, pero yo le juro que no se nadica.
– Si yo no dudo de ti, a ver si me entiendes. Lo que deseo es que entre los dos saquemos una conclusion – le dijo para tranquilizarlo.
– Ya, ya, pero que yo no concluyo nada en dos dias que llevo dandole al magin.
– Vamos a dar un paseo por todo el perimetro, anda.
echaron a andar al filo de aquel huerto sombrio,
Casi en todos los muros habia adosadas galerias de nichos, y en el Cementerio Viejo, muros altos y encalados, dificiles de saltar.
– Esta – dijo Matias ante un muro sin encalar – es la parte nueva, la que acordo el Ayuntamiento despues de tantos lios… que usted se acordara.
– Si…
El muro estaba hecho de tapial, segun es alli costumbre, y todavia parecia humedo.
– ?Cuando acabaron este muro?
– ?Cuando?
– Si, ?cuando?
– ?Cono!, ahora que dice usted. Pues acabarlo, acabarlo, seria hace mas de un mes, pero… Venga usted.
Y sin rematar la frase echo a andar a toda pierna.
Por fin se detuvo el huesero, no sin cierta fatiga, frente a una parte del muro que todavia rezumaba