me llaman solicopero.
No saben que acompanado
que estoy mas solo, es lo cierto.
Tambien estaba en el Juzgado Antonio
– Me dicen que llamo el senor Juez.
– No,
– ?Y que pasa?
– ?Como que le han
– Si, que le han
Y Antonio
– Que se lo cuente el – anadio el secretario quede vez en cuando corregia su pronunciacion andaluza.
– Pues nada – comenzo
– Y el camposantero
– ?Que que me dice, Manuel? – pregunto Antonio con sorna.
– Yo creo,
– ?Yo podre ir tambien? – dijo
– Naturaca – autorizo don Tomas.
– Avise usted a don Lotario a ver si nos lleva en su coche y nos ahorramos el paseo – anadio
El Jefe, sin anadir palabra, llamo por telefono a don Lotario.
Fueron en el 'Seat 600' del veterinario. Como era tan poco coche para tanta mercancia, al
– Parece mentira, don Lotario, que siendo usted un hombre de carrera y con cuartos no tenga un auto mas senor – dijo
Pero don Lotario ni se tomo la molestia de contestarle, porque en aquel momento
Al veterinario le olio bien el caso, como esperaba el Jefe, y conducia con la barbilla casi pegada al volante y los ojos entornados, como siempre que ponia mucha ilusion en algo.
– Desde luego, es que lo que me pasa a mi no le pasa a nadie, don Lotario – siguio
– 'Oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza' – dijo don Lotario a voces.
– ?Pero que dice este hombre?-pregunto extranado
– Siempre que se habla de reinados o de los godos me acuerdo de esa frase que decia un libro que estudie en la escuela – aclaro el veterinario.
– Pues anda con Witiza; pobre senor, las que debio pasar – comento Antonio.
Todos volvieron a reir y luego callaron unos segundos.
Hasta que rompio a hablar de nuevo don Lotario:
– Pero yo siempre he visto que los nichos libres estan tabicados.
– Si, senor; pero mi mujer, cuando lo compramos hace cosa de un mes, quiso que lo dejaramos destapado.
– ?Para que? – pregunto
– ?Ah! Ella dice que para que se airee. Como cree que su madre va a hincar el pico de un momento a otro (cosa que yo no espero) y estas Calonjas son tan relimpias, pues quiere enterrarla con mucho aseo.
– ?Puneteras mujeres! – exclamo
– Nunca se de que tienen hecha la cabeza – dijo
– Ni cabeza ni
– Eso de ingle es un decir.
– Es que Manuel, como es tan pudico, en vez de decir el sitio dice la vecindad.
Los paseos del Cementerio estaban desiertos. Bajo el cielo plomo de aquella tarde ventosa parecian mas de iras y no volveras que nunca.
Sacar al
– Yo no se como no haran los coches a la medida del hombre – rezongo mientras se componia el formato.
Como don Lotario, tan bajito y delgado, creyo una indirecta el dicho del
– Es que tu no eres un hombre.
– Anda, cono, ?pues que soy?
– Un almorchon.
– ?Ay, que don Lotario este!
En el mismo zaguan del Cementerio el sepulturero Matias estaba sentado en un taburete concluyendo la masticacion de un trozo de queso manchego bastante duro. Al ver al Jefe y la compana, trago rapido en un fuerte estiron de las poleas del cuello y le dio un tiento a la botella de blanco que tenia bajo la corva.
– Que aproveche – dijo
– Es que, sabe usted, como tengo el estomago
– Pero si le sigues dando al morapio, por mucho que frecuentes el condumio, haces un pan como unas hostias – comento don Lotario.
– Tu, Matias, no le hagas caso, que eres criatura humana, y el es veterinario – comento
– No crea, el vino no me dana. Lo tengo bien visto. Lo que me raja es
– Pues el vino viene a ser poco mas o menos – insistio el veterinario.
– Pues ya ve usted. No lo siento. Ni ardor me da. Debe ser por la costumbre de tantos anos.
– Bueno, bueno, alla tu.
– Tu, tumbero, come y bebe lo que te siente – tercio otra vez Antonio – que medicos y veterinarios saben la mitad de la mitad. A mi me mandaron que me quitara de fumar y aina si me muero. Cada cuerpo tiene sus