refuerzos y precintos.

Plinio empezo a examinarlo con cuidado por todos los lados.

– No se ve direccion ni remite – comento Antonio con cierto respiro.

– No senor – replicoPlinio -. Venga, quitale la tapa.

Matias, ayudado por uno de los hijos, con la piqueta fue saltando los precintos.

– ?Ay, Senor! – suspirabael Faraon, entre bromas y veras.

Don Lotario esperaba con la cabeza tan en el suelo que era milagroso su equilibrio. El medico, con la boca torcida y la mano en el nudo de la corbata, miraba casi de medio lado, con el perfil un poco encima del hombro. YPlinio, con las manos en la espalda, algo despatarrado y la boca apretada. No se oia otra cosa que el ruido seco de las tablas al quebrarse.

Lo primero que aparecio fue una gruesa capa de corcholina.

– Debe ser pieza delicada por la buena colcha que trae – dijoel Faraon no muy seguro de hacer gracia.

Cuando estuvo el cajon sin tapa, todos quedaron mirando la corcholina. Sin atreverse a hurgar. Aquello les daba muchisimo respeto.Plinio se agacho, y con tiento, empezo a retirar las vituras de corcho. Movia las manos con levedad, como si removiera petalos de flor. Por fin, las detuvo, palpo con presion por distintos sitios y se puso de pie. Miro a todos e hizo lentamente gestos afirmativos con la cabeza.

– ?Ay, mama mia!

– Venga, descubrirlo del todo.

Matias y sus hijos empezaron a quitar las virutas a punados. En seguida, envuelto en una manta y bien atado, quedo al descubierto la forma de un cuerpo humano.

– Homo est… – dijo el veterinario.

Otra vez todos se dieron a la contemplacion.

– Venga, cortad las cuerdas – insistioPlinio.

El camposantero saco la navaja con aire decidido y tajo las ligaduras del fardo. Todavia hubo que rajar la manta. Estaba el paquete hecho con tanto esmero, que no podia desliarlo aun sin ataduras.

Era hombre. Envuelto en sudario blanco. Aparentaba unos setenta anos. Nariz aguilena y boca sumida. Parecia muy alto. Una crencha de pelo cano asomaba bajo el capuz. Las manos llevaba cruzadas sobre el pecho. La piel, de un blanco morado.

El medico se inclino sobre el cuerpo.

– No hiede – dijo el enterrador.

– Esta embalsamado – aclaro el forense, que olisqueaba el sudario y le toco la nuca.

– No creo haberlo visto en mi vida – dijoel Faraon con alivio.

– No parece cara conocida, no – confirmo el veterinario.

– ?Cuanto tiempo llevara muerto, doctor? – preguntoPlinio.

– No es facil determinarlo. El embalsamamiento parece hecho a conciencia. Lo vere bien despues. De todas formas no mucho.

– No me suena de nada – repitioel Faraon tranquilo.

– No se puede decir tan aprisa que no lo conocemos. La muerte come mucho. ?Verdad, don Saturnino? – preguntoPlinio.

– Si, pero el aire siempre se saca… Vamos a examinarlo bien.

– ?Lo llevamos a la 'Sala Deposito' o esperamos al Juzgado? – pregunto Matias.

– El Juzgado lo ve alli.

– Venga, muchachos – dijo Matias a los mozos -, vamos con el.

Entre todos los que alli estaban alzaron el cajon y caminaron hacia el Deposito.Plinio iba detras con las tablas y precintos.

– ?Ay, mama mia – suspiraba el gordo que en vano simulaba ayudar-, y que habre hecho yo en este mundo para que me manden un hombre en estas condiciones!

Apenas posaron el cuerpo sobre la mesa de marmol de la 'Sala Deposito', don Saturnino quedo a solas examinandolo.

Plinio y don Lotario, despues de telefonear al Juzgado, paseaban pensativos ante la puerta del Cementerio. El Faraon se acerco a la bodega de Jonas a por unas botellas de vino.

Matias y su mujer sacaron una mesita, sillas y vasos. Encendidas ya las luces, el Jefe y el veterinario entre sombras daban vueltas y mas vueltas sin despegar el pico.

Por fin, don Lotario pregunto a su amigo casi suplicante:

– ?Que piensas de todo esto, Manuel?

– Lo mismo que usted. Absolutamente nada.

– Pero algo imaginaras.

– Hombre, don Lotario, imaginar, imaginar, lo que se dice imaginar, si que imagino. Pero la imaginacion sin datos, solo vale para escribir novelas… Todo esto es muy raro, pero que muy raro.

– Quien no creo que tenga nada que ver en este entierro esel Faraon – aventuro el veterinario.

– No… No creo. El es hombre de buen natural. Travieso y bromero si, pero nunca pasa a mayores.

El medico salio del Deposito y pidio para lavarse las manos. En seguida se le oyo cacharrear dentro.

El Faraon se acercaba cantando, por hacer gracia o por orearse el miedo:

Quien te puso Salvaora

que poco te conocia…

Cuando llego con una garrafilla de blanco del otro ano y unbolsillao de almendras, se sentaron todos junto a la mesilla de Matias en espera de los de la Justicia.

– ?De donde has encontrado esas almendras?-le preguntoPlinio.

– En elencontraero.

Empezo a sonar el liquido en los cristales y el rumiar de las almendras.

– ?Ay, mama mia, la primera cosa de gusto que hacemos esta tarde! Buena persona es el vino. Sin el y sin tetas calientes, que seria de uno, ?madre!

– Cuidao que es usted verde, Antonio – comento el medico.

– Y quien no. Lo que pasa es que unos lo decimos y otros no. Para mi, no hay mas que tres verdades: el bolson, el colchon y la andorga. Lo demas 'verduras de las eras', como dice el cantar.

– Pues tu, tan gordo y sesenton como estas, ya no debes alpear en el catre con lucimiento – dijoPlinio.

– Hombre… donde hay, siempre queda. Fuerza en el inferior le prometo que no me falta. No es como aquel ganan mio que decia que solo conseguia armarse por las madrugadas, aprovechando la fuerza del orin. Y lo de la gordura no es cosa mayor. Yo me las apano. Echo lo mocetes – y extendio los brazos – para no laminar a la contraria, y quedo como unas rosas.

Y para dar mayor grafismo a sus lucubraciones, sin levantarse de la silla y con los brazos en el aire, inicio algo asi como un aire danzon.

– Desde luego es que losFaraones habeis sido de lo mas tirado del pueblo en eso de la carne – le ataco el Jefe.

– Tirados, no; echados, Jefe. Echados… Buena raza. Mi padre, el pobre, a los ochenta anos, apenas lo sentabamos a tomar el sol se ponia cachondo y no dejaba parar a las vecinas a fuerza de barbaridades. Y mi abuelo murio como un hombre en una casa del Canto Grande. Despues del coito se quedo traspuesto y no volvio en si. ?Que gusto no le daria!

– Pero tu abuelo murio muy joven, segun tengo entendido – dijoPlinio.

– Pero eso no quita… Le sacaron un romance. Empezaba:

Sebastian el Faraon

murio en pecado mortal,

al tercer golpe de manta

se quedo sin respirar.

La Jeroma le decia:

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