'Despierta, que ya es de dia,

?no oyes que pasan los carros

que se van al melonar?'

Por mas que lo meneaba,

Sebastian sin contestar…

– Luego, no me acuerdo como sigue… pero acababa asi.

La Jeroma desde entonces

no la quieren contratar;

dicen que mata a los hombres

con su parte reserva…

– Que animalada – comento el medico.

– Cada uno su ejecutoria, doctor. Unos nobles, otros ricos, otros listos y nosotros, losFaraones, fieles al ramo de la ingle, como dice aqui.

– Bueno, deja el tema ya, que te pones muy borrico y no estamos en lugar propio – dijoPlinio.

– ?Huy!, que no. A mi los muertos me animan mucho… Las mujeres, en los velatorios, ya sabe usted que se caldean… Y ademas estoy contento despues de ver que lo que me hancolao en el nicho no me compromete… Imaginese usted que aparece ahi uno de los que le debo cuartos.

– No te las prometas tan felices, que estamos empezando.

Hubo una pausa, pausa de pitoliao, gota, chupada, relamida y expelencia de humos.

El Faraon, mirando a don Lotario, se sonreia con ternura y al fin rompio:

– Ahora que estoy yo metido en este trance, por razones, digamos, de propiedad, comprendo, don Lotario, la querencia que le tiene usted a Manuel y lo bien que deben pasarlo.

Don Lotario se sintio halagado:

– Es oficio divertido.

– Divertido, cuando se presentan casos bonitos, como puede ser este – aclaroPlinio -, que llegan de uvas a peras. Porque la mayor parte del tiempo la pasa uno en rutinas del servicio, en general muy insustanciales.

– Manuel, es que usted debia haber nacido en Chicago, pongo por sitio perverso. Porque tener aficiones policiacas y ejercer en Tomelloso no tiene chiste. Aqui la gente es muy llana y de buen natural y no se mata nada mas que en casos de mucha precision – comento Antonio.

– Lo que pasa es que usted, Manuel, debia haberse hecho policia de los de verdad, de la secreta. Usted vale mucho – confirmo el medico.

– Bah… Yo no soy hombre instruido. Mi padre era capataz de aquella bodega que se ve desde aqui y solo fui unos dias a la escuela.

– Es que con lo que usted tienedemostrao a Tomelloso y al mundo – siguio el Faraon -, si hubiera justicia en Espana lo habrian nombrado ya general-policia del pais.

– No exageres,Faraon. Yo soy hombre con cierto sentido comun y nada mas. Lo que hasta ahora he hecho son chapuzas, solo chapuzas.

– No sea usted modesto, que la policia secreta de Ciudad Real-siguio el corredor de vinos – y la de Alcazar, todos lo sabemos, se quita el sombrero cuando usted entra en accion.

– Y a veces, cuando tienen un caso dificil, 'nos' llaman – anadio don Lotario muy satisfecho -. Di que si.

– Na… Chapuzas… Estos deben ser los del Juzgado- concluyo, mirando a un coche que se aproximaba por la carretera del Cementerio.

La noche era muy oscura. Los paseos, como boca de lobo. Alla lejos el relumbrar del pueblo. Por todos sitios cantaba el grillerio. Debian estar encelados o reclamando la luna. De cuando en cuando, por las carreteras proximas, las luces de un coche. En la casa del camposantero, las ventanas abiertas. Entrares y salires al resplandor pajizo de las menguadas bombillas. Fuera, en el porche, quedaron las sillas, la garrafilla y los vasos.

Mas de media hora estuvieron los del Juzgado examinando el muerto y haciendo sus diligencias. Luego salieron despaciosos. Ofrecioel Faraon de la garrafilla y se rehizo la tertulia.

– Lo mas probable es que se trate de un forastero – dijo el senor Juez con el vaso en una mano y un cigarro en la otra.

– Pero a mi se mehase mu raro que traigan un forastero a enterrar de incognito en el nicho de Antonio – apostillo el 'secre' don Tomaito.

– … De la familia de Antonio – aclaro este -; no querais certificarme tan presto.

– ?Y tu estas seguro, Saturnino – siguio el Juez sin hacer caso de la aclaracion delFaraon -, de que no ha muerto violentamente?

– Hombre, heridas o magullamientos no tiene. Lo he examinado muy bien. Ahora bien… esta embalsamado tan a conciencia, que no puede hacerse una autopsia corriente. Si por ejemplo murio envenenado, no hay forma de saberlo… como no sea un especialista.

El Juez, con la barbilla en la mano, luego de pensar un poco, dijo:

– Manana que venga un fotografo. Avisale tu a Albaladejo, Tomas. Que le haga retratos de frente y de perfil para enviar a la Prensa. Hay que intentar saber quien es este hombre… ?Le parece bien, Manuel?

– Muy bien. Y se me ocurre otra cosa.

– ?Digame?

– Yo digo, como a mi me dan siempre bastantico resultado las soluciones estilo pueblo…, decia yo de mandar echar unos pregones para que se acerque por aqui personal a ver si alguien lo conoce.

– ?Atiza, mi madre! – exclamo Matias sin poderlo remediar -, con lo bacina que es la gente, manana se descuelga por aqui el pueblo entero.

– Lleva razoner seno del azaon – abundo el Secretario-; manana hay aqui cola como en el furbol.

– No importa. Es lo que queremos. De acuerdo, Manuel. Es mas: vamos a tenerlo expuesto durante tres dias.

– Muy bien – replico Manuel -… salvo que se aclare algo antes.

– Por supuesto. No se si esto sera muy ortodoxo -continuo el Juez -, pero ante la anomalia del caso toda precaucion es poca.

– ?Y si dieramos tambien el aviso a los pueblos cercanos: Argamasilla, Alcazar, Socuellamos y demas?- aconsejo don Lotario.

– No hace falta. A ver si manana mismo se pueden mandar las fotografias al periodico de la provincia para que se publiquen por la tarde. Y en tres dias de exposicion, si alguien lo reconoce, puede venir a cerciorarse… Encargate tu, Tomas, de redactar la nota… Y usted, Manuel, se viene con el fotografo.

A la luz linaza del zaguan se veia el corro, cual de comicos en un teatrillo de candilejas menguadas. Los vasos de blanco, las lumbres de los cigarros, el meneo de brazos y pasos adelante de los que estaban de pie componian la escena.

Al senor Juez, sentado en una silla muy baja, las rodillas le quedaban muy cerca de la cara.

Don Tomaito, con el sombrero puesto y las gafas de armadura dorada, tenia el vaso entre sus dedos con aquella delicadeza que Dios le dio para tratar el vino. Claro que 'su vino' era el de Jerez. Y como andaluz de ley, al manchego le daba trato de pariente subdesarrollado.

Plinio permanecia de pie, con la gorra de pano azul un poco volcada hacia el cogote, el vaso en la mano derecha y la izquierda en la porra de goma. Actitud heredada de sus tiempos gloriosos, cuando llevaba sable con empunadura dorada. En esta postura el sable basculaba y componia una estampa bizarra. Sin embargo, la porra, al quedarse horizontal bajo la presion de la mano, resultaba un apendice desgraciado.

Don Lotario, sentado junto al Jefe, escuchaba con las piernas y brazos cruzados.El Faraon habia conseguido atrapar un serijo y, bien abierto de piernas, dejaba al aire su barriga saludable. Cada vez que tomaba del vaso, se gamuceaba el labio con su lengua rosada y sensual.

Los hijos del enterrador duendeaban en la cocina. Y Matias, con la blusa azul anudada a la altura del ombligo

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