y la boina parda hecha visera sobre la frente, escuchaba a todos con la boca abierta y los ojos de sueno.
Y al fondo, por la puerta abierta de la 'Sala Deposito', salia la luz pobre que velaba al muerto.
Esta escena asi, quieta, como una fotografia oscura, quedaria durante toda la vida en la memoria de los que alli estaban.
Cuando llegaron, Braulio estaba sentado a la fresca, junto a la portada de su bodeguilla, en mangas de camisa y con un gosquecillo rabicapado sobre las tablas de sus muslos.
– ?En que piensas, Braulio? – le dijo
– ?Cono, la pareja! – salto el saludado con aire de buena sorpresa -… Pues aqui me estaba cavilando en tontainas… Ya me he enterado que habeis tenido esta tarde faena de la fina.
– ?A que llamas tu tontainas, Braulio?
– Pues… Llamo tontainas a esta cosa que es vivir, a la otra que es nacer, y, naturaca, a la mas otra que es morirse… Y que por mas vueltas que le doy al molino… y se las llevo dando desde que se me cuajo la razon, que ya va para largo, no le encuentro el chiste a este ferial.
– Siempre has sido un filosofo, Braulio – le dijo
– Pos si sere. Pero
– Y muy bien dicho, Braulio… ?Pero es que no eres feliz? – pregunto
– Yo no se. Creo que no. La verdad es que el mundo me importa un
– Ya lo creo que te expresas… Pero veo que aqui don Lotario
– ?Y que plan es ese?
– Hombre, beber unos vasos de vino al fresquito de tu cueva y comentar un poco todo el negocio que nos ha venido a las manos esta tarde.
Braulio, que continuaba sentado, quedo mirando a los visitantes que permanecian en pie, con cara de indignacion, y dijo:
– ?Carajo!, el que yo os diga mis ansias no entorpece ese proposito. Que la vida hay que tomarla como la encontramos. Y el vino, la buena compania y el fresquito de la cueva son cosas muy llevaderas por poco que uno se explique las veredas de este inquilinato… ?Hala!, de frente marchen – dijo levantandose nervioso, sin soltar el perro, y arrastrando la silla con la mano libre se entro por el postigo abriendo camino.
Bajaron con tiento, porque la unica bombilla, alta y vinosa, que habia sobre la escalera de la cueva, alumbraba con muy mala geometria los escalones de tierra.
– ?Atiza!, si me bajo con el perro. Por favor, don
– Debias tener un candil supletorio para estas bajadas, Braulio – le dijo
– Llevas razon, Manuel, pero siempre pienso que todo el mundo tiene mi peritaje.
Y lo decia bien adelantado, porque el hombre de piernas cortas y bracetes de ala bajaba como una bicicleta. La nave de la cueva tambien estaba muy oscura. Otras dos bombillas menudas y pajizas, tiradas con onda, pendian de unos hilos cotosos en el aqui y alli del techo.
Se sentia alli un rico frescor aromado por los alientos del vino. Las tinajas de barro, con las panzas bien generosas, se alineaban a uno y otro lado de la nave. Por una escalera de mano verdinegra subieron al empotre de madera.
– Tienes que arreglar esta bodega, Braulio – le dijo el veterinario-, y ponerle tinajas y empotres de cemento como ahora se lleva.
– No por mis muertos. Que asi la hicieron mis abuelos, asi me sirve, y asi me da el vino mas
Se detuvo ante la boca de una tinaja y senalandola con el dedo, dijo muy satisfecho:
– Van a ver ustedes ricura manchega la de esta
Quito la tapa de paja de 'aquella ricura', se sentaron todos a media anqueta en el halda de la tinaja, y Braulio, con el vaso pinzado delicadamente entre dos dedos, empezo a menear el caldo. Cuando considero que ya era bastante movicion, metio el vaso y se lo ofrecio a don Lotario.
– Tu disimula,
Don Lotario miro un poco el vino al trasluz y se lo envasijo luego en dos traguitos.
– ?Buen blanco! – dijo labieando con regusto.
Volvio Braulio a menear el vaso dentro del vino, lo relleno y ofrecio a
Era tan bueno el fresco de la cueva, tan tragadero el blanco y aromatico y viril el tabaco del senor veterinario, que los tres hombres tardaron mucho en romper a hablar. Alli permanecian acluecados, perdidos en sus humos, sus tragos y sus imaginativas. Por fin, como Braulio empezo a dar ciertas muestras de impaciencia, que para eso estaba en su casa,
– Lo que a cualquiera se le ocurre, en respective al caso-dijo 'el filosofo' -, es que alguien ha querido deshacerse de ese muerto. Pero ?por que?
– A mi lo que me preocupa de momento – dijo
– ?El que, Manuel? – pregunto don Lotario con el vaso en el aire como ofreciendolo.
– Lo que me preocupa es por que se han tenido que deshacer de ese muerto aqui en nuestro pueblo… Y alojandolo en un nicho tan facil de descubrir.
– ?Entonces tu das por sentado que el negocio no es local? – inquirio Braulio.
– No me huele a local como tu dices… Veras como manana nadie reconoce al muerto. Ojala me equivoque. Yo me se el pueblo de memoria y esa cara no me suena.
– Que la muerte altera mucho, Manuel – sentencio el veterinario.
– ?Cono que si altera! – salto Braulio como pensando en alguien que el sabia.
– Pero no hasta dejar del todo desconocido a un paisano, ya viejo. Maxime que este esta bastante propio… Ademas, un embalsamamiento como el que le han hecho a ese cuerpo, solo puede ser obra de medico – explico el Jefe.
– Venga otro pito, don Lotario – pidio Braulio-, desde luego, el caso es de rompecabezas. Y un cajon tan grande, si vino de fuera… ?lo traerian en un camion?
– Ya he pensado en eso.
– A ver si es un ministro de esos internacionales que ahora matan en todos los sitios y lo han distraido por aqui.