– ?Alguna vez ha sacado grandes sumas en metalico? -pregunto Aiden.

– Si. Cuando acaba un libro, suele sacar unos cincuenta mil dolares de su cuenta personal, en metalico.

– ?Y que hace con ellos? -pregunto Mac.

– Los dona a sus entidades beneficas preferidas -dijo Ann Chen con una sonrisa-. Los coloca en sobres y los introduce por debajo de las puertas. La NAACP, el Ejercito de Salvacion y la Cruz Roja.

– ?La ha visto hacerlo? -pregunto Aiden.

– No, nunca. Lo hace sola, de forma anonima.

– ?Lleva usted tambien el control de sus impuestos? -pregunto Mac.

– Si y no. Mi hermano tiene un MBA por la Universidad de Nueva York. Lo hacemos entre los dos.

– ?Y declara sus donaciones beneficas? -pregunto Aiden.

– No. Le he dicho que lo haga. Mi hermano dice que es ridiculo no hacerlo, pero Louisa insiste en que no quiere sacarle provecho a sus donaciones. Es una buena mujer, pero veo que ustedes creen que puede haber matado al senor Lutnikov.

– ?Lo ha hecho? -pregunto Mac.

– No. Ella no seria mas capaz que yo de hacer algo asi.

– De acuerdo -prosiguio Aiden-. ?Ha matado usted a Charles Lutnikov?

– ?Que? No, ?por que? Eso es todo lo que tengo que decir. No me gusta serle desleal a Louisa.

Ann Chen se puso en pie.

– Gracias por el cafe -dijo mientras se ponia el abrigo.

Cuando se marcho, Aiden dijo:

– Comprobare en las oficinas de la NAACP y en el Ejercito de Salvacion cercanas al edificio de Louisa Cormier si alguien ha pasado sobres con dinero por debajo de la puerta cada vez que Louisa acababa un nuevo libro.

– ?Otro cafe?

– Que sea descafeinado, sin azucar.

Mac pidio el cafe para ella y otro para el y saco una bolsa de plastico del maletin que tenia debajo de la mesa. Se puso los guantes mientras el camarero le observaba perplejo desde detras del mostrador. Mac deposito la taza de Ann en la bolsa, la sello y la guardo en su maletin.

– Son policias, ?verdad? -pregunto el muchacho al traerles los cafes.

– Si -dijo Mac.

– Genial.

– ?Cuanto por la taza? -pregunto Mac.

– Nada -dijo el chico-. Nadie se dara cuenta de que falta. Y si es asi, dire que la rompio la clienta.

El chico miro a Aiden de nuevo y dijo:

– ?Es usted policia?

– Soy policia.

– Nunca lo habria dicho -dijo y volvio tras el mostrador justo en el momento que entraba en la cafeteria una pareja joven riendo.

Una hora despues, Danny estaba sentado en el asiento del copiloto del coche de Flack mientras este conducia. Danny se ajusto las gafas y telefoneo a Stella.

– El director del hotel quiere saber quien va a pagar la moqueta -dijo.

– Dile que envie la factura al ayuntamiento.

– Es lo que he hecho.

El coche se detuvo ante un semaforo en rojo y patino hacia la derecha hasta detenerse a pocos centimetros de una camioneta blanca de reparto. El conductor miro a Danny, primero conteniendo la respiracion en espera del topetazo, despues con una oleada de rabia.

Incluso a traves de la ventanilla cubierta de escarcha, Danny pudo escuchar al hombre gritandoles en un idioma que, sin duda, debia de ser escandinavo. Don Flack, con mucha calma, saco la placa del bolsillo de su chaqueta y alargo el brazo hasta presionarla contra la ventanilla.

El escandinavo, que andaba necesitado de un buen afeitado, miro la placa e hizo un gesto con la mano para dar a entender que poco le importaba que fuesen policias, el mismisimo alcalde, el Papa o Robert DeNiro.

– Hay una videocamara en esa esquina -dijo Flack guardandose la placa-. Creo que alguien tendria que calmar al vikingo antes de que pierda los estribos y alguien salga mal parado.

Danny asintio.

– ?Danny? -dijo Stella con exagerada paciencia.

– No habia nada en el suelo -respondio Danny-. Los agujeros mas grandes fueron los que deje con las unas.

Era lo que Stella esperaba. Danny apreto el boton del altavoz para que Flack pudiese oirla. Flack acababa de cerrar su telefono movil tras advertir a los de los monitores de la linea de video sobre el vikingo de cara rosada que habia apretado a fondo el acelerador en cuanto el semaforo se puso en verde. Paso casi rozando el coche de Flack y zigzagueo delante de el.

– Hemos identificado la huella dactilar -dijo Stella-. Steven Guisa, alias Big Stevie, tiene varios arrestos que incluyen desde la intimidacion, al atraco y el asesinato. Dos condenas por las que paso un tiempo en la carcel. Una por perjurio. Otra por extorsion. Oficialmente, trabaja como conductor de camiones para la panaderia Marco, propiedad de…

– … Dario Marco -concluyo Danny.

– Hermano de Anthony Marco, contra el que iba a testificar manana Alberta Spanio.

– ?Mac esta al corriente? -pregunto Flack iniciando la marcha, dejando que el vikingo de la camioneta se tambalease hacia el siguiente semaforo.

– Voy a llamarle ahora mismo -dijo ella.

– ?Que quieres que haga? -le pregunto Danny.

– Vuelve aqui y conviertete en un experto en cadenas.

– ?Y tambien en latigos?

Ella colgo.

Big Stevie estaba sentado en el bar Toolie Prine’s, en la Novena avenida, tomandose una cerveza Sam Adams fria. Oficialmente, y segun las letras blancas pasadas de moda pintadas en el ventanal, el bar se llamaba Terry Malloy’s, en recuerdo del papel de Marlon Brando en la pelicula favorita de Big Stevie. Oficialmente, el bar era propiedad de la hermana de Toolie, Patricia Rhondov, porque Toolie era un ex convicto. Oficialmente, Toolie era el camarero. Oficialmente, todavia tenia que ir a visitar una vez por semana a su agente de la condicional. Todos los que sabian algo de eso y la mayoria de los que no lo sabian seguian llamando a aquel bar Toolie Prine’s.

Big Stevie tenia el trasero bien aposentado en uno de los taburetes. Stevie era fuerte. Lo llevaba en los genes. Nunca habia trabajado. Su viejo habia sido fuerte, un trabajador de los muelles. Stevie podria haber sido estibador como su padre. Entonces habria sido Stevie el estibador, en lugar de ser simplemente Big Stevie.

El Toolie’s estaba vacio a excepcion de Stevie, a quien le gustaba sentarse solo en la ambarina oscuridad y mirar por la ventana los coches y a la gente que avanzaba dificultosamente a traves de la nieve.

Stevie estaba a gusto consigo mismo. Habia realizado el trabajo que le habian encargado. Habia sido facil - excepto cuando estuvo a punto de caer por la ventana- y tenia diez billetes con la efigie de Benjamin Franklin en su billetera sin haber tenido que romperle la cara ni las rodillas a nadie. Lo unico malo fue pasarse cuatro horas escuchando las quejas del jockey.

Jack el Jockey no era un mal tipo, pero era un quejica. Se quejo del cuadro sobre el televisor y del tamano del mismo. Se quejo del calor que hacia en la habitacion. Se quejo de los gyros que se habia comido, y que segun Stevie estaban particularmente buenos. Stevie se habia comido dos.

El trabajo habia ido bien, por eso el senor Marco le habia dado el dia libre y tambien el siguiente; el lunes era el cumpleanos de Stevie. Tendria que hacer algo para celebrarlo, aparte de sentarse en el Toolie’s y tomarse unas cuantas Sam Abrams, pero ahora no podia pensar en nada mas aparte de llamar a Sandrine y que esta le mandase a una de sus chicas, posiblemente a la pequena Maxine, a su apartamento de dos habitaciones. Le gustaban las chicas menudas. Tal vez podria pasar un rato con una de ellas mas tarde, si no estaba demasiado borracho.

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