– Gracias -dijo Mac-. Sera lo primero que hagamos manana por la manana. ?Alguna novedad sobre Guista?
– Todavia nada -respondio Stella.
– ?Que tal esta Don? -pregunto Danny.
– Fuera del hospital -dijo Mac-. El medico le dijo que se fuera a casa y le dio un par de analgesicos. Probablemente ya este metido en la cama.
Mac estaba equivocado.
Don Flack, intentando no temblar, estaba frente a una pequena casa en Flushing, Queens. Llamo al timbre. Eran las nueve pasadas. La noche habia hecho descender la temperatura por debajo de los 17 ?C bajo cero, y eso sin contar el viento cortante.
Habia luces encendidas dentro de la casa. Volvio a llamar, intentando no respirar hondo. El medico que le habia vendado las costillas, el doctor Singh, le habia dicho que se tomase una de las tabletas de hidrocodeina y se metiese en la cama. Don habia cumplido a medias sus indicaciones. Se tomo una tableta en cuanto salio del hospital.
Abrieron la puerta. La calidez de la casa salio a su encuentro y se vio frente a una guapa adolescente morena con un libro en la mano.
– ?Si? -pregunto.
– ?Esta el senor Taxx en casa? -le pregunto.
– Si -dijo la chica-. Ahora le aviso. Entre.
Flack cruzo la puerta y la cerro.
– ?Se encuentra bien? -pregunto la chica.
– Estoy bien.
Ella asintio y entro en la habitacion que se abria a la derecha diciendo:
– Papa, alguien ha venido a verte.
La chica volvio a mirar de inmediato a Flack.
El calor del interior, la punzada de dolor y la hidrocodeina se mezclaron en el cuerpo del detective. Se balanceo ligeramente.
– ?Esta enfermo? -pregunto la chica.
– Estoy bien -mintio.
Ed Taxx salio de la habitacion segundos despues. Llevaba puestos unos vaqueros arremangados por abajo y una sudadera de los New York Jets.
– Flack -dijo-, ?estas bien?
– Si. ?Podemos hablar?
– Claro -dijo Taxx-. Pasa. ?Quieres cafe, te o alguna otra cosa?
– Cafe -dijo Flack siguiendole y controlando una mueca de dolor.
– ?Podrias traerle una taza de cafe al detective Flack? -le pregunto Taxx a la joven.
La chica asintio.
– ?Con leche, azucar…?
– Solo -respondio Flack mientras Taxx se iba en una direccion y su hija en otra.
Pasaron a un pequeno y despejado salon. Los muebles no eran nuevos, pero tenian buen aspecto, todo estaba limpio y habia flores; era la habitacion de una mujer. Dos sofas, casi iguales, estaban colocados uno frente a otro con una mesita baja de color gris entre ellos y ejemplares recientes del
Taxx se sento en uno de los sofas. Flack tomo asiento en el de enfrente.
– Cliff Collier ha muerto -dijo Flack.
– Me han llamado -dijo Taxx sacudiendo la cabeza-. ?Hay alguna pista sobre el asesino?
– Yo le he disparado al asesino -dijo Flack mirandole a los ojos-. Pero anda suelto. Escapo.
– No conocia bien a Collier -dijo Taxx-. Compartimos turno de vigilancia dos noches. ?Erais amigos?
– Fuimos juntos a la Academia -dijo Flack intentando no moverse, sabiendo que el resultado seria una sorda punzada de dolor en el pecho.
La muchacha regreso con dos tazas amarillas identicas y dos posavasos de corcho. Dejo las tazas frente a cada uno de ellos.
– Gracias, carino -dijo Taxx sonriendole a su hija.
– Vuelvo a mi cuarto -dijo ella-, a menos que…
– Puedes marcharte -dijo Taxx.
La chica echo la vista atras una ultima vez y salio lentamente, con la esperanza, penso Don, de escuchar algun ramalazo de la conversacion entre su padre y aquel inesperado visitante.
– Mi esposa esta jugando al bridge en una casa de aqui al lado -dijo Taxx.
Permanecieron unos segundos en silencio, bebiendo cafe.
– ?Tienes problemas? -pregunto Flack.
Taxx se encogio de hombros.
– Asuntos Internos esta investigando -dijo-. Posiblemente reciba una reprimenda y me jubilaran dentro de un ano, no quiero volver a trabajar en la calle. No puedo decir que me preocupe mucho. Alguien tiene que cargar con la culpa de haber perdido a una testigo estrella.
Frank dio un sorbo al cafe. Estaba caliente, pero no quemaba.
– Me da la impresion de que los periodicos y la television querran ver en el asesinato de Cliff su implicacion con el asesinato de Alberta Spanio, o sea, que lo mataron para que no hablase -dijo Don.
– No lo creo -respondio Taxx dandole un sorbo a su taza-. No le conocia bien, pero estuve alli. No tuvo nada que ver con el asesinato de Alberta Spanio.
– Entonces, quien mato a Cliff creia que habia visto o sabia algo -dijo Flack-. O que se habia supuesto algo. Lo que yo realmente creo es que Cliff estaba siguiendo una pista por cuenta propia y le pillaron.
– Para mi tiene sentido.
– Quienquiera que lo hiciese, tal vez ahora vaya a por ti.
Taxx asintio y dijo:
– He estado pensando en eso. Pero no le encuentro razon alguna.
Flack le pregunto a Taxx que habia ocurrido en el hotel.
– Ya te lo dije -dijo Taxx-. Llamamos a su puerta.
– ?Llamasteis?
– Creo que llamo Collier. Yo dije su nombre. No hubo respuesta. Collier toco la puerta y me miro. Me pidio que la tocase. Lo hice. Estaba fria.
– ?De quien fue la idea de echar la puerta abajo?
– No lo hablamos -dijo Taxx-. Simplemente, lo hicimos. Cuando estabamos dentro, Collier corrio hasta el lavabo y yo fui hacia la cama de Alberta.
– ?Por que fue al lavabo?
– Llegaba un aire muy frio desde alli -dijo Taxx-. Nos miramos y asentimos, algo asi. Ya sabes como van las cosas cuando estas en el terreno.
– Si -dijo Flack-. ?Por que fue el al lavabo y tu a ver el cuerpo?
Taxx tenia la taza de cafe en la mano.
– No lo se. Salio asi. Le vi correr al lavabo. Me toco la cama.
– ?Cuanto tiempo estuvo alli metido?
– Cinco, diez segundos -dijo Taxx-. Flack, ?que te pasa? Pareces…
– El tipo que mato a Cliff se tiro encima de mi antes de que le disparase. Tengo dos costillas rotas.
– ?Y has conducido hasta aqui?
– No ha sido tan dificil.
– ?Quieres pasar la noche aqui? -le pregunto Taxx-. Tenemos una habitacion libre.
– No, gracias -dijo-. Estoy bien. Cuando Alberta Spanio se fue a la cama, ?que hizo?
– Lo mismo que las tres noches anteriores -dijo Taxx-. Comprobamos las ventanas para asegurarnos de que estaban cerradas.