mas adelante en la acera donde el estaba. Las ventanillas estaban enteladas. No tenia el motor en marcha.
Le dio la impresion de ver dos figuras en el asiento de delante, pero las ventanillas enteladas no permitian ver gran cosa. ?Estaban observando la entrada del edificio al que se dirigia?
?Serian policias? No, no podia ser. Tal vez no le estuviesen buscando. Tal vez simplemente estuviesen esperando a alguien o se habian detenido para hablar de algo o… Stevie no las tenia todas consigo. Lo que le habia ocurrido ese dia le habia hecho pensar. Preferia que otros pensasen por el, gente en la que pudiese confiar, como Marco, pero ese era el problema. Estaba empezando a desconfiar de Marco.
«Mantente alerta», se dijo adentrandose en las sombras de un oscuro portal desde el que podia vigilar a los que estaban en el coche.
«Hice el trabajo del hotel. He matado a un policia. Le he roto los huesos a otro. Si me detienen, es posible que Marco se preocupe por si me voy de la lengua. El me conoce, pero puede preocuparse. ?Y puedo culparle por ello? Si.»
No podia esperar. Stevie tenia que ir a algun sitio donde pudiesen coserle. Estaba sangrando otra vez, y de manera abundante.
?Deberia confiar en Lynn Contranos? No la conocia. ?A que otro lugar podia ir? No disponia de mas opciones. Bueno, tal vez una, pero tenia que prescindir de ella en la medida de lo posible. Cruzo la calle y se encamino hacia el edificio. No echo la vista atras, pero oyo como la portezuela del coche se abria y se cerraba a su espalda.
Encontro el nombre en una placa de plastico en la pared de piedra: Lynn Contranos, masajista terapeuta. Apreto el boton sintiendo que dos personas se le aproximaban. No hubo respuesta. Volvio a apretar el boton y escucho la voz de una mujer a traves del pequeno interfono.
– ?Si?
– Soy Steven Guista -dijo.
– Quedate ahi -dijo antes de que su voz se apagase.
?Reconocio la voz? No estaba seguro. Segundos despues oyo el sonido de una campanilla metalica en la puerta. Alargo la mano hacia el pomo, consciente de que las dos personas estaban ya a escasos metros de distancia. En lugar de abrir la puerta, Stevie se volvio deprisa, sorprendiendoles. Eran dos hombres, ambos mucho mas jovenes que el, pero ninguno tan corpulento. Uno de los hombres tenia una pistola en la mano derecha.
Stevie los reconocio. Uno era ayudante en la panaderia Marco’s. El otro era el guardia de seguridad de la panaderia. Este ultimo era el que empunaba el arma.
Stevie no dudo. Le clavo un potente punetazo en el estomago al hombre de la pistola, quien se doblo hacia delante. Al mismo tiempo, con la mano libre busco el cuello del otro hombre, que parecia buscar algo en su bolsillo.
Stevie se olvido del dolor que sentia en la pierna y se concentro en mantenerse con vida.
11
– ?Quien? -pregunto Danny a la manana siguiente, despues de que Stella leyese un correo electronico en la pantalla que tenia delante.
Danny no habia dormido bien. Sono con una cadena balanceandose debido al frio viento por la que el tenia que descender. Intentaba agarrarse, las manos le resbalaban, y sabia que finalmente acabaria cayendo hacia la oscuridad que se extendia bajo sus pies. Fue una larga pesadilla. Recordaba haber gritado hacia abajo pidiendo ayuda, pero nadie podia oirle debido a la distancia y al ruido del viento. Se sintio aliviado al salir de la cama a las cinco de la madrugada y ponerse a trabajar.
– Jacob Laudano -dijo Stella.
Danny miro hacia la pantalla por encima del hombro de su companera y leyo en voz alta:
– ?Jacob El Jockey?
– Asi es como le llaman.
– ?Es jockey?
– Lo era.
– Lo que significa… -empezo a decir Danny.
– Que probablemente sea menudito -dijo Stella-. Veamos…
Movio el raton y busco mas informacion.
– La ultima vez que le pillaron fue el mes de agosto pasado, mide un metro cuarenta y cinco y pesaba cuarenta y un kilos. Mira su expediente.
Danny leyo. La lista era larga e incluia un arresto por apunalar a una prostituta y cinco arrestos mas por peleas en bares, todas ellas con cuchillo.
– La relacion de Laudano y Steven Guista es bien conocida.
– ?Que hacemos? -pregunto.
– Enganchar un peso de cuarenta y un kilos a la cadena -dijo-. Colgarla a tres metros y medio de altura y comprobar si resiste.
– Necesitaremos mas cadena -dijo Danny.
– Necesitaremos mas cadena -coincidio Stella-. Pero eso puede esperar. Anoche encontraron la furgoneta de la panaderia Marco’s. Esta en un deposito de Staten Island.
– Entonces, ?iremos alli en primer lugar? -pregunto Danny.
Stella nego con la cabeza y dijo:
– Primero iremos a Brooklyn.
– Brooklyn -repitio Danny-. ?Por que?
– Anoche Guista monto en un coche de un servicio de vehiculos en un punto concreto de Brooklyn -dijo Stella alargando la mano para hacerse con el informe que tenia en la mesa y entregarselo a Danny-. Hablaremos con los de la compania. Descubriremos a donde fue. Deberia resultar sencillo. Uno de los dos muchachos que se llevaron la furgoneta de Guista para dar una vuelta, recuerda la hora y la compania.
– Va a ser un dia muy ajetreado -dijo Danny-. ?Que sabemos de Laudano, el jockey?
– Flack se encarga de eso.
– Tendria que estar durmiendo -dijo Danny.
– Deberia estar en el hospital -dijo Stella-, pero no es asi. Esta en la calle. Vamos.
– Hablando de hospitales -dijo-. No tienes mejor aspecto.
– Estoy bien.
– Tienes la cara roja. Debes tener fiebre.
Ella ignoro su comentario y apreto el boton del ordenador para dejarlo «suspendido», metio unos cuantos informes en una carpeta y se puso en pie.
– El Jockey -dijo Danny casi para si mismo-. ?Quien lo habria pensado? No tiene sentido.
– ?Por que no? -pregunto Stella dirigiendose hacia la puerta del laboratorio.
– ?Un jefe sindical deshonesto con conexiones mafiosas contrata actuacion circense para matar a una testigo? Un hombre fuerte y un…
– Hombre bajito -Stella completo la frase.
– ?Por que? -pregunto Danny-. Sin duda sabian que se fijarian en ellos.
Stella cogio su maletin con una mano y con la otra sostuvo la carpeta. Danny ocupo su lugar frente al ordenador.
– Tal vez supusieron que dariamos por hecho que fue una actuacion circense.
– ?Arenque rojo? -pregunto Danny.
– Huele a pescado -dijo con una sonrisa.
Stella salio del laboratorio, camino hasta el ascensor y apreto el boton de la planta baja. Tosio de mala manera.
– ?Por que? -dijo la agente de Louisa Cormier, Michelle King, una nerviosa mujer cercana a la cincuentena. Al igual que Louisa, iba bien arreglada, era delgada y vestia un traje de trabajo negro con blusa blanca. No tenia el buen aspecto de su clienta, pero hacia gala de una confiada y atrayente severidad. La estancia olia a humo de