Le llevo cuatro minutos encontrar el portal. Habia manchas de sangre en la puerta, no muy grandes pero visibles. Habia sangre en el suelo y tambien restos de algo entre amarillento y marron que parecia vomito. Saco fotografias, tomo una muestra de la mancha amarilla-marron y empezaba a levantarse cuando se percato de una mancha blanca en una grieta del escalon de cemento. Volvio a agacharse. Se trataba de un diente, un diente sanguinolento. Lo metio en una bolsa y se puso en pie para comprobar la lista de nombres de los vecinos del edificio, escritos blanco sobre negro, al lado derecho de la puerta. Aquellos nombres no le decian nada. Los apunto todos, los seis, en su libreta.
Cualquier cosa que hubiese sucedido alli habia tenido lugar antes de las diez, segun las palabras del conductor. Era posible que algun vecino hubiese oido aquello que provoco el vomito y la perdida de lo que parecia un diente bastante sano.
Stella se froto las manos y llamo a Danny Messer al laboratorio.
– Comprueba estos nombres -le dijo-. ?Tienes un boligrafo?
– Tienes una voz horrible -replico este.
– Lo se -convino-. Los nombres.
Le leyo la lista muy despacio, deletreandolos todos.
– Los tengo -dijo Danny.
– Compruebalos todos. Si encuentras algo, llamame. Es posible que Guista hubiese venido a ver a alguno de ellos anoche y que algo se torciese.
– ?Que?
– Te envio lo que acabo de encontrar en un taxi -le dijo-. Paga la carrera. Yo le doy la propina.
Stella intento no toser, pero no pudo evitarlo.
– Stella… -empezo a decir Danny, pero ella le interrumpio.
– Tengo que ir.
Colgo y regreso al coche en el que esperaba sentado George Apappa con los ojos cerrados. Ella abrio su maletin, dejo el disco digital de las fotografias, las muestras de sangre, el diente sanguinolento y el resto de vomito, todo en bolsas separadas, y las introdujo en una bolsa mas grande. Despues abrio la portezuela del conductor.
Cuando George se desperto, tenia la bolsa en la mano antes de poder hablar.
Le dio la direccion del CSI y le dijo que le entregase la bolsa en mano a Daniel Messer, que la estaba esperando. Messer, le dijo, pagaria la carrera. Ella le dejo un billete de diez dolares encima de la bolsa.
Se fijo en que George estuvo a punto de preguntarle de que iba todo eso, pero no lo hizo. Dejo la bolsa en el asiento de al lado y cerro la portezuela.
En esta ocasion, cuando Louisa Cormier les abrio la puerta a Mac y a Aiden no tenia tan buen aspecto como la ultima vez. Parecia no haber dormido y llevaba puesto un bluson varias tallas mas grande. Estaba bien peinada, y tambien el maquillaje era el adecuado, pero no lucia tan perfecta.
Dio un paso atras y les dejo entrar.
– Michelle, mi agente, me ha llamado para decirme que seguramente pasarian a verme -dijo.
Ni Mac ni Aiden dijeron nada.
– Sospechan que yo mate a ese hombre en el ascensor -dijo con mucha calma.
Mac y Aiden no se inmutaron.
– Sientense, por favor -dijo Louisa-. ?Quieren cafe? Las buenas maneras nunca mueren. Perdonen la expresion, pero…
– No, gracias -dijo Mac por los dos.
Los tres estaban de pie en el recibidor.
– Yo iba a tomarme uno, asi que si no les importa… -dijo encaminandose a la cocina-. Sientense, por favor.
Mac y Aiden se sentaron en la mesa junto a la ventana. Una fria niebla se habia asentado sobre Manhattan. Poco podia verse mas alla de unas pocas luces a traves de la densa grisura y las cupulas de los rascacielos.
– Lo siento -dijo Louisa Cormier sosteniendo una taza de cafe humeante en la mano. Se sento a la mesa, en la misma silla que habia ocupado el dia anterior-. Me he pasado la noche en vela. Es posible que Michelle les haya comentado que tengo que entregar un libro a finales de semana, no es que mi editor vaya a reprenderme si me retraso, pero nunca lo hago. Escribir para ganarse la vida es un trabajo. Creo que es un error retrasarse. Lo siento, hablo demasiado. Estoy cansada y acaban de decirme que soy sospechosa de asesinato.
– Residuos de disparo -dijo Mac.
– Se lo que es -respondio ella-. Retazos, restos de polvora que quedan despues de disparar un arma.
– Es muy dificil limpiarlos -dijo Aiden.
Los dos CSI miraron las manos de Louisa Cormier. Las tenia muy rojas.
– ?Quieren examinar mis manos en busca de residuos de polvora? -pregunto.
– Los residuos de polvora se pueden traspasar de un objeto al tocarlos -dijo Mac.
– Interesante -dijo Louisa, y tomo un sorbo de cafe.
– Cuando ayer estuvimos aqui, toco usted unas cuantas cosas -prosiguio Mac.
Louisa se puso tensa.
– ?Se llevaron algo de mi apartamento? -dijo.
Mac ignoro la pregunta. Queria darle las menos pistas posibles. Ni el ni Aiden se habian llevado nada.
– Recientemente, ha disparado un arma -dijo Aiden.
Mac creyo detectar un esbozo de sonrisa en la cara de la escritora.
– Eso no tienen modo de saberlo -dijo Louisa-. No han examinado mis manos y dudo que se llevaran alguna prenda de ropa sin una orden judicial.
Aiden y Mac no respondieron.
– Sin embargo -confirmo-, podrian hacerlo. Creo que encontrarian residuos en mi mano derecha. Dispare un arma hace un par de dias, justo antes de la tormenta. Creo que deberia llamar a mi abogado -dijo Louisa con una sonrisa.
– La prensa se enteraria -dijo Mac-. Pero esta en su derecho de llamar a un abogado antes de responder a mas preguntas.
Louisa Cormier dudo.
– Ya les he dicho que dispare un arma. Pruebo todas las armas que uso en mis libros. Peso, ruido, retroceso, tamano. Dispare hace dos dias. Ya se lo he dicho. En un club de tiro llamado Drietch’s en la Calle 58. Les dare la direccion. Pueden preguntarle a Mathew Drietch.
– ?Que clase de arma? -pregunto Aiden.
– Un calibre 22 -respondio ella.
– Como el que tiene en el escritorio -dijo Mac.
– Eso es. Decidi escribir sobre un arma como la que tengo -dijo.
– Lutnikov fue asesinado con un calibre 22 -dijo Mac.
– Encontre la bala en el hueco del ascensor -anadio Aiden.
– Encontraremos el arma -dijo Mac-. Y la haremos coincidir con la bala. Nos dijo que no tenia otro arma aparte de la que nos enseno ayer.
– No la tengo -respondio Louisa-. Mathew Drietch tiene una pistola como la mia. Tiene centenares de pistolas. Puedes elegir la que quieres usar. Al senor Drietch le gusto dejarmela.
– ?Usted no sabe donde esta ese calibre 22 ahora mismo, verdad? -pregunto Mac.
– Supongo que estara bien guardado en el club de tiro -dijo Louisa.
– ?Le importa si registramos su apartamento? -pregunto Mac-. Podemos conseguir una orden judicial.
– Si me importa -dijo-, pero si traen consigo una orden, no encontraran mas pistolas que la que guardo en mi escritorio, y saben que no ha sido utilizada recientemente.
– Una pregunta mas -dijo Mac.
– No mas preguntas -dijo Louisa amablemente-. El nombre de mi abogado es Lindsey Terry. Su nombre aparece en el listin telefonico. Siento parecer un poco descortes, pero no he dormido y…
– Anoche lei algunos de sus libros -dijo Mac.
– Oh -dijo Louisa-. ?Cuales?