pasos cautos pero continuos, enfilo por debajo de las rocas en que se escondia Jovino con su Bayard amartillada, apuntandole, la guerra podia comenzar de un momento a otro, volo una lechuza y la maldije, no podian verse, pero si se rascaban la nariz seguro que se oirian, estaba tan proximo a Jovino que este hubiera podido tirarle de los pelos con tan solo alargar el brazo, contuve las ganas de una tos nerviosa, el hombre siguio avanzando en busca de su objetivo, perdiendolo, hasta desaparecer en las sombras, me tome mi buen tiempo para carraspear bajo y profundo.

– Chist.

– ?Le has reconocido?

– No. Pero si no era del Gas me la corto en rodajas.

– Silencio, cono.

Que formaba parte de un grupo no nos ofrecia la menor duda, el lobo estepario camina con otra zanca, cuantos eran y si habia mas de un grupo era harina de otro costal, seguimos alli, quietos y silenciosos, dandonos un margen de seguridad, a la espera de Carin, la noche era la mas negra del mundo, favorecia nuestro interes en pasar inadvertidos como si la hubieramos elegido a proposito, alguien habia comentado lo de se ve menos que en una batalla de negros en un tunel a las doce de la noche, por una libreta de chocolate remato otro, y era verdad, me volvieron las ganas de toser y me contuve pellizcandome la garganta, era una estupidez, la tos se difunde por simpatia como ocurre en misa o en el cine y se forma un concierto de manda madre, mi madre, tampoco queria pensar en Vitorina, la inactividad manual me traicionaba, no queria pensar en nada, para ocupar las manos desenfunde la pistola y me entretuve acariciando su familiar relieve.

– …san Pedro se la bendiga.

Tambien aparecio Carin como nacido por generacion espontanea, gesticulaba nervioso contandole algo a Jovino en voz tan baja que no le alcanzaba a oir.

– Vosotros esperad, quietos.

Me deslice hasta la pareja.

– ?Que?

– Le han disparado.

– Hay la tira de gente pululando por el monte y no van de fiandon, te lo aseguro.

– ?Como fue?, cuenta.

– Fue ahora, de regreso, a un kilometro de la herreria esquive a uno de la Benemerita y a mitad de camino a otro de paisano, poco despues vi una sombra y zas, sono como la Sarasqueta de Pepin, silbo entre las orejas del mulo y el Pancho se porto, ni se inmuto, nos agazapamos en una madriguera un buen rato y luego arre, hasta aqui.

– Pues no oimos nada.

Sono un tiro lejano.

– Ahora si, perdigon lobero y con lupara, seguro, esos cabrones estan cercando no saben que y provocan la respuesta.

– No hay que contestar hasta que no sea absolutamente necesario.

– Lo que hay que hacer es romper el cerco antes de que se solidifique -comente con un impulso muy concreto-, voy a bajar con Pancho, cargadmelo a reventar.

Preferia el aire libre, morir a la intemperie me evitaria la claustrofobia y el recurrente vicio de pensar, el miedo no contaba porque mi cuota de felicidad era minima, el enfrentarme a enemigos de carne y hueso seria un buen desahogo y encima saldria bien librado, la suerte sonrie a quien la desprecia.

– ?Que hora es?

– Las cuatro.

– No nos sobra el tiempo, esto hay que liquidarlo antes del amanecer, compadre.

– Se armara un zafarrancho del carajo, podeis aprovecharlo para pasar cargados a tope y…

– Y atenernos a lo dicho.

– Vale.

Mientras me tiznaba la cara con un corcho quemado, para evitar reflejos de luna ausente, quise despedirme de Carin, la revelacion de don Angel habia trastocado demasiadas relaciones familiares, no era mi hermano de leche sino mi hermanastro, parentesco que por mi no sabria jamas.

– Si me pasa algo despideme de Vitorina, la mitad de mi parte para ella, la otra mitad para Olvido. Cuidala. Perdona, ya se que lo haras, es tu madre, pero cuidala tambien de mi parte.

Todos nos habiamos constituido en albaceas de la posible herencia de cada uno de nosotros.

– Cuidate tu, hermano. Suerte.

Me estremecio su abrazo porque jamas me habia llamado asi, hermano, si me hubiera llamado impostor me hubiera hecho el mismo efecto, y es que la ternura no se improvisa.

– Adios, Ricardo.

Nos clausuro Jovino con su proverbial optimismo.

– No pasa nada, dentro de un par de horas todos salvos en lo de Mayorga.

Caminaba cuesta abajo, paso a paso, fiando el camino a una extrana intuicion inteligente de la que ignoraba su procedencia, el instinto de Pancho me confirmaba la ruta, un animal extraordinario en mas de un sentido, el unico de su especie capaz de dejar prenada a una yegua, asi le gano el Mayorga padre una apuesta al dulzainero de Meleznas, todo en aquella noche era extrano y extraordinario empezando por la oscuridad cosmica en que nos desenvolviamos, caminaba por un paisaje entenebrecido anterior a la creacion divina, ni estrellas ni sombras, oscuridad absoluta, las piedras, los arboles, el relieve entero habia que adivinarlo, la maleza se enredaba en los pies y las hojas de los castanos rozaban la cara con sensaciones teluricas, un arrebato mitologico y sin embargo el problema real con el que me enfrentaba era de lo mas rupestre, llegar a la herreria, cuando despejaban los tramos de castanos, robles, nogales o lo que fueran, nada se distinguia en aquel luto infinito, cruzaba una pradera y me besaban el rostro con tetrico consuelo labios que suponia copos de niebla baja, una noche para un verdugo, lo malo es que no sabia si el verdugo era yo mismo o la figura humana que inevitablemente saldria a mi encuentro, las figuras las adivine antes de que me vieran, mi instinto funcionaba como el de un iluminado.

– ?Alli!

Cuando dieron la voz de alarma y dispararon a discrecion ya habia efectuado yo mi unico disparo, la Super Star brinco docil al impulso de mi indice, dale, dije, y le dio, estaba seguro por mas que no me detuve a comprobar su caida, si no se ha disparado una pistola la subita vida pulsatil del instrumento letal, la rapidez con que se mueve en la mano, como un lagarto sobre la roca, siempre te pilla de sorpresa, era la primera vez que tiraba a matar con un arma corta, en la guerra, por fortuna, no habia llegado a ser alferez y en consecuencia la sorpresa me toco en cuanto a su eficacia, corri como un desesperado sin soltar el ronzal de Pancho que me secundo con ganas, nos precipitamos por un monte bajo, al tacto supuse urces, imposible localizar sus flores rosadas, y rece para no tropezar con ningun planton de los quemados por los paisanos pues las varas que deja son firmes y afiladas como lanzas, a la velocidad con que tratabamos de huir a mi me hubieran atravesado de parte a parte por el ombligo y a Pancho abierto por la barriga, no ocurrio asi y pudimos hundirnos en una vaguada, tumbe al mulo acariciandole el belfo para tranquilizarle, para recuperar mi sangre fria, y me parapete entre su cuerpo sudoroso y una de las alforjas, sangrabamos por numerosos aranazos pero eso era todo, ni siquiera habiamos perdido un saquete de wolfram, calma, tenemos que dejar pasar un tiempo razonable hasta que abandonen la pista y vuelvan al cerco inicial, claro que podian volver todos menos uno, pero ese era el menor riesgo a correr, ?y mis companeros?, ?les serviria de algo mi estampida?, la escaramuza se devaluaba en puro egoismo, es lo que ocurre cuando se fanfarronean promesas que no se pueden cumplir, Olvido vino a consolarme, se asento en el recuerdo mientras yo permanecia mas inmovil que una mancha de liquen.

– Escucha, Olvido, jurame que lo que te voy a decir no se lo repetiras ni a tu madre. A tu madre menos que a nadie.

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