– Calla.
Nos despedimos de Laurentino con un fuerte apreton de manos, quede con Jovino notando en las oscuras aguas del Sil, la sensacion de soledad se acentuo con el silencio, tan solo el rumor de las hojas de la chopera, los pajaros y las ranas, despues un gallo en un corral lejano y las primeras claridades del alba todavia muy al este, empujaba la pertiga y el suave deslizarse de la madera sobre el cauce fluvial me hizo anorar el sueno de un viaje imposible con Olvido cruzando otras aguas mas anchas, saladas y azules, el mar me atraia como simbolo de la libertad absoluta, en su acogedora grandeza no cabia la nimiedad del problema de un apellido, los dos a solas en una balsa a la deriva en una eterna luna de miel, naufragos de por vida, pero juntos.
– Conduce tu, estoy agotado.
Mal tenia que andar Jovino para reconocer un desfallecimiento, me preocuparon su palidez y sus pocas ganas de hablar, trepe al volante y le abri la portezuela, subio con cierto esfuerzo arrastrando la pierna izquierda, suspire, la suerte estaba echada, abandonabamos el infierno, pero no hay que nombrar a la suerte en vano, la prueba es que en ese preciso instante, rompiendo el esquema previsto, en el interior de la herreria sono un disparo de revolver.
– ?Que ha sido eso?
– ?Vamonos!
Arranque y el Ford sono a la seda, por algo habia elegido el LE-4082, salimos del sombrajo, atravesamos la cuneta y sus ruedas pisaron el asfalto. Amanecia.
Capitulo 32
A eso de las doce a Manuel Castineira le dio un palpito, se incorporo y supo con plena certeza que aquella era su noche, abandono el pajar de los Perrachica, en donde le dejaban dormir sin cobrarle ni siquiera los cinco centimos, y salio al monte sacudiendose brizna a brizna el sueno que aun le atenazaba, licantropo sin luna llena camino decidido en direccion a no sabia que lugar, pero seguro de dar con el, aquella era la noche de su venganza, las estrellas se habian retirado horrorizadas y la oscuridad se congelaba en un escalofrio tras otro, las vertebras de su columna, las desviadas a golpes, le dolian de forma estimulante, le orientaban con la eficacia del radar de los murcielagos, a Lolo, el Puto, segun se le doblaba mas y mas la espalda a causa de la ultima paliza recibida en el cuartelillo de Oencia, se le enderezaba el instinto de conservacion, iba loco a golpe de corazonada y esta le decia a gritos que era la noche ideal para acabar con el apaleador, su hermano habia sido un tipo grande, le regalo un Colt Marshall de seis tiros y un punado de balas del 45, las habia probado y todas servian, no olvidaria sus carinosas palabras.
– Toma, gilipollas, si te pegan otra vez es porque te gusta el jarabe de palo.
– No me cogeran vivo.
– Haz lo que quieras, pero antes tirale a la cabeza, es lo que no falla.
Un gran tipo el Charlot.
– Le tirare a la cabeza. Gracias por el revolver, me gusta.
Desde entonces lo llevaba encima como si fuera un escapulario, colgado del cuello con una cinta que le llegaba al ombligo, sabia muy bien en quien lo estrenaria, no era tan tonto, distinguia a la perfeccion entre quien le daba de comer y quien le daba palos, y esta era la noche de hacer diferencias.
– ?Has visto algo?
Se detuvo a escucharlos.
– Ha vuelto a pasar uno con una caballeria.
– Vamos a peinar la zona hacia arriba, despacio, sin precipitarse.
Era Lisardo, el jefe de la Brigada del Gas, quien le daba las ordenes a otro, un desconocido, no se habia equivocado, por donde rondaba el Gas no fallaba su angel de la guarda. Lolo, jorobeta y famelico, se movia como nadie por aquellos andurriales, los espio como quiso, adelantandose a ellos y dejandose sobrepasar a voluntad, solo muerto de varios dias podrian localizarle y eso por el tufazo. Cuando se desato la batalla alrededor de la cueva de La Meona les dio un buen susto, disparo a bulto, al azar, no se fiaba de su punteria pero si del efecto de un ataque por la retaguardia, se rio como un loco satisfecho, logro dispersarlos, por fin alguien le tenia miedo al Puto, pero la diversion no le duro, gastaba demasiada municion en balde, se hacia un lio cargando a oscuras y se quemo el indice derecho por meterlo por donde no debia, volvio a triscar por el monte, ahora siguiendo al Ausencio que tiraba de un pollino como si le fuera en ello el alma, que tio, ni el Genadio Castineira, estrangulo a uno que le apuntaba con una escopeta como quien lava, le siguio hacia lo de los fierros y alli se hizo la luz, le iluminaba como a un santo de retablo, asi lo distinguio senalando su cabeza los rayos del odio, aureola que no se le iba a despistar, tricornio con insignia de cabo, se le aproximo con pasos y mirada de lince, tan cerca como para que un nino de pecho no fallara la punteria, aguardo su oportunidad, nadie podria distinguirle entre las complices sombras, no se sentia capaz de acabar con tres a la vez y al maldito le acompanaban dos numeros, no queria volver a ser apaleado, paciencia, cuando los que salieron a cargar el camion decidieron inesperadamente montar y darse a la fuga, el Mediocapa se puso frenetico, se conoce que esperaba mas sacos de wolfram.
– ?Tu, siguelos con la moto, corre a por ella, hostia, que se largan!
– A la orden.
– ?Y tu?, ?que haces ahi de mirandola? Corre a la centralita del pueblo y da la alarma, si movilizan a los de trafico no pueden escapar.
– Los cazamos, cabo, tranquilo.
Mediocapa, al quedar solo, se insulto por no haber concentrado alli al resto de sus hombres, pero nadie es perfecto, se dijo, sospechaba de otras dos localizaciones y el reten era limitado, maldita sea, ya no podia decomisar la partida a favor del Gas, una vez dada la alarma el teniente Chaves entraba en juego y ese era un puro que solo pensaba en la caza de fugitivos, por nada del mundo se hubiera arriesgado a sobornarle, de todas formas con algo se habran quedado los Mayorga, se van a enterar de lo que vale un peine, voy a visitarlos.
– ?Te espero ahi dentro!
Mediocapa salio a campo raso y Manuel Castineira no tuvo mas que apretar el gatillo.
– ?Muerete, cabron!
El cabo siguio andando hacia la puerta de la herreria y Lolo se desplomo doblado sobre si mismo, la espina dorsal se le angulo un palmo mas y gruesas lagrimas rodaron por las asperas mejillas de una noche en blanco, no servia para nada, un nino de pecho no hubiera fallado, y eso que tiro al cuerpo en vez de a la cabeza como le aconsejo su hermano, le volverian a golpear y con razon, era un tonto inutil, lo suyo no tenia remedio, ni siquiera se molesto en huir.
– Virgen del Perpetuo Socorro…
Mediocapa imploro a la intercesora del Altisimo porque sabia a ciencia cierta que le habian cazado, sintio el golpe en la espalda y la vida escapandosele como el aire en un balon pinchado, su fuerte naturaleza se resistia por instinto a caer al suelo y le obligo a seguir caminando hacia la puerta, no razonaba, en su cerebro se repetia de nuevo el grunir de un motor en marcha, el camion volvia a fugarse, ahora al otro lado del rio, no puede ser, que mas da, algo penetraba por su espalda y se alojaba muy cerca del corazon desgarrandole las entranas, ahogandole en su propia sangre, con un supremo esfuerzo aun pudo golpear con el llamador, mano de hierro empunando una bola maciza.
– …abran, por favor.
Abrio Laurentino la puerta esperandose lo peor y su sorpresa fue mayuscula, otra noche tenebrosa con la ley pidiendo paso, recordo la de Cadafresnas con Leonora y la nina en la cama, aterrorizadas por las termitas humanas que devoraban piedra a piedra su hogar y recordo el aire petulante de Mediocapa, espectador impasible, consintiendo el saqueo, le vio en pie, agonizante, y no pudo contener una sonrisa de asco y satisfaccion, le servian la venganza en bandeja de plata, retrocedio unos pasos dejando entrar a