– Nada.

– Pues entonces tranquilo, es ley de vida.

– Lo que me preocupa es la muerte, no la mia, la de los demas, estas ultimas horas han sido terribles y me gustaria que no hubiera muerto nadie, por ejemplo Carin y Para, ?que habra sido de ellos?

– Ese es el riesgo, listo, mira, en la plaza de mi pueblo un hombre vale su sombra y a veces menos, lo que llevamos atras se merece el riesgo.

– Pon cara de proletario, tu.

– No les habra pasado nada, tranquilo.

– Si me falla la representacion agarrate donde puedas, les paso por encima.

En el cambio de rasante estaban los motoristas, segui a la misma velocidad para demostrar mi confianza, los saludaria al pasar tan sonriente como pudiera, era un viaje normal y no tenia por que no mostrarme amable, nada que hacer en ese sentido, ya estaban con la mano indicandome el arcen.

– ?Que carga llevan?

– Chatarra. Es de la Minero, de Ponferrada, para Fundiciones Castellanas, de Valladolid.

– ?Le pasa algo a su amigo?

– Cansancio, estamos metiendo horas por un tubo.

– Esta bien. ?Tienen guia?

– Si, claro, aunque con las prisas no se, si, aqui esta, un momento.

Hice calculos a la velocidad de la luz mientras simulaba buscar los papeles, dos fajos de cien, para un transporte rutinario sin guia era suficiente, si se los largaba de mil pensarian en algo excepcional y a lo mejor no tragaban, por honrados o por avariciosos, en cualquier caso un problema, dejandolo en el plano de la rutina lo veia mas factible.

– Tome.

Cogio el dinero con la mayor dignidad del mundo, ni se molesto en contarlo.

– Bueno, vale, por una vez y por las prisas, que conste.

– Gracias.

Mire por el retrovisor, por si nos seguian, pero no, se quedaron alli, haciendo cosecha, solte un suspiro de alivio.

– ?Sabes que es lo que mas me jode de estos tipos? La cona, la cara de cachondeo que ponen.

– Ya, disfrutan mas que un tonto con una tiza haciendotelas pasar canutas.

Antes de llegar a Zamora hicimos un alto en un sitio de confianza, en Venta Juanilla, lugar de reposo y encuentro de camioneros, necesitabamos recuperar el aliento. La duena hacia anos que habia dejado de ser una graciosa y sensual Juanilla para convertirse en una solida y menopausica Juana, pero seguia igual de afable, no le sorprendio nuestro patibulario aspecto, al contrario, nos atendio solicita.

– Tengo un conejo encebollado que esta diciendo comedme.

De joven no nos lo hubiera ofrecido.

– Pues dos de conejo.

Entramos en el servicio a lavarnos la cara y cambiarnos de ropa, habia reservado la chaqueta nueva para el encuentro de altas finanzas, quiza fuera una imprudencia cambiarse alli mismo, pero resultaba tan comodo que no resisti la tentacion, la lana virgen si que sorprendio a la patrana.

– Caramba, ahora pareces un senorito.

– Tu siempre pareces una reina, Juani.

El guiso era de buen paladar, lo regamos con un tinto de Toro que nos raspo confortablemente la garganta, pero no consiguio aliviar el sufrimiento de Jovino, le veia cada vez mas palido.

– ?Te duele?

– No me lo vuelvas a preguntar, yo me lo quise, yo me lo ten.

– No sera nada, ya lo veras.

– ?Como nos deshacemos del bulto?

– Hago yo el trato, a cuatrocientas el kilo, ?vale?, te quedas en el camion y a la media hora pasas por delante de la puerta, si no estoy te largas a toda pastilla… ?podras conducir?

– Aunque me quede sin pierna. Entrevistate con la pistola encima, ?eh?, nunca se sabe.

Estaba llamando al timbre de las oficinas de Comercial Hispania, en la fachada principal, el deposito lo tenian en el callejon trasero, y me dio que algo no funcionaba como de costumbre, de momento el «pase sin llamar» era pura teoria, iba a insistir cuando me abrio personalmente don Antonio Diaz Diez del Moral, le vi con mala cara, con unas bolsas de cansancio cabalgandole las mejillas sin afeitar, sorprendido.

– ?Como usted por aqui?

Pasamos al despacho y, en efecto, algo no funcionaba como de costumbre, no habia oficinistas y las carpetas del fichero se extendian en desorden sobre su mesa, le habia interrumpido la gimnasia burocratica. Se lo dije con mi tono de voz mas solemne:

– Tengo una partida de excepcion.

– Ya es tarde.

Me sorprendio el problema de horario en un negocio sin horas.

– Pero esta abierta la tienda, ?no?

– No me referia a eso.

– La mayor y mejor partida de wolfram que jamas haya existido, todo flor de cien unidades.

Hizo una pausa antes de contestar y la sorpresa de su extrana conducta dejo paso a un vago temor, en sus ojos no refulgia la avidez de otras veces sino cansancio, el hastio de quien ha mirado durante demasiado tiempo las mismas cosas y no da credito a las excepciones, pero no era eso, volvi a interpretarle mal.

– Los americanos no compran ya ni un kilo.

– ?Y los ingleses?

– Son los mismos, ni un kilo.

– ?Y usted?

– ?Yo? ?Para que?

Algo que yo ignoraba se interponia entre nosotros, era una conversacion absurda.

– Oiga, don Antonio, tengo ahi fuera una fortuna, el equivalente a dos millones…

– No valen nada, los aliados no compran.

Lo que fuera me atenazo la garganta, no podia irse por el retrete un negocio en el que me habia jugado las entretelas, tire de la cadena de los precios a ver que pasaba.

– Se lo dejo a la mitad, a doscientas.

– Ni por la mitad, ni por un tercio, ni por un decimo de loteria, ?pero no se ha enterado?, ?de donde sale usted?

– De una pesadilla, pero me parece que aun no estoy despierto del todo.

– Tome, lea.

Me alargo un periodico de Madrid, el Informaciones, en primera pagina y con grandes titulares, «cara al enemigo bolchevique, en el puesto de honor, Adolfo Hitler muere defendiendo la Cancilleria». Me senti desfallecer, no me atrevia a sacar la conclusion que de hecho ya estaba formulada, segui con la letra pequena: «un enorme ?Presente! se extiende por el ambito de Europa porque A. H., hijo de la iglesia catolica, ha muerto defendiendo a la cristiandad… Pero Hitler ha nacido

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