habia ahorcado en su habitacion. Nadie imagino nunca la razon del suicidio, y con el tiempo su recuerdo se fue diluyendo entre la gente del pueblo, pero en mi mente infantil se grabo a fuego la imagen de su corpachon balanceandose silenciosamente al extremo de la soga que pendia del techo, y siempre pense que aquella traumatica y enigmatica estampa fue, con el paso de los anos, concluyente para reafirmar mi incipiente vocacion y decidirme por fin a plantear a mi padre el irrevocable deseo de estudiar la carrera de Medicina en su rama de Psiquiatria.

Y asi, tras una pugna entre su obsesion por obligarme a perpetuar el negocio familiar y mi firme resolucion, llegue a Paris al amanecer del 9 de julio de 1932. De las ciudades hermosas, como de las personas amadas, albergamos siempre la osada conviccion de que tan solo nosotros conocemos determinado aspecto de su personalidad, como si ese secreto tesoro hubiera estado aguardando nuestra llegada para revelarse. Esa manana, apenas deposite el equipaje en la pension elegida al azar como residencia, corri literalmente por Paris, aunque deberia decir mejor que vole, si atiendo a la vertiginosa euforia de mis recuerdos. La ciudad era mia, y me entregaba el regalo de bienvenida de la inmortalidad, que senti de pronto galopar por mis venas. Puede parecerle ridiculo, pero sigo creyendo hoy que la soleada luz de aquella manana estuvo reservada en exclusiva para mi por alguna suerte de dioses. ?Tal era el color dorado del aire, tal la vibrante belleza de cada rincon, de cada sonido y cada silencio, de cada mujer, de cada olor y cada color, tal la violencia con que latia mi corazon y el torrente de vida con que el aire inundaba mis pulmones! ?Tal mi ilusion juvenil de adentrarme por fin en el mundo tantas veces sonado! Si, el momento mas hermoso de mi vida… asi lo decidi solemnemente cuando, saciado de felicidad, me detuve a recuperar el aliento en uno de los puentes sobre el Sena. Instantes antes, me habia extasiado ante la fachada de Notre-Dame, mas impresionante aun por la ausencia de visitantes a tan temprana hora, y luego la habia rebasado, avanzando por la orilla del rio sin volver la vista atras, retrasando a proposito el momento, elogiado por mi difunta madre hasta la mitificacion, de situarme en el centro de alguno de los puentes, girarme y disfrutar del hermoso espectaculo que desde ese punto ofrecia la parte trasera de la catedral. Por fin, cuando supuse que habia avanzado bastante, me adentre en el puente que alli cruzaba el rio y, situado en su centro, me dispuse a volver la vista atras. Una emocion profunda me invadio al dedicar a mi madre aquel instante.

Ferrer abandono por un momento la lectura. La imagen del joven Laventier ingenuamente euforico frente a Notre-Dame le simpatizo y le llevo a evocar su propia primera visita a la catedral del Sena.

En la primavera de 1975, Bego y el decidieron invertir una inesperada entrada de dinero viajando durante tres dias a Paris, ciudad que ninguno de los dos conocia aun. Decidida a demostrar a sus amigos y al resto del mundo que la ciudad puede conocerse en su totalidad en ese corto tiempo, Bego elaboro un completisimo recorrido turistico que ejecutaron con teson maratoniano. Al amanecer del tercer dia, tras apenas cuatro horas de sueno, el despertador les recordo que habia llegado el turno de Notre-Dame, que segun Bego era preciso visitar antes de la irrupcion del habitual aluvion de turistas. Somnolientos como quien se dispone a emprender un penoso deber, el sugirio rifar quien abandonaba primero la sensual tibieza de las sabanas, y en la improvisada elaboracion de las reglas del juego hallaron alicientes eroticos que resultaron inaplazables. Cuando llegaron a Notre-Dame, la plaza de la catedral estaba ya atestada de visitantes, y renunciaron a la visita. Poco despues, en Madrid, supieron que Bego estaba embarazada. En tono jocoso,.-ambos alimentaron durante mucho tiempo la leyenda familiar de que Pilar fue concebida en Paris, durante aquel momento del amanecer en que ellos debian de haber visitado el entorno desierto de la catedral… Ferrer se inquieto: el discurso del frances le habia llevado por segunda vez a pensar en su hija.

?He dicho ya que era una temprana hora de un dia de verano? Si, recuerdo como si fuera ahora que la placidez era absoluta: costaba descubrir un atisbo de movimiento en el agua del Sena, y en las calles no se veia un alma. ?Se trataba de un momento magico, creado efectivamente para mi por Paris? Excitado, me atrevi a creerlo asi cuando comprobe que tampoco en las ventanas se apreciaban signos humanos; trate de captar algun ruido, pero el silencio seguia siendo absoluto. Temeroso de romper el hechizo, no me movi, no respire; comence a girarme muy despacio, consciente de la presencia de la catedral a mi espalda y con el recuerdo de mi madre en el corazon. Sin embargo, un inesperado intruso irrumpio en mi sencilla puesta en escena, desbaratandola: adosada a una de las columnas centrales de piedra del Puente de la Tournelle -pues de el se trataba-, una placa conmemoraba el dia en que fue abierto a la circulacion: el 9 de julio de 1928. Me estremeci: ?tambien nueve de julio! ?Que extrano mensaje entranaba la coincidencia de fecha entre la inauguracion del puente, cuatro anos antes, y mi llegada a Paris? No hace falta decir que mi entusiasmo juvenil adjudico a tal casualidad tintes misticos o legendarios: ahora se evidenciaba que era yo alguna clase de elegido. Fascinado y orgulloso, euforico y feliz, imaginandome el centro del mundo, senti que debia agradecer tan alto honor formulando algun juramento cuando menos homerico: no podia corresponder a Paris con una mediania. Y entonces, al girarme por fin, vi la catedral: un impacto de emocion me embargo. Sobrecogido, interprete que Notre-Dame, con sus mil anos de grandiosidad, se ofrecia como testigo de mi solemne promesa, fuese cual fuese esta. Sabiendo que no podia defraudarla, jure que no tendria que arrepentirse de la confianza depositada en mi: algun dia, mi trabajo y mi decision me llevarian a culminar una tarea digna de la catedral que me apadrinaba. Algun dia, jure con el corazon en la mano, haria algo realmente importante por el ser humano. Senti que el espiritu de mi madre se conmovia en alguna parte, y casi llore de felicidad por la epica de mi decision… ?Que recuerdos despierta en mi la ingenuidad de aquellos sentimientos! Se que su exposicion ante un adulto puede resultar ridicula, pero deseo ser sincero -o tal vez lo necesito-, y solo pido a quien esto lea que, antes de emitir cualquier juicio negativo, rastree en la huella que hayan dejado en el los primeros suenos juveniles… Notre-Dame me miraba, pense ingenuamente entonces. Notre Dame me miraba, quiero pensar a pesar de todo ahora, cuando no soy sino un viejo envidioso de aquel joven lleno de ilusion que hace sesenta anos abandono la orilla del Sena dispuesto a ganar todas las guerras contra el mundo, intimamente convencido de portar un honor depositado por los dioses sobre sus hombros. ?Que larga e inabarcable, que eterna, le parecio en ese instante la vida! ?Y que ridiculamente corta me resulta ahora, al volver la vista atras!

Si, siempre he considerado aquel momento el supremo, el mas feliz de mi existencia, aunque desde los ultimos acontecimientos ensombrece su recuerdo la circunstancia de que alli, en mi puente -siempre lo llame asi, osadamente ajeno al hecho de que su construccion este dedicada nada menos que a la patrona de Paris-, al que muchos domingos a primerisima hora acudia con la esperanza de disfrutar de nuevo del silencio magico que tambien imaginaba solo mio, conoci a otro joven visitante habitual del lugar, fascinado como yo por el, que resultaria haber elegido tambien -?en los meses siguientes, cuantos indicios de predestinacion a la amistad eterna hallariamos en esa casualidad!- la rama de Psiquiatria. Era Victor Lars.

Mi introvertido caracter se sintio de inmediato fascinado por el. ?Que decir sin correr el riesgo de parecer un sumiso e incluso ridiculo enamorado? Tanto tiempo sonando con mi primera aproximacion al estudio de la mente humana y el parecia saberlo o intuirlo todo sobre la materia, hasta ese punto era atrevida la apasionada y apasionante exposicion de sus teorias. Aunque de escasa estatura, era apuesto y yo diria que verdaderamente guapo, matizado su atractivo por la profundidad e inteligencia de unos ojos negros que te atravesaban. No era rico, aunque si ambicioso en extremo, y nuestra relacion se baso al principio en el hecho de que la generosa asignacion mensual de mi padre podia costear aventuras que mi amigo no podia permitirse pero si proponer y dirigir. Con el vomite mi primera borrachera y bese a la primera mujer; con el, asi lo pense entonces, conoci el jubilo de la verdadera amistad. Compartiamos casi todo nuestro tiempo y, excepcion hecha de los momentos dedicados a las juergas que yo pagaba, hablabamos continuamente de nuestra pasion comun por la mente humana. Pero mientras a mi me excitaba profundizar con gravedad en el bien que la Psiquiatria podria hacer a personas enfermas, el se mostraba perplejo y divertido ante las inimaginables imbecilidades, estas eran sus palabras, que un idiota adecuadamente enganado era capaz de cometer. Tal diferencia de percepcion era la causa de nuestras unicas discusiones, siempre intrascendentes porque enseguida las disolvia alguna perspectiva ludica que compartir. Ambos volviamos entonces a ser los de siempre: Lars, inmune a los desanimos, lider de las iniciativas y poseedor de todos los secretos; yo, su hechizado y fiel escudero.

Habria pasado algo mas de un ano desde que nos conocimos cuando entro Florence en nuestras vidas. No exagero al afirmar que, ante su irrupcion, Paris perdio brillo y paso a ser el mero telon de fondo para las evoluciones de su deslumbrante personalidad. Me enamore en el preciso instante en que la vi, ejerciendo las funciones de improvisada anfitriona en la entrada del cinematografo al que una noche Lars y yo acudimos atraidos por la fama escandalosa del film Un perro andaluz, que alli se proyectaba.

Aquella noche, tras la proyeccion, logramos sumarnos al grupo de bulliciosos exegetas de Bunuel que

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