partiese en su busca dejando que guiase mis actos el primer impulso vengativo. Pues bien, yo iria a por el; pero, lejos de dejarme arrastrar por esa reaccion de ira primitiva que sin duda habia sopesado el como sutil forma de victoria sobre mis principios, perseguiria tan solo ponerlo ante un tribunal que juzgase sus crimenes conforme a derecho. Ese seria su peor castigo, su derrota incuestionable ante la justicia de la que siempre se habia burlado. Alentado por tal perspectiva, un horizonte de redencion para todas las calladas cobardias de mi vida, que ni siquiera la renuncia al Nobel habia logrado aliviar, parecio dibujarse por fin, e incluso algun espasmo de mi lejanisimo juramento juvenil revivio por el renovado compromiso con mis principios. ?Como podia sospechar entonces que acabaria por violarlos, arrastrado por un torbellino insolito y atroz, inimaginable entonces pero concretado hoy, mientras escribo, en el arma que aguarda en mi maletin el momento inminente de mirar a los ojos de Lars antes de darle obscenamente muerte? Cuando mi ingenua y civilizada decision estuvo tomada pedi a Anne Vanel que acudiera a verme. Ella habia afirmado saber donde se encontraba Lars, y le suplique que contraviniese su obligacion de informar a las autoridades de los macabros hallazgos de Loissy hasta que estuvieramos en disposicion de detenerlo. Para mi sorpresa, acepto de buen grado, aunque no lo hizo por dejadez profesional o altruista solidaridad conmigo, con Florence, con el chileno Fiorino, con el misterioso Nino de los coroneles o con todas las otras victimas que la continuacion de la biografia de Lars parecia prometer… Vanel acepto porque consideraba que la resolucion del excepcional caso que tenia entre manos iba a disparar su prestigio y cotizacion. De hecho, el exhaustivo informe que traia consigo demostraba que habia trabajado y estaba trabajando con entusiasmo. Decia asi:
AFFAIRE LAVENTIER
Paris, 30 de septiembre de 1991
Estimado M. Laventier:
Paso a detallar los procesos de investigacion que mi equipo ha desarrollado a partir de los escritos firmados por Victor Lars (en adelante VL) que confio usted a nuestra agencia con fecha 28/8/91.
Los pasos previos de nuestra encuesta estuvieron encaminados a elucidar la veracidad de las cartas de VL: en alguna ocasion las bromas bien tramadas han supuesto para nuestra agencia y nuestros clientes enojosas perdidas de tiempo, y dedicamos a detectarlas todo el rigor de los primeros esfuerzos (los macabros restos humanos de Loissy, hallados despues de la elaboracion de este informe, nos habrian ahorrado la sutil cautela). Debo decir que, de tratarse de una broma, habria sido sin duda la mejor urdida de todas las que desde esta casa hemos desenmascarado. Pero lamentablemente el manuscrito de VL no es ninguna broma, como a la postre han demostrado los hallazgos antedichos.
Una vez aclarado este punto, decidimos seguir dos lineas maestras de trabajo:
1.- VICTOR LARS EN PARIS DURANTE LA OCUPACION ALEMANA.
La investigacion sobre Louis Crandell, sicario de «Laffont» al que VL confiesa haber asesinado para ocupar su puesto en la entrevista con Reinhard Heydrich que tuvo lugar, segun el manuscrito, «en agosto de 1941», figura escuetamente resenada en los archivos policiales que se conservan de la epoca. Es un primer punto a nuestro favor: llegado el caso de un juicio, la confesion escrita por VL de aquel remoto asesinato podria ayudar a decidir la balanza en su contra.
El rastreo de los otros «crimenes parisinos» de VL -descartando el de las dos prostitutas anonimas de La Sombra Azul: son «cadaveres inexistentes» y por tanto inservibles como base acusatoria-, acabo por llevamos hasta los denominados «archivizcondesitos de Chandelis». Como el propio VL dice, se trataba de un nombre inventado, pero la sordidez de la historia, sumada al hecho de que el propio VL, caprichosamente, los dejara vivir al termino de la guerra, nos empecino en la busqueda. A pesar de que VL tuvo buen cuidado en no dejar fisuras en la narracion de esos hechos, olvido un cabo suelto que precisamente a causa de su simplicidad y transparencia tardamos semanas en descubrir, aunque nos llevo por ultimo hasta los «archivizcondesitos» (por tratarse de conocidos miembros, ya fallecidos, de nuestra aristocracia no dejamos constancia escrita de sus nombres autenticos, que solo le revelaremos en persona, al igual que haremos con esa pista -todavia hoy a disposicion de cualquiera que se moleste en consultarla- que acabo por conducirnos hasta ellos).
La pista a la que alude Vanel no es otra que el sumario del juicio que condeno a Lars por fraude y estafa en 1938. Alli, logicamente, figuraban los nombres de los desdichados aristocratas, que al haber estado implicados en el asunto declararon como testigos. Por respeto al criterio de Vanel tampoco yo dejo escrito sus nombres autenticos, y recurro, como ella, a llamarles Conde ** y Condesa **, y a denominar simplemente Palacio al lugar donde, durante muchos anos despues de la guerra -y, claro esta, sin que Lars tuviera noticia de ello-, tuvo lugar la historia espeluznante que la detective descubrio.