– ?Ah, los libros! Todas las preguntas tienen veraz respuesta en los libros…
La voz masculina, impostada y solemne, sobresalto a Ferrer; cerro instintivamente el manuscrito y se giro en guardia: un anciano de mirada beoda le obsequiaba con una sonrisa torcida de dientes amarillentos que resultaba siniestra a pesar de sus intenciones amables o tal vez a causa de ellas.
Ferrer no pestaneo ante el nombre. Se limito a estrechar la mano extendida procurando mostrarse aspero y cortante para no propiciar la verborrea del borracho: el apreton de Bueyes fue inesperadamente fibroso y cordial para alguien cuya lengua resbalaba al vocalizar. Ferrer miro a los ojos del anciano: brillaron con fuerza sincera por un instante, como si solo fueran capaces de sobreponerse al aturdimiento etilico una vez y quisieran que fuera ahora, cuando apretaba la mano de su interlocutor. Ferrer, a pesar de la prevencion, quiso recompensar el esfuerzo con una amabilidad:
– Encantado. ?Nos conocemos?
– Lo dudo, aunque yo… decian que era el mejor periodista de Leonito. En otra epoca… -explico con voz cavernosa-. Ahora prefieren decir otras cosas…
Apuro la bebida con ansiedad que a Ferrer le parecio tenida de melodramatismo con un punto masoquista; esa teatralidad, pausada a causa de la inseguridad etilica, le conferia un halo patetico y a la vez irreal, como si fuera un personaje milagrosamente trasplantado a la realidad desde una pelicula de terror de los primeros tiempos del cine sonoro. De pronto, una alegre voz femenina increpo con afecto al viejo periodista.
– No me sea tostachon, don Bueyes. ?Alto el animo! -Lili, llevando una bandeja con restos de bebidas, llego hasta ellos. Tras depositarla sobre el mostrador apoyo la mano sobre el hombro de Bueyes en un mohin solidario que frivolizo con tono cantarin-. ?Quien le dice esas cosas malas? ?Gente flemona y pinche! ?Ni caso!
Bueyes alzo su vaso vacio.
– Sin rellenarme la copa, Lilita, esa amabilidad se queda en nada. Y sirve tambien a mi amigo espanol -dijo senalando a Ferrer.
– ?Ah, don Bueyes! ?Cuanto echara de menos mis copas cuando me case y me instale en el norte! ?Ni un vaso de agua mas voy a servir! Menos a mi novio, a ese le servire lo que quiera y hasta lo que no quiera. Bueno, novio no, marido; ya para entonces marido… -Lili guino un ojo a Bueyes y se volvio hacia Ferrer-. ?Y usted, don Ferrer? -pregunto pegandose a el y jugueteando con el cuello de su camisa como una munequita melosa y deliberadamente estupida; de pronto, le lanzo una mirada de inteligencia y senalo con un seco gesto de las cejas hacia Bueyes:
– Cuidado, el alcohol lo encabrita de pronto y ya no se le puede sujetar -advirtio en voz baja y precisa antes de pasar al otro lado de la barra.
– Lo de siempre para mi -pidio Bueyes a Lili; la peticion, a pesar de su trivialidad, adquirio en los labios del periodista el mismo tono sordido que empanaba toda su actitud-. Y para mi amigo, lo que el quiera.
– Pues… -Ferrer no queria beber con el viejo, pero intuia que si se negaba provocaria su insistencia-. Gin tonic, por favor.
– Bien, amigo Ferrer -dijo el periodista-. Me perdonara que le haya abordado asi, pero luego, en la voragine de la fiesta, iba a ser mas dificil saludarle.
– Tranquilo -minimizo Ferrer con un gesto mientras calculaba la edad de Bueyes: ?habria tratado a Lars en el cuarenta y siete? ?Y despues, en cualquier otro momento de su vida? Decidio probar suerte-. De hecho, yo tambien deseaba conocerle. No se si sabe que estoy aqui para escribir sobre Leonidas. Pero es que ademas… - tomo de la barra el libro de registros; Bueyes no le dejo concluir.
– ?Justo de eso queria hablarle! -atajo; la referencia de Ferrer habia devuelto a su mirada el puntual brillo de serenidad-. De Leonidas y de la Montana Profunda.
Lili deposito las copas frente a ellos; Bueyes la tomo como si encerrara un presagio favorable y la izo en un desmanado brindis que Ferrer secundo con desgana, arrepentido de haber dado pie a la conversacion del borracho.
– ?Por la verdad! -clamo Bueyes.
Ferrer consintio con una sonrisa forzada.
– ?Quietos! ?Asi, sin pestanear! -Lili, con la camara polaroid en las manos, se agachaba en busca de un buen angulo para inmortalizar el momento. Apenas la mulata disparo la camara, Ferrer miro de nuevo a Bueyes.
– Pero antes de hablar de la Montana, digame… ?Conocio o conoce, o ha oido hablar de un tal Lasa? Victor Lasa.
– ?Lasa?
– Frances de origen. Un hombre de negocios bastante afecto al regimen de los coroneles. Y, segun tengo entendido, bien conocido aqui.
Lili disparo de nuevo el flash y, acto seguido, puso entre los dos hombres la primera fotografia que habia generado la polaroid.
– Recuerdito, cortesia de la casa -anuncio sonriente antes de regresar al trabajo.
– Lasa… -Bueyes seguia rebuscando en su memoria vacia.-En realidad se apellidaba Lars.
– Asi, por el nombre… Tendria que consultar mis archivos.
– ?Me hara ese favor? -pregunto Ferrer con gravedad.
– Claro… -acepto Bueyes de buen grado, consciente de que disponia ahora de un inesperado comodin que le garantizaba la atencion de Ferrer-. Manana, cuando nos citemos, tendra datos sobre… -Bueyes saco su pluma del bolsillo de la camisa, tomo la polaroid de la forzada pose de brindis y se dispuso a escribir sobre su dorso-. ?Como ha dicho que se llama?
– Victor Lasa. O Victor Lars. Se que llego a Leonito en mil novecientos cuarenta y siete. En concreto, en el mes de mayo ya estaba aqui.
Bueyes raspo inutilmente el plumin contra el papel: el cargador de tinta estaba vacio. El periodista se quedo consternado, casi asustado, como si hubiera descubierto en el hecho nimio un augurio nefasto; durante unas inacabables decimas de segundo miro la pluma con tan terca fijacion que a Ferrer le estremecio: no pudo evitar verse a si mismo junto al cadaver de su hija, acobardado ante el folio en blanco en el que nunca llego a escribir la confesion del crimen. El mismo panico en estado puro que entonces se habia adherido para siempre a el latia ahora en la mirada de Casildo Bueyes.
– Seca… -musito el periodista, extraviado de pronto en algun olvidado pozo de su vieja pelicula de terror-. Y vacia…
Ferrer, impaciente por romper su propia percepcion siniestra, saco un boligrafo del bolsillo.
– Use este. ?Y dice -pregunto, apresurandose a cambiar de tema- que vamos a citarnos manana?-?Manana? -Bueyes anoto las dos opciones del nombre de Lars en la polaroid y la guardo en el bolsillo. La tarea, aunque minima, parecio cumplir la funcion de trasladarlo de regreso a la vida-. Si, si, debemos vernos manana sin falta. Tiene que conocer la historia. Tiene que publicarla.
– ?Yo? Es una historia suya…
– ?Mia…! -lanzo Bueyes otra risita, esta nitidamente siniestra-. No, yo estoy ya fuera de juego. Hace falta un periodico de verdad, no como los de aqui. Y un periodista tambien de verdad… ?Cuidado! -lanzo una mirada alarmada sobre el hombro de Ferrer-. ?Ya vienen!