– Marta -Ferrer decidio aprovechar la pausa concedida por el fallo tecnico-. ?Donde estan situados los faros?

– ?Conoce bien el mapa de Leonito?

– Solo por encima.

Marta medito un instante, se levanto y fue hacia una de las mesas promocionales de La Leyenda de la Montana. Ferrer, al seguirla con la vista, vio a Casildo Bueyes al otro lado del jardin, en el vestibulo, indicandole por senas que le esperaba en el bar de Lili; devolvio al periodista un signo de asentimiento. Marta regreso con un prospecto publicitario en cuyo dorso podia verse un sencillo plano de la costa atlantica de Leonito; sobre el, en rojo, se habia resaltado la situacion del que seria futuro centro turistico.

– Mire… Estan aqui, justo al sur de la Montana Profunda -marco con el roce de la una una zona del mapa de Leonito.

– Casi pegados a ella… -murmuro Ferrer. Levanto la vista hacia la pantalla de video; continuaba muda y oscura, pero a la luz del dato que acababa de conocer le parecio siniestramente animada: apenas unos pocos kilometros separaban el ancestral refugio de Leonidas de la guarida en la que, tambien durante decadas, Victor Lars se habia ocultado. Y se ocultaba aun.

Una prisa repentina por escuchar a Casildo Bueyes, que tal vez disponia de informacion mas solvente sobre los Hombres Perro, le impulso a levantarse. Se preguntaba como librarse de la amable Marta cuando el chirrido de la pantalla de video vino en su auxilio. La secretaria de Soas adopto por primera vez una actitud ligeramente preocupada.

– Lo siento, pero voy a ver si me necesitan…

Se alejo tratando de mantener la sonrisa.

Sin perdida de tiempo, Ferrer atraveso en sentido inverso la masa de invitados ahora enmudecidos, llego al bar de Lili y busco al viejo periodista con la mirada. Pero la barra estaba desierta.

– ?Y el senor Bueyes? -pregunto a la mulata-. Acabo de verle venir hacia aqui.

– Se encontro con un amigo y marcharon juntos. Pero tranquilo, don Ferrer, dijo que era un momentito. No se preocupe, le digo yo que volvera enseguida. Ha olvidado esto.Lili saco del mostrador interno de la barra un whisky casi aguado: los cubitos de hielo, flotando casi disueltos, parecian huerfanos a punto de perecer abandonados. Ferrer, sin saber por que, se quedo mirandolos fijamente por unos instantes.

– ?Hay por aqui un telefono publico? -pregunto a Lili; era el momento de intentar encontrar de nuevo a Jean Laventier.

– Junto a la puerta de los servicios. Va con fichitas, ?tiene?

Ferrer nego con la cabeza. Lili salio de la barra.

– Voy a recepcion a por ellas.

Ferrer decidio ocupar la espera con el manuscrito. Cuanto mas avanzase en la lectura, mejor podria encauzar la conversacion con Bueyes.

?Sabe VL que estamos sobre su pista?

Mas aun:

?Ha sido el quien ha propiciado su localizacion?

Y, de ser asi:

?Nos esta esperando?

Reconozco, Ferrer, que la posibilidad tan cabalmente planteada por Vanel me inquieto. Pero muy irrelevante habria sido mi objetivo de justicia si hubiera flaqueado ante la innegable verosimilitud de la amenaza; de forma que, reafirmado a pesar de todo en mi afan, sopese una unica cuestion: ?encargaria a Vanel la busqueda concreta de Lars en el pequeno pais centroamericano o viajaria yo mismo hasta el? Esta segunda opcion, a pesar de las disuasorias circunstancias de mi edad y precaria salud, emponzono mi voluntad como el virus de una enfermedad o la magia de una irresistible drogadiccion, si bien acepte las argumentaciones de Vanel, que aconsejaban delegar en manos jovenes y experimentadas la accion ejecutiva de la primera aproximacion a Lars.

Dos solventes especialistas franceses, hombre y mujer que cubrian a la perfeccion la apariencia de matrimonio en viaje turistico, aterrizaron en Leonito a principios de 1992.

A los pocos dias enviaron ya su primer «Informe de faros».

Ferrer examino la detallada documentacion grafica de los franceses, que Laventier reproducia en su manuscrito; los faros, situados al sur de la Montana Profunda tal y como habia senalado Marta, venian numerados de norte a sur y del uno al seis; por tanto, el faro numero seis era el mas alejado de la Montana, y los numeros uno y dos los mas proximos a ella.

Erigidos al dictado de los accidentes geograficos, los seis faros, separados unos de otros por distancias que median entre los 5.413 y los 8.167 metros -en el menor y mayor de los casos, respectivamente-, cubren una distancia costera de treinta y nueve kilometros.

El area abarcada por los faros tres, cuatro, cinco y seis alberga hoteles de lujo y selectas residencias privadas de militares, millonarios y miembros destacados del regimen (entre los que VL podria perfectamente, e incluso probablemente, encontrarse). Sin embargo, la inestable situacion politica del pais, al provocar que se extremen las medidas de seguridad en la zona, ha impedido por el momentoverificar la localizacion: nuestra solicitud de hospedarnos en cualquiera de los lujosos hoteles aludidos ha sido denegada por razones de seguridad, y una excursion en barca por la costa, de la que esperabamos obtener alguna informacion de interes, fue acremente interceptada por una patrullera de la Armada de Leonito.

A la espera de hallar una forma de acceso efectiva, nos disponemos a inspeccionar manana, si las circunstancias lo permiten, los faros uno y dos. Destruidos en el ano 1971 por un ciclon, nunca fueron reconstruidos, y tampoco se reabrieron los hoteles e instalaciones turisticas a las que daban acceso, pero determinados rumores populares situan en esos lugares legendarias apariciones de extranos seres vivientes, y la opinion de algun opositor politico consultado, al apuntar la posibilidad de que en esas ruinas fuese instalado un temible centro clandestino de represion de enemigos del regimen, nos decide a efectuar una visita.

«Temible centro clandestino de represion»… Supe al leer estas palabras que Lars estaba ahi, que siempre lo habia estado. Y que efectivamente me estaba esperando… a mi solo, como puntualizo brutalmente su siguiente mensaje.

Era una tipica caja cilindrica de sombreros, de color malva, a la que estaba prendido un sobre; se percibia la sutileza de algun caro perfume, y todo podia recordar a la mimosa puesta en escena de un festejo amoroso. Abri la carta.

?Que hermoso es tener amigos comunes, Jeannot! Hoy, mientras paseaba por los alrededores de mi finca, recogiendo setitas y grosellas que primorosamente atesoraba en un delicado cestito de mimbre, me he topado con una encantadora pareja de recien casados que, asombrate, han resultado ser conocidos tuyos. Por supuesto, los he invitado a tomar el te y, mientras el mayordomo disponia el servicio y seleccionaba la cocinera las mejores pastas y agasajos, hemos hablado del faro que ilumina mi propiedad. Me halaga y sorprende, Jeannot, que unas volatiles palabras mias, inocentemente redactadas en un momento de especial sensibilidad, hayan despertado en tus amigos y en ti tanto interes; por contra, debo tambien expresarte mi decepcion: ?por que no te has dignado a venir en persona? ?Los achaques te recomendaron eludir la duracion de un vuelo transatlantico? ?O me tenias -y me tienes- miedo? ?A mi, a tu viejo amigo, al anciano que solo espera de ti la benevolencia de una minima atencion? ?No comprendes que, con tu actitud, me obligas a tirar del sedal? Tus amiguitos se resistian al principio a conversar sobre el tema, pero cuando he insistido para que tomaran un segundo te, este si realmente helado, han aceptado hablarme de tus planes. Segun me explican, si tienes previsto viajar hasta Leonito (ya que lo has descubierto, puedo mencionar el nombre del pais que me acogio) para visitarme, pero siempre despues de que ellos -para eso han venido- hubieran compilado un dossier que incluyera, ademas de todos los datos posibles sobre mi actual filiacion, pruebas sobre mis actividades del pasado que permitieran solicitar una extradicion… ?Ah, Jeannot! ?Abre bien los oidos y escucha la magnanima prueba de mi

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