– ?Que es «el resto» para ti?
– A ver, dime donde me equivoco. Primero el jaleo de la fiesta, la otra noche: la intervencion del consejero Arias en la pantalla de video del jardin era mentira, interferencias incluidas. Estaba preparada. Tu nunca hubieras permitido que un comunicado de los indios se emitiese asi, en publico, sin censurarlo antes.
– Desde luego. Nunca.
– Luego vino tu espectacular entrada en helicoptero y el viaje en tren. Hasta el Desfiladero del Cafe. Y ahi es donde te pille.
– ?Como? -abrio Soas las manos con nobleza de deportista superado por el contrincante. Su seguridad lucia de nuevo en todo su esplendor, y Ferrer comenzo a temer que guardaba en la manga alguna carta inesperada.
– Por la barba de Arias. En la emision, que en teoria era a las doce de la noche, estaba perfectamente afeitado. Y cuando lo encontramos despellejado en el Desfiladero del Cafe llevaba barba de varios dias, descuidada.
– ?Cono! -Soas se incorporo, sorprendido de veras-. ?Se me habia pasado! ?Te juro que se me habia pasado!
– Ahi no pense todavia que el responsable eras tu. Lo que pense es que Leonidas nos habia tendido una trampa y que el desfase de la barba era… no se, porque habria mandado una cinta grabada o algo asi. En fin, que habia descubierto algo raro que exigia un culpable, pero ni remotamente pense en ti. Me habias caido muy bien, ?sabes? En serio -Soas se encogio de hombros, sonriendo, y elevo la copa en un gesto mundano de brindis silencioso-. Ademas, me parecia muy fuerte que organizases aquella matanza en el Desfiladero solo para que yo me la creyese. Me parecia y me lo sigue pareciendo. De autentico hijo de puta, que quieres que te diga.
– ?Tu crees? ?Para tanto?
Ferrer hizo caso omiso del irritante tono ironico y continuo:
– Eran tus hombres los que disparaban desde las rocas. Y ponian buen cuidado en no tirar contra ti ni contra mi.
– Tenian ordenes de no apuntar al oficial al mando, Huertas, ni a los dos civiles, tu y yo. ?Por que te crees que me puse ropa tan maricona para ir alli? ?Porque soy gilipollas? ?Queria que me distinguieran bien!
– Una cosa que me tiene desconcertado: tu no contabas con que a Huertas le pudiese el miedo, ?verdad?
– No, eso fue mala suerte. Puta mala suerte. Una pena, era el candidato perfecto para ser mi… hombre de armas, ?no te gusta esa expresion?, a mi me encanta… Pues si, era ideal: militar de carrera, nacido aqui… Y ademas, lleno de odio por lo que los indios le hicieron a su padre.
«Los indios no. Lars», deseo decir Ferrer. Pero callo: lo que sabia por el manuscrito era una fuente de informacion secreta que el otro no podia imaginar, tal vez el arma que podria inclinar la balanza a su favor cuando Soas mostrase el as que, con toda seguridad, guardaba en la manga.
– ?Como me iba a imaginar que era un cagueta y se iba a desmoronar a la primera? En fin, ahora lo tengo ahi, currando para mi. El tio, para compensar sus miedos y sus meteduras de pata, se ha vuelto una mala bestia. Y estoy contento de el. Aunque manda cojones el viajecito que nos dio por el rio… -apostillo, de nuevo en tono de frivola camaraderia.
– Eso tambien estaba previsto… El rio, la llegada al Paraiso en la Tierra. Todo. Por eso navegabas tan tranquilo, por eso estabas tan seguro en tu suite Monaco. Sabias que nadie nos amenazaba. Alli, el unico que jugo a La Japonesa con aquellos pobres reclutas fuiste tu. Bueno, tu no, que estabas conmigo. Tus hombres… Seis muertos mas en tu lista.
– ?Pero a que te acojonaste? ?Hostia, me acojone hasta yo!
– ?Claro, cabron, como no me voy a acojonar! Nunca habia visto a nadie quemado vivo… Pero ahi se torcio tu plan. Aparecieron los indios de verdad, cosa que no te esperabas. Supieron que yo iba en ese tren y decidieron presentarse para hablar conmigo directamente, sin mediacion tuya. Lo vieron todo, toda la matanza. Y nos siguieron por el rio. Me lo conto Leonidas.
– La idea era que, despues de nuestra noche en la suite Monaco, tu regresases convencido de que Leonidas, la puta de su mujer -el exabrupto hizo presa en Ferrer como el tiron de un anzuelo-, y los cabrones de sus indiecitos eran y son unos criminales. Asi el ataque militar, que por cierto ha concluido con exito hace un rato, estaria justificado ante los medios de comunicacion de todo el mundo, representados por el unico periodista adelantado en la zona: el prestigioso Luis Ferrer. Este ano estan los periodicos y las teles muy pero que muy conazos con el Quinto Centenario de los cojones. Que si indiecitos etnicos por aqui, que si Amazonas por alla… Habia que andar con ojo.
Ferrer seguia anclado en la expresion «la puta de su mujer»: un detalle simple pero esencial, igual que la barba de Arias. Soas sabia que Maria era la mujer de Leonidas. ?Quien se lo habia dicho, si nadie fuera de la Montana lo sabia? Nadie no, se corrigio de inmediato: Victor Lars lo sabia, acababa de leerlo en su manuscrito.
– En una palabra, que en este caso me interesaba tener de mi lado a los putos periodistas.
– ?Lo dices solo por mi? ?O tambien por Casildo Bueyes?
– Por los dos -rio Soas-. Por ti y por Casildo Bueyes.
– ?Lo mataste en persona?
– ?Yo? ?Que dices, hombre! Yo no he matado a nadie en persona. Solo lo ordene. ?El muy imbecil! Estaba loco por largar las cosas que sabia. Le entro un ataque de conciencia a ultima hora, ?sabes? Queria denunciar lo que habia pasado en la Montana, que en parte era culpa suya: se hizo amigo de los indios y los traiciono. Pues macho, a lo hecho pecho… Pero el quiso purgarlo, tipica psicosis de redencion. Y lo purgo. Lo tenia todo y lo tiro por la ventana. Porque no se si sabes que yo pago de puta madre… Pagar bien, esa es la nueva consigna. Antes, en los paises como Leonito, se mantenia a la gente trabajando para uno a punta de pistola. Pero es un error, mi mujer me lo hizo ver, tenia grandes ideas al respecto: ?hay que pagar a la gente!, decia siempre. ?Pagar de puta madre! Asi tampoco se rebelan, y encima te estan agradecidos. Y te ahorras el sueldo de los pistoleros. Es todo mas limpio. Mira al director del Madre Patria, sin ir mas lejos. Se la jugo cuando la revolucion del noventa, no se si lo sabias. Como tantos otros leonitenses, deseaba acabar con la dictadura. Y miralo ahora, va a trabajar de relaciones publicas de La Leyenda de la Montana, porque el tio es muy bueno en lo suyo. Y Lili, la mulatita. Con sus fotos me tiene al corriente de todo. Supo que Bueyes iba a contarte lo que sabia y corrio a decirmelo.
– ?Tambien apareceran muertos algun dia? El director del hotel o Lili.
– Mientras ellos no quieran, no… Pertenecen a mi nomina blanca, como yo digo: eficaz, limpieza y legalidad. Los dos estan convencidos de que trabajan por el bien propio y el de su pais. ?Pero si supieran de quien es el capital del consorcio…! No te lo voy a decir porque no te interesa, pero te aseguro que tiene su gracia…
Ferrer no exteriorizo que conocia la participacion financiera de los coroneles en el proyecto. Por lo que sabia, Soas tenia que ser uno de los hombres de confianza a los que Lars se habia referido en su testamento. Uno de los hombres de confianza o directamente su mano derecha. Ferrer se pregunto si conocia tambien el previsto regreso de los coroneles al poder, teoricamente reclamados por su pueblo, en 1994. Y comprendio que si, que tenia que saberlo: no se contrata a un profesional de alto nivel como Soas solo para encubrir una matanza de indios aislados en el confin del mundo. Si, mejor ocultar todo lo referente al manuscrito: lo contrario podia costarle la vida.
– En fin, que veras lo bien que pago cuando empieces a trabajar para mi.
– ?Trabajar para ti, hijo de puta?
– Aunque en realidad ya has empezado -dijo Soas cogiendo los periodicos que habia traido consigo-. Toma, lee.
Ferrer desplego
– Hijo de la gran puta… -dijo entre dientes.
– ?Que pasa? ?No esta bien el estilo?