otorga? ?No te permite ese silencio elucubrar, ir mas alla en tus fantasias que si de sus labios surgieran promesas de cumplimiento posible? Es una locura. Pero aqui, en Beirut, ?no estamos todos locos? ?No resulta infinitamente facil cultivar la mas inalcanzable fantasia? ?Tan facil, por lo menos, como matar?
La elevada silueta avanza hacia la cita, su sombra se alarga en el callejon. Todo es provisional, todo pasa. No este momento, se dice Diana Dial. Recordara siempre este momento en que la sombra estilizada del guerrero castellano atraviesa el patio de entrada y se confunde con el tremulo follaje de las acacias.
Quince segundos despues -ella siempre cuenta; cuenta y espera- suena el ding dong del llamador. Diana se dice que deberia estar volando hacia Luxor, para acogerse a la proteccion adinerada y la frivolidad de las intrigas de Lady Roxana. Aplazadas, las cajas y maletas de su mudanza se agrupan encima de los armarios y en los rincones del dormitorio, Joy las ha cubierto con lienzos, pero permanecen. Latentes como la angustia que siente en su corazon cuando piensa en estas cenas que no se repetiran.
Salva aparece en el marco de la puerta, huele a la colonia con que periodicamente le obsequian sus alumnas. ?Se enamoran de el tambien -tiembla al repensar el adverbio- sus alumnas? ?Sostiene hacia ellas identica distancia? ?Es un follador de jovencitas, como el inconsistente Jaime, su colega, que lleva la verga enhiesta a modo de brujula? ?A quien ama Salva, a Cora Asmar o a si mismo? ?Y por que Diana desconoce cual de las dos respuestas le inquieta mas?
Se abrazan pero el lo hace sin usar los brazos, solo los abre para mostrar su incapacidad, siempre la misma historia, excusandose porque tiene las manos ocupadas con una u otra cosa. Hoy sostiene las bolsas de su compra e inclina su cabeza, la deja caer en el hueco del hombro de ella, anida brevemente en su cuello y luego se dirige, rapido, a la cocina. Proceden juntos a desempaquetar quesos, jamon de Parma, un paquete de pasta hecha a mano y un bote de salsa con setas. Sobrara comida, como de costumbre, y el se la llevara en tuppers, como un crio, para evitarse cocinar el resto de la semana.
Un primer brindis, y Salva empieza a desgranar chismes de la Fundacion Quijote. Sabe de sobras que a la mujer le deleitan los cotilleos procedentes de La Casa. «Gracias a ti no necesito poner los pies para enterarme de lo que ahi ocurre», le dice siempre a Matas. Hoy le cuenta que el director quiso interrumpir el curso cuando le llego la noticia del atentado contra Asmar, y que, histerico, llego a reunir al personal para espetarles: «?A ver si os enterais! ?Esto es el puto Beirut! ?El puto Beirut!», entre las chanzas de los empleados mas antiguos, cuya experiencia en bombas sobrepasa con creces la del histerico mandamas. Al final, cuenta Salva, accedio a proseguir con las clases, e incluso mantuvo la conferencia de esa semana, a cargo de un viejecito libanes especialista en flamenco y fan de Carmen Amaya. Conferencia durante la cual, anadio Matas, deleitado, el director, sentado en primera fila, echo uno de sus habituales suenecitos publicos.
Inesperadamente, Diana recuerda su cuaderno de notas y la sensacion, que experimento en el Cafe de los Espejos, de estar olvidando algo importante. Ya vendra, no pierdas ahora el tiempo.
Se instalan en la terraza y, mientras comen, su conversacion se limita a comentarios esporadicos sobre la calidad de la comida, el aire nocturno o el perfume de las flores. Algunas velas se van apagando.
– ?Y tu dia? -pregunta Salva, mientras divide cuidadosamente una pera al vino.
La periodista acepta la porcion que el otro le ofrece con su propio tenedor.
Intimidad.
– No puedo afirmar que haya sido una jornada normal. Tu viuda ha intentado marcarme con su hierro.
Recalca el
– No he podido ir a verla, he estado muy liado -confia el hombre, como si tuviera que darle explicaciones, quiza por ese
– ?Que harias en mi lugar?
– Cualquier cosa, menos irme a Egipto en este momento. Por otra parte, a mi que me registren. -Salva se palpa el pecho, sonriente-. La detective eres tu. Pero si me preguntas si debes ayudarla, te dire que si. Necesita una mujer, una amiga que este fuera de la familia Asmar. Alguien sagaz como tu. Claro que si el caso no te interesa…
– No es eso.
– ?Entonces? -Le coge la mano, la aprieta, como suele hacer cuando teme que escape de el-. Cora no puede con esto sola. Y le has caido muy bien. «Me gusta porque no se casa con nadie y no tiene pelos en la lengua.» Me lo ha dicho, entusiasmada. Le has causado muy buena impresion.
– ?Crees que fue el hermano quien dio la orden?
En algun lugar del piso suena el pitido del movil de Diana.
– Te lo traigo. -Agilmente, Salva conduce su cuerpo hacia el interior.
Conduce, controla. Verbos que asocia con el. Regresa, le tiende el pequeno aparato. Dial lo abre con desgana y hace un gesto de aburrimiento.
– El embajador, que lata de tio -informa.
– ?Que quiere?
– Lo de siempre. Necesita verme con urgencia. Dice que tiene algo muy importante que contarme. Cualquier excusa es buena para el. Que pesadilla.
– No seas cruel. Igual no te busca por amor. Igual tiene algo notable que decirte.
Se encoge de hombros.
– Me da lo mismo. Le vere en la recepcion del 12 de Octubre. A lo mejor me llama por eso. Para que quedemos antes y, con la excusa de favorecerme con un anticipo exclusivo sobre la fiesta nacional, echarme la zarpa encima.
Salva se echa a reir pero sus ojos la observan con fria curiosidad. ?Esta celoso del embajador De la Vara? Eso seria una buena noticia.
Diana aparca el tema con un suspiro y regresa a la conversacion anterior.
– ?Samir Asmar hizo que lo mataran? ?A su hermano?
– ?Por que no? Este es un pais sin limites morales. Por eso nos atrae, incluso nos gusta. Por eso, siendo tan pequeno, nos parece inabarcable. Todo es posible.
?Todo?
– Pobre Tony -prosigue el-. Nunca supo medir sus fuerzas. No era hombre de conspiraciones ni daba la talla para…
Se interrumpe. En silencio, ella completa la frase: «Para casarse con Cora.» Una rafaga de viento agita el mantel. A la vacilante luz de las velas que restan, el rostro de su amigo se embosca. Solo ve el breve trazo de sus dientes. Un lobo en la oscuridad, pensamiento que rechaza de inmediato. Vete a Egipto, Diana. Vete a Egipto, se dice.
– ?Viste a Fattush? -inquiere Salva-. ?Alguna noticia?
De subito, Dial recuerda.
– ?Que hacias en el edificio de la Inteligencia Militar? Fattush te ha visto.
– Ya te he dicho que he estado muy liado. He tenido que encargarme de tramitar los permisos para el nuevo curso de espanol en el sur.
Asi que es eso. Las clases de castellano que patrocina el Ejercito espanol, en combinacion con la embajada y con la Fundacion Quijote, en la zona del sur de Libano en donde se hallan desplegados los soldados espanoles, integrantes de las fuerzas de interposicion entre Israel y Libano, enviadas por la ONU despues de la guerra de 2006.
– Una autentica pesadez -apostilla el hombre.
– Los permisos dependen de Seguridad Militar, no de Inteligencia -observa Diana.
– Habia problemas con los alcaldes del sur, que la mayoria o son de Hizbola o simpatizan con ellos.
Salva mira el reloj.
– Madrugo, he de supervisar la sede de Yunieh. -Y a continuacion, como sin darle importancia-: ?Que vas a hacer con Samir Asmar?
– Ire a verle. Al fin y al cabo, no puede decirle que no a una periodista que investiga para escribir un libro sobre las familias que mantienen viva la llama del cristianismo en Oriente Medio.
Matas asiente.
– Es una buena excusa.
Recogen los platos, que dejan en el fregadero para que Joy los limpie manana. Desde la terraza, Diana le ve