supieron salir adelante, como hace la nacion libanesa, pese a todas las dificultades y a los enemigos de dentro y de fuera, defendiendo el catolicismo y contra el comunismo nefando.

Bueno, relativamente austero.

Sonriendo placidamente y sin sentarse, Diana aprovecha el pie que el otro acaba de suministrarle sin darse cuenta. Al fin y al cabo, la unica respuesta que le interesa es la que el hombre puede ofrecer a la unica pregunta por la que la periodista se encuentra en este despacho haciendo el indio.

– A proposito de enemigos, ?que tal quedaria el prestigio de su familia si alguien difundiera que usted trabaja para los mismos que bombardearon su pais hace solo tres anos?

El otro aprieta la raja que tiene por boca y le dirige una lenta saeta visual que Dial juzga apreciativa aunque no apreciadora. Sus ojos opacos se animan brevemente a causa del odio, y a la mujer le parece captar un ligero temblor de parpados.

Inesperadamente, el hombre sonrie, mostrando dos hileras de pequenos dientes mortecinos.

– ?He olvidado mis modales de anfitrion! ?Que va a pensar de mi? -Mantiene la sonrisa-. ?Te o cafe?

Diana Dial rechaza el ofrecimiento.

– No me conteste. -Inclina la cabeza educadamente y le sonrie tambien-. No es necesario. Tendra noticias mias muy pronto.

Y se larga.

– Uf, que tipo tan desagradable -le comenta a Georges cuando vuelve al auto.

El chofer la mira como si estuviera loca. Un rico puede ser cualquier cosa. Envidiable, siempre. Desagradable, nunca.

Diana Dial huele el peligro antes de abrir la puerta de su apartamento. Huele a comida filipina rica.

Joy avanza hacia ella, toda sonrisas, con Yara enchufada a la teta izquierda.

La periodista tuerce el morro.

– ?Todavia aqui? ?Que vas a pedirme?

Porque se trata de eso. Algo quiere. En momentos como este, Joy recurre a la sabiduria que le han legado generaciones de mujeres supervivientes, de su poblado y de su familia.

– Necesito sentarme -dice, balanceando ubre y bebe.

Se instalan ambas a la mesa de la cocina. Son casi las tres -Joy suele terminar su trabajo una hora antes-, y el calor pega con potencia, pero las persianas venecianas pintadas de verde rabioso alivian un poco la temperatura. Sin borrar su sonrisa y utilizando a Yara a modo de airbag, Joy empieza tanteando:

– Mi marido ha pensado…

A la mente de Dial acude el rostro de Ahmed, atractivo pero bastante bruto, con los labios muy gruesos, los ojos pequenos y la frente estrecha. Pensar no es el verbo que ella le adjudico al conocerle.

– ?El que?

– Ya que usted todavia no nos deja…

No ha dicho «no se marcha», sino «no nos deja». Diana se hace fuerte ante el chantaje emocional implicito. Si ella fuera Joy utilizaria las mismas tretas. Pero no lo es.

– ?Y bien? -responde y pregunta, sin conmoverse.

– Da tiempo a preparar tambien un viaje para nosotros. Ahmed quiere que conozca a su familia en El Cairo.

Acabaramos. Un visado.

Joy acentua su sonrisa, al ver que su patrona ha comprendido. Le alegra comprobar que su codigo de comunicacion sigue intacto.

– ?Quiere arroz con coco ahora? -Aparta el pecho de la boquita glotona, que seca con el mismo panuelo de papel con el que retira del pezon una gota blancuzca.

– No tengo hambre. Lo tomare luego. -No se lo pondra tan facil.

Durante dos anos ha aprendido a regatear con sus favores, que le concede como si le costaran gran esfuerzo, lo unico que necesita hacer para que Joy no acabe pidiendole la luna. Pues puede llegar a creer que a Diana Dial, habitante de un mundo en el que la otra cree que todo es posible -en el mundo de la criada ocurre lo contrario-, le resultaria muy facil acceder a cualquier disparate que ella le pidiera con la adecuada insistencia.

Existe otro aspecto de su relacion, el mejor -sin que este le resulte intolerable-, que predomina cuando Dial se siente cansada, asqueada o dolorida por algo concreto y se desahoga con Joy, y esta, sin zalamerias ni segundas intenciones coloca su mano, firme y aspera, sobre su hombro vencido. Hoy no es el caso.

Pero Diana comprende que debe sonreir tambien. Es un ser afortunado, que no depende de la benevolencia ajena. Al menos, no en lo material.

– Vere que puedo hacer.

No resulta facil para Joy salir de Libano. Diana ha conseguido ventajas para ella a lo largo de estos dos anos, pero obtener un visado en una embajada extranjera es otro cantar.

– Podria llevarme con usted. Decir que soy su criada. Ha sido verdad.

«Ha sido.» Recuerda que me abandonas.

Dial sacude la cabeza.

– No serviria. Tendrias que trabajar para un diplomatico.

El viaje de Joy con su marido a Egipto aun no ha sido planteado por la muchacha como un intento de seguir trabajando para ella. Eso llegara mas adelante, y la espanola lo solucionara como pueda. Pero el requerimiento de visado obligara a Diana a pedirle un favor a Ramiro de la Vara. Y esta es la parte verdaderamente desagradable del encargo que la sirvienta acaba de depositar en sus manos, porque el tonto del embajador, de quien Diana sigue perdiendo llamadas telefonicas, intentara cobrarselo de un modo u otro.

El arroz ya esta frio cuando Diana Dial se pone a comerlo con desgana. No le importa. Cuando se abstrae olvida alimentarse. Ha pasado la ultima hora tomando notas acerca de su encuentro con Samir Asmar.

Definitivamente culpable, al menos de la colaboracion con Israel. La base de telecomunicaciones clandestina, seguramente el pico del iceberg de compromisos mas vergonzosos y perjudiciales para este pais. ?Eso le convierte en el asesino de su hermano? Si la simple pregunta de alguien a quien cree escritora de un libro le ha puesto tan nervioso -y obsequioso como si intentara ganar tiempo-, ?que clase de terremoto no provocaria en su tinglado que se hiciera publico que ordeno el asesinato de Tony? «No es nada personal. Negocios.» Una decision, un sicario. Boom. Se acabo el problema.

Siente un esponjamiento en su vanidad al releer las notas. Samir Asmar, relevante miembro de la comunidad maronita, tocado en la linea de flotacion por la infatigable investigadora Diana Dial, quien, posponiendo su marcha del pais y una prometedora estancia en Egipto, se arroja a su gaznate con la precision de un sabueso excitado por el olor de su presa.

Sonrie de su propia tonteria, que agradece porque le parece mejor esta flaqueza que el estado de inseguridad en que la sumio la cena de anoche.

Suena la melodia estandar del movil. Es Salva. Piensa en no responder pero su mano funciona al margen de voluntad.

– Esta noche doy una fiesta en casa. ?Te apuntas?

– Creia que acompanabas a tu viuda en su luto. -Se arrepiente nada mas pronunciar la frase, que acentua su debilidad y la degrada ante si misma-. ?Cual es el motivo?

– ?Hace falta uno? Si lo necesitas, la despreocupada costumbre beiruti de ponerle al mal tiempo buena cara. Carpe diem.

– ?Quienes acudiran?

– Un selecto grupo de amigos, libaneses y espanoles, incluida gente de La Casa. Tu embajador. Carlos Cancio tambien, si es que su periodico no le encadena a ultima hora a lo que ellos consideran actualidad. Ha prometido traer con el a gente joven, supongo que a ese novio que tiene, Ali, y otros efebos amigos suyos, asi como a las hermanas del chico, que han llegado de su remoto pueblo, dispuestas a vestirse como seres humanos y a gozar de las perversiones de Beirut. Ah, y tendremos discjockey. De eso y de que no falten alicientes me ocupare yo. No traigas nada, habra bebida de la mejor y comida de sobra.

– ?Con tus ahorros de profesor? -Sabe que le molesta que le recuerde lo mal que la Fundacion Quijote paga a sus funcionarios rasos.

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