diferencia -concluye el inspector- es que, a mi, la viuda no me importa.

Dial coge el retrato de las mujeres de Fattush y lo examina.

– Que altas ya, las crias. ?Que edad tienen?

– La menor tres anos y es mas sensata que tu -replica Fattush con impaciencia-. ?Por que no lo dejas?

Usa el tono cansino de quien no ignora lo inutil de su intento.

Diana desvia su atencion hacia el movil, que suena en ese momento. Responde con un desganado monosilabo pero en seguida desorbita los ojos expresivamente y gesticula en direccion a Fattush.

– Buenos dias, senora Asmar -dice, enarcando mucho las cejas-. Si, si, claro, es un placer. No, cuanto lo siento, manana por la manana, imposible. Tengo un compromiso previo, una cita de hace semanas… ?Por la tarde? Mejor, si, por la tarde. Ah, bien. De acuerdo. Entonces le esperare a las cinco. ?Tiene mi direccion? Bien.

Desconecta y le suelta:

– Era Yumana Asmar. La matriarca quiere verme manana mismo. Enviara a su chofer a buscarme. Dice que estas cosas se solucionan mejor entre mujeres. Y sabe muy bien donde vivo.

Diana no puede asegurar que el inspector Fattush se sienta mas tranquilo ahora que cuando entro hace un rato en su despacho.

La embajada esta en un palacete de piedra caliza, de dos plantas, que se alza, solitario, en la zona mas recondita de una colina, en las afueras de Beirut. Es una hermosa mansion, con un gran jardin delantero y otro interior. Cesped bien cuidado, arboles de espeso follaje, parterres y setos muy elegantes, ajenos a la contaminacion del exterior. Los salones alternan el encalado de los muros con retazos de piedra viva, tapices selectos y cuadros de pintores abstractos espanoles. Chic oriental, mas una pizca de solemne cordura castellana, bajo los techos abovedados que evocan un convento medieval.

– Espero que disculpes la confianza -recita en tono intimo De la Vara, apartandose para invitarla a entrar en lo que, previamente, ha denominado «mis aposentos».

A Diana le parece chocante que, por segunda vez en los ultimos dias, alguien elija el dormitorio como escenario para sus confidencias. Quiza se trate de una moda libanesa de cuno reciente, reflexiona con resignacion. Y con descanso: al menos, el embajador no la ha recibido en pijama.

La periodista no ha puesto nunca los pies en las habitaciones privadas de la residencia, y no puede negar que siente curiosidad.

El reducto particular del jefe de la legacion ocupa un torreon de severidad fingida, operistico -la Tosca bien habria podido arrojarse desde alli, para en seguida levantarse y saludar-, al que anfitrion e invitada han llegado ascendiendo por peldanos insensibles al paso del tiempo y de embajadores.

– He dirigido personalmente la decoracion -comenta el embajador, orgulloso, y se queda pendiente de su reaccion.

– ?Dios! -exclama ella muy apropiadamente.

Lo que ve la pilla por sorpresa. Esto es el Museo del Crucifijo, se dice. La cama, de tamano triple y seguramente reforzada, no anade atractivo alguno a la amplia estancia, en cuyas paredes figuran -con la unica excepcion de una imagen de Cristo Rey que abre sus brazos desde la pared opuesta a la cabecera- mas cruces de las que la periodista ha visto y vera en toda su vida, y tal afirmacion incluye la amplia gama local de tales simbolos, en cuya exhibicion el Libano cristiano no resulta especialmente parco.

Lo del embajador es un enjambre. Las paredes del dormitorio y las del saloncito que se interpone entre esta habitacion y la terraza aparecen forradas de cruces de todos los tamanos y materiales, apretujadas una junto a otra.

– ?Jesus bendito! -redunda Diana, ante el placer de Ramiro, que toma su exclamacion por un derrame admirativo.

– Una coleccion unica en el mundo -se pavonea-. Vamos, no es oficial ni estoy en el libro Guinness de los Records, pero me jugaria esta pieza a que no existen tesoros tan completos como el mio.

Toma en sus manos la cruz, de doble travesano y cuajada de pedreria, a la que se ha referido al lanzar su presuncion.

– Pertenecio a Rasputin. Procede de los tesoros del Kremlin. La compre, ejem, en una especie de subasta por Internet. Clandestina. Muy peligroso. En mi posicion, practicar el cristianismo puede resultar un autentico reto, Diana. Incluso en el terreno decorativo. Pero soy de la opinion de que los creyentes tenemos que dar testimonio de nuestra fe por doquiera que vayamos.

Espera un elogio por su parte.

– Crei que alli solo guardaban la momia de Lenin -comenta, en cambio, la mujer.

– No puedes imaginar hasta que punto esta arraigado el amor al crucifijo por esos mundos del Senor. -El sigue con su tema-. ?La querida Madre Rusia no se rindio ante la feroz bota sovietica! Y en los cinco continentes, no te creas, pasa lo mismo. Esta pieza unica -ahora coge un crucifijo pequeno que parece de marfil- me la regalo un amigo embajador que estuvo destinado en el Africa profunda. Es una reliquia santa. Hueso de martir. -Agita la crucecilla-. De martir misionero. Los paganos, en su salvaje ignorancia, se comieron al gran evangelizador padre Benoit, quien, por cierto, era de origen libanes aunque fue ordenado en Roma. Espero que le canonicen pronto, yo mismo he enviado la peticion al Santo Padre… ?Por donde iba?

– Los salvajes se lo comieron -le recuerda Dial.

– ?Ah, si! ?Estas en todo! -Sonrie, contento, y le saca brillo a la cruz con el puno de su chaqueta-. Mientras hacian su digestion, Benoit obro el milagro de que comprendieran su pecado. Presos del mas doloroso arrepentimiento, se convirtieron, y decidieron que con los huesos de su salvador tallarian reliquias. ?No es lo mas sublime? ?Que los huesos del hombre que dio su vida por la fe devengan objeto sagrado!

– Necesito un trago -dice Diana.

– Ah, perdona, que descortes soy. En la terraza tenemos un bufet frio. -Entorna los ojos, insinuante-. He dado fiesta al servicio hasta manana por la noche. Estamos solos.

Deposita el pedazo de hueso humano en su sitio y -con la misma mano, Dios santo, piensa Dial- la toma del brazo y la conduce hasta el exterior.

– ?Vino? -pregunta Ramiro, disponiendose a abrir una de las botellas alineadas en una mesa rectangular, cubierta con un mantel de hilo que lleva bordada la bandera de Espana en las esquinas.

– Preferiria un whisky. En vaso corto, sin hielo. Y doble.

Esta loco, se dice Diana. Esta como una cabra. Interesante cuestion: ?los occidentales pierden la razon en Oriente Medio o acuden a Oriente Medio porque han perdido la razon?

De la Vara carraspea.

– ?Que te parece mi refugio? Esa parte de ahi -dirige la vista a la pared de madera labrada que, con una puerta en el centro, divide la terraza en dos- la he transformado en gimnasio. Me conviene rebajar peso.

Se palpa la tripa. A Diana le zumba una campanilla en el cerebro. ?Que le recuerda este gimnasio situado cerca del dormitorio? El propio embajador la saca de dudas:

– Tariq, que es un excelente entrenador fisico, me obliga sudar la gota gorda ahi, todos los dias. Me ha hecho instalar una sauna, y me da masajes.

– ?Tariq, el de Cora?

Un poco sorprendido, el embajador asiente.

– Ella me lo recomendo. Le conocio no se donde, en una obra de caridad, y se ha propuesto que trabaje en las mejores casas de la ciudad. Es un chico con porvenir, muy listo. De una aldea del norte. Su familia huyo a Canada al principio de la guerra civil. El crecio en Montreal. Habla frances e ingles perfectamente. Parece que trabajo con su hermano en un negocio de articulos deportivos. Tariq decidio venir aqui, instalarse en la tierra de sus padres. Ya sabes como tira Libano. Es musulman, pero muy buen chico. Al principio, las cosas no le fueron muy bien, segun me conto.

– Pero conocio a Cora -tercia la mujer, subitamente interesada-, y Cora le ayuda a salir adelante.

– El tiene amigos en todas partes, en los campos palestinos y hasta entre los salafistas de Tripoli, y tambien le recibe lo mas distinguido de la sociedad. Es un caballero y gusta mucho a las mujeres. -Guina un ojo-. Ya sabes, guapo y discreto. A mi me consigue lo mejor de lo mejor para mi narguile. Luego nos fumaremos uno, veras que rico. Es mi unico vicio, lo reconozco. Me lo fumo mientras me doy un bano, despues de mi sesion de ejercicio. ?Has probado a fumar pipa en la banera? Te deja muy bien, relajado, pura sensualidad…

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