alejarse. Silueta de cipres, pasos que se alejan. Son los de el -hacia ella- movimientos de ida y de venida, sin ninguna progresion. Siempre equidistante. Lejano.
Regresa a la cocina a por un vaso de agua. Las bolsas de la compra, vacias, han caido al suelo a causa del viento que se cuela por la ventana abierta de par en par. Al alisar una de las que ha traido Salvador Matas, ve que pertenece a La Bersagliera, una de las tiendas de delicatessen mas caras de Beirut.
La Bersagliera. Situada en Saifi. A veinte metros de donde vive Cora.
Viernes,2 de octubre de 2009
Alto, flaco, calvo pero de altiva cabeza -algo plana, vista de perfil-, de ojos semiletargicos que no dejan pasar una y justifican el apelativo con el que le distinguen sus rivales -la Cobra-, Samir es un hombre elegante a la antigua usanza y orgulloso de serlo. Saluda a Diana Dial besandole la mano, sin sonreir. Sus delgados labios se abren apenas cuando habla, como si temiera dejar caer un invisible papel de fumar.
Al aceptar el asiento que el mayor de los Asmar le ofrece, al otro lado de la gran mesa de acero inoxidable, Diana se seca el dorso de la mano con la parte posterior de la falda, no para borrar la huella de una transpiracion inexistente, sino para recuperarse del frio que esa grieta ha depositado en su piel.
Estan en su despacho del banco. Samir no ha querido citarla en la sede de su partido, cerca del puerto. En la conversacion previa que han mantenido por telefono a primera hora ha quedado claro que accede a su peticion de entrevista si no charla con ella como miembro de su formacion politica. La atendera en su condicion de importante hombre de negocios, perteneciente a una relevante familia maronita. «Nada de politica, solo religion y tradicion - ha dicho. Y ha aclarado-: No puedo permitir que crean que utilizo la tribuna que usted me brinda por ambicion partidista.» Una formal aunque insincera declaracion ya que, despues, durante los primeros veinte minutos de su encuentro, la Cobra no ha hecho otra cosa que pavonearse de la influencia de su apellido en la vida publica libanesa.
Durante ese tiempo, que cuando era reportera Dial solia denominar «suministro previo de vaselina», la investigadora se ha concentrado en aquilatar al otro, y sus notas -que el observa atentamente, como si entendiera los garabatos y quisiera subrayar que los aprueba, por el momento-, han trazado el perfil del hombre y apuntado posibles preguntas, o mas bien maneras de formular la unica cuestion que la ha conducido hasta alli, aquella que le pica en el estomago como en su epoca de periodista. Hay que echar vaselina, si, adobar la presa, halagarla, buscarle el punto debil. O mas exactamente, la forma de alcanzar ese punto que, con pocas excepciones, y en todo tipo de personajes, suele ser uno solo. La vanidad.
Y la Cobra no es una excepcion. Su austeridad es la cascara. Debajo se esconde un ego del tamano de las cuevas de Yeita, un ego que supura estalactitas y estalagmitas. Tiene motivos. A este hombre nadie le ha dicho en su vida que es uno de los personajes mas rancios y tristes de su pais. Parte de la tragedia de Libano consiste en la aceptacion de lo aberrante como normal, del anacronismo historico como modelo de conducta. Es un feudo dividido y sin espejos, y sus prohombres carecen del barniz que, en Occidente, ha otorgado a la codicia una mascara de modernidad.
Mientras se dirigian hacia Sassine, la plaza cristiana por definicion -de cuyas farolas cuelgan retratos de diferentes lideres y simbolos de otros tantos partidos-, Georges ha perorado acerca de la solidez del Banco Asgo, que Samir creo con capital propio y de su suegro, gracias a la promesa -sobradamente cumplida- de los potentados saudies que, desde el final de la guerra civil, trabajan en diferentes frentes para hacerse con un amplio control de las finanzas del pais, sin desdenar conseguir sus propositos utilizando a los maronitas.
– El Anciano y el son una y carne -ha explicado Georges, admirativo-. El viejo Kamal Ayub lo quiere como a un hijo, si por el fuera ya le habria confiado la direccion del partido, pero Samir no lo necesita. Seria una formalizacion que solo serviria para atraer sobre el mas odio por parle de sus rivales. Ya se hace lo que decide, a traves de su influencia con el viejo, y no tiene que dar la cara. Una vez les vi juntos…
Diana se ha perdido esa ultima parte, segura de que contiene una de las frecuentes flatulencias verbales de su chofer. Esta manana, Georges se ha presentado luciendo primoroso alino, como si se dispusiera a participar en una ceremonia especial. Dial sospecha que el traje, azul oscuro, es el de su boda. Se complementa con corbata - prenda inusual en el- a rayas azules y negras sobre camisa blanca, impoluta. Apesta a colonia, sin duda parte de uno de los lotes que su hermana, que tiene un negocio de cosmetica en un hotel de Dubai, le envia con regularidad, junto con una aportacion economica que permite cierto bienestar a su familia. El pais esta plagado de historias de este tipo: millones de emigrantes ayudan a sus parientes a mantenerse a flote. Por eso Libano nunca se hunde por completo. Se enfanga.
Diana arrastra el mal humor -sobre todo, consigo misma- que le dejo su cena con Salvador Matas, y se siente poco predispuesta a complacer al chofer con sus habituales gemidos de aquiescencia. Reserva su potencial marrullero para la entrevista con Asmar. De modo que simula no darse cuenta de los cambios en materia de perifollos y se limita a mascullar, impaciente, un «?Vamos!».
Al reflexionar sobre sus emociones de la noche pasada, la periodista ha decidido postergar el asunto Matas, encerrarlo en su cajon de enredos sentimentales no resueltos. A hacer punetas Salva, sea cual sea su relacion con la viuda de las narices. A hacer punetas, junto con el pequeno pero punzante dolor que le produce su postergada partida de Libano.
?Es este dolor, o mas bien su negacion, lo que la ha impulsado a dirigirse a su cita con Samir Asmar con la determinacion de un pugil que se dispone a terminar por KO con el otro en el segundo asalto?
Un carraspeo discreto de su interlocutor la obliga a salir de sus meditaciones. La Cobra la contempla con la atencion cortes pero en el fondo desinteresada con que la ha recibido, imperterrito en su armadura. Despistada momentaneamente, Diana pierde pie y teme haber malogrado, con su silencio, la esforzada plataforma que ha urdido para facilitar su siguiente pregunta.
– ?Cuantas fotos importantes tiene usted! -exclama para salir del paso, senalando, con abyecta admiracion, los marcos alineados sobre un aparatoso mueble, en cuyos extremos levitan dos imagenes de yeso coloreado de gran tamano, una de la Inmaculada Concepcion y otra del Sagrado Corazon. Ambos parecen bendecir al banco y al banquero y a todas sus empresas, aqui en la tierra como en el cielo.
– En efecto -asiente el con naturalidad, incorporandose-. ?Quiere examinarlas de cerca?
No pregunta, ordena. Diana se apresura a felicitarse por haber sorteado el obstaculo de su corto despiste. Se coloca junto al banquero, como si estuviera en una exposicion.
– Mi esposa y mis tres hijos -subraya los adjetivos posesivos, como si los hubiera comprado o parido el a los cuatro. Y asi debe ser.
– Que monos -sonrie ella, y anade, al ver la foto de al lado-. ?Anda, el Papa!
– Su Santidad Juan Pablo II tuvo a bien concederme audiencia pocos meses antes de morir.
Vuelve a quedarse muda, pero esta vez con la sonrisa bobalicona perfeccionada a lo largo de cientos de entrevistas.
– ?Y aqui? -pregunta por fin, indicando lo que parece una ceremonia religiosa importante.
– La tomaron cuando mi familia apadrino la llegada de la imagen original de santa Teresa de Lisieux a nuestro pais. Como usted sabe, nos cupo el honor de encabezar la campana por un mes de rogativas en favor de la paz en Libano.
Dial recorre el frontispicio en el que figuran fotografias de la Cobra con diferentes mandatarios de paises extranjeros.
Ni una imagen de Tony Asmar, ni un retrato del hermano muerto.
?Ha esparcido Diana suficiente suavizante o necesita mas? Un empujoncito:
– La emocion me ha impedido decirselo antes -empieza Diana, preguntandose si el envite es demasiado alto, pero se dice que frases del mismo tenor le han servido en otras ocasiones, y continua-: Debo comunicarle que hablo en nombre de todos los espanoles si le digo que, en mi pais, estan muy apenados por esta desgracia que se ha abatido sobre usted y los suyos.
Pausa e inspiracion profunda. El la contempla sin parpadear. Tiene las pestanas cortas y claras, espaciadas, lo que acentua su parecido con un reptil. De la abertura que ocupa el lugar de su boca surge un reconocimiento comedido, austero:
– Nuestra gratitud para con el admirado pueblo espanol. Ustedes tambien tuvieron una guerra civil terrible, y