encargan de conseguirle lo que necesita.
– En efecto -asiente ella-. De compras hasta fundir las tarjetas. Ademas, tengo que buscarle un buen regalo a mi amiga de Egipto.
– Entonces, definitivamente, ?te vas? ?Ya lo has decidido? -Ve la mirada de Georges, subitamente codiciosa, reflejada en el retrovisor.
El hombre se pregunta si recibira una indemnizacion, y de que cuantia, asi como cuantos objetos de su piso le tocaran en el reparto de despedida.
Cuando entra en el ABC, despues de que un empleado de seguridad le haya palpado concienzudamente el bolso, Diana ve a Fattush, ya apostado a la puerta de la tienda Nymphet's Dream. Lleva la coleta torcida y algunos mechones sueltos nimbandole el semblante.
– Jaled no usa casco. No habia uno solo en toda la comisaria -explica, cachazudo.
– Ningun libanes lo utiliza. ?Con lo machotes y osados que sois! No has ido a la embajada a despedir al procer -le reprocha Dial, alegremente-. Te has perdido la hagiografia del patriarca.
– Trabajo endiablado -se justifica el otro, siguiendola al interior del comercio-. Un padre ha pretendido arrojar al mar a su hija, embarazada de su novio, desde lo alto del acantilado, en Rouche. La deshonrada se ha aferrado a el con unas y dientes. Han caido los dos al mar. Ahogados como tu embajador.
– Que racha -observa Diana mientras examina unas bragas de encaje que estan de rebajas.
Introduce las bragas en una cesta. Duda sobre si adquirir el sujetador a juego. Es demasiado tacana para hacerse de una sola tacada con dos piezas, sin darle vueltas al magin un rato.
– ?Cuales son tus noticias? -pregunta el inspector, que observa sus maniobras con curiosidad pero con el envaramiento tipico de los hombres de su edad cuando van de compras con una mujer.
– Tengo al culpable. A los culpables. -Es verdad, los sostenes estan a muy buen precio, piensa; a la cesta-. Olvidate de los Asmar. Es decir, de todos menos de la viuda. Y no me refiero a la superviuda, Yumana.
– ?Hablas de Cora?
– Se cargo a su marido. Con la ayuda del bello Tariq.
– ?Le has visto? -Fattush se excita, y no por la lenceria-. ?Tienes pruebas?
– Tengo pruebas de que le he visto -replica Diana, con dulzura, al tiempo que aprieta los muslos y siente que se agudiza su sonrisa vertical.
– Pero los Asmar no pueden ser inocentes. He hablado con mi amigo Tadeus. Es miembro de la ejecutiva del Partido de la Patria, y muy remiso a cotillear, pero siempre se anima cuando le prometo un par de whiskies y dejar que me lea los posos del cafe. Aunque no pienso hacerlo. La ultima vez…
– ?Que piensa Tadeus? No me refiero a tu porvenir, sino a lo de Tony Asmar.
– Esto te va a encantar… -Fattush inspecciona unos picardias de encaje en colores fluorescentes-. La manana de su muerte, Tony Asmar tenia una cita con el Anciano.
– ?Con Kamal Ayub?
– ?El mismo! -Se hace, triunfador, con un camisoncito liviano y malva-. Segun Tadeus, llevaba consigo la unica copia de los documentos que probaban la complicidad de su hermano Samir en la operacion israeli para instalar una estacion de telecomunicaciones en territorio de Hizbola.
Diana Dial procesa la informacion rapidamente.
– O sea, que iba a denunciar a la familia…
– No, amiga mia. -El inspector suelta una risa sardonica-. Iba a exigir prebendas por no hacerlo. Queria un sillon ministerial en el proximo gobierno y quedarse con el banco de su hermano. A cambio, se comprometia a guardar silencio. Pobre hombre, lo guardo. Eternamente. No le dejaron ni salir de casa.
Fattush alza el perchero соn el pequeno camison y lo contempla al trasluz.
– ?Tu te lo pondrias? -inquiere.
– No, y tu tampoco. Pero tu mujer, si.
Pensativos, se dirigen a la caja y pagan sus respectivas compras. Cuando sale, el la toma por el codo.
– ?Has comido? -pregunta.
– No tengo hambre.
– Tampoco yo. Tomemos un
– Y pongamos esto en limpio. No tiene pies ni cabeza.
En el cafe, entre jovenes que trabajan con su ordenador y mujeres con rostro de esfinge que cotillean mientras las nineras cuidan de sus hijos, Diana le cuenta al inspector su conversacion con Tariq.
– Ese chico tiene acceso a todo tipo de armas, a traves de sus amigos, que por lo que ha insinuado son carne de canon de los salafistas. Pudo conseguir el explosivo.
La periodista extrae su cuaderno del bolso y lo coloca encima de la mesa. Le da unos golpecitos.
– Mirandolo objetivamente -empieza, al tiempo que abre la libreta y la ojea-, la familia Asmar es la unica interesada en eliminar a su oveja negra, para continuar manteniendo su liderazgo en el Partido de la Patria, sus prebendas y los favores del Anciano. ?Estas de acuerdo?
– Completamente -asiente el inspector.
– Por otra parte, tenemos a Cora Asmar. Despues del atentado me cita en su apartamento. Necesita de mis servicios como detective para que busque la forma de poner nervioso a su cunado. Esta segura de que es el asesino. Se muestra herida, furiosa, quiere vengarse, proteger al hijo que espera… ?Un momento!
– ?Que pasa?
– Que soy idiota. Cora me dijo que el fin de semana del atentado permanecio ingresada en la clinica del doctor… Espera, si, aqui lo tengo. Marwan Haddad.
– Es cierto -replica Fattush-. Ese dato lo investigamos.
– Ya lo se. Pero ella me aseguro que fue alli en donde le confirmaron el embarazo, aprovechando que la clinica tambien tiene ginecologos.
Un nino de la mesa cercana se pone a berrear y su madre ordena a la ninera filipina que pida un Red Bull para el nino.
– ?Esta loca? -le pregunta Diana al inspector.
– Conmigo no te sulfures -responde el hombre-. Si les inflan a coca-colas, ?por que no elevar un poco los niveles de excitacion de nuestros futuros ciudadanos?
Dial se encoge de hombros.
– A ver, que no me pierda… ?Que queria yo hacer? -Se da una palmada en la frente-. ?Ah, si! Por favor, habla con Haddad.
Toma su telefono mientras Fattush coge el suyo. Le escucha ponerse en contacto con la clinica mientras ella busca el numero de Yumana Asmar. La vieja contesta directamente.
– ?Mi querida amiga! -Su voz cavernosa le lanza la frase como si pretendiera hacer blanco en el interior de su cerebro-. ?Cuanto tiempo sin saber de ti! ?Veinticuatro horas? ?O menos? Sabia que me llamarias…
– Me estaba preguntando… -Ve al nino del Red Bull beberlo con ansia, ayudado por la criada filipina-. Si, me preguntaba que clase de retorcido final es el que le ha augurado a su nuera para que esta haya querido impedirme seguir investigando.
– ?Asquerosa! -La comunicacion por telefono no hace que Yumana seleccione con mas finura su vocabulario-. Lo digo por ti. Crei que ibas a disculparte por las molestias que nos has causado… Es lo minimo, ?no, estupida?
Boquiabierta, Diana contempla al nino, que se ha puesto a bracear y patalear al terminar el mejunje, y a la madre, que ordena que le traigan otro.
– Un momento, por favor. -Aparta el aparato y se dirige a Fattush, senalando a la mujer-. ?Es que no piensas detenerla?
El otro se encoge de hombros y atiende su propia conversacion telefonica:
– Eso es todo, si -esta diciendo-. Se lo agradezco mucho, doctor. Diana, no es cosa mia. Si tuviera que interferir en el sistema educativo libanes preferiria modificar los libros de texto.
– ?Estas ahi, pequena cerda? -pregunta Yumana, atentamente.
– Eh… Si, si, perdone. Desde luego. -De nuevo le surge a Diana el Pavlov materno.
– Dejame adivinar. Cora te ha despedido sin explicaciones. Y ahora recurres a mi. ?Que quieres? ?Dinero, tambien?