o no lo compro? Durante una fraccion de segundo atraviesa su mente la repugnante imagen de los viejos occidentales que conoce y que, en Beirut, se aprovechan de la facilidad con que se les ofrece mercancia lozana y barata. Desecha el pensamiento. El verdadero amor. Eso si que resulta obsceno, a su edad. Verdadero amor es lo que ella siente por Matas, y ni siquiera sabe si le quiere ayudar o destruir. Verdadero amor era, quiza, lo que impulso al pobre embajador a aplastarla contra la camilla.

Dejate seducir por los estimulos del mercado, Diana Dial. Aparca por un rato tu maldita cabeza, tu jodida conciencia.

Lo que sigue es un corto paseillo hasta los vestuarios, una rapida mirada exploratoria por parte de Tariq antes de abrir una puerta y empujarla hacia adentro, y un arrugamiento excesivo de las dos piezas de hilo que componen el traje de la dama que, al sentir en la palma de su mano el calor de las credenciales del entrenador, se pierde en la ensonacion de un masaje completo.

– My queen… -empieza el otro.

– Calla -le corta, en castellano-. Callate y enhebra.

Diana extiende un cheque y se lo alarga a Tariq. El muchacho lo guarda sin mirar en el bolsillo pectoral de su elegante camisa, mientras sorbe con deleite un te a la menta y la contempla con la dulzura de un cachorro al que su amo acaba de acariciar la tripa. Se encuentran en la cafeteria del hotel.

– Esto, por la primera clase -dice Diana-. Ahora me gustaria hacerte unas preguntas.

– Si decide venir con regularidad puedo ofrecerle una tarifa especial. Precio de amiga, tratamiento VIP. Un abono.

Le da una tarjeta con su telefono y direccion de correo electronico.

– ?Tienes muchas clientas?

– Pocas, pero buenas.

– ?Cora Asmar es una de ellas?

Tariq se pone en guardia.

– ?La senora viuda de Tony Asmar? -pregunta el otro, ganando tiempo.

– No disimules. Soy amiga suya -sonrie Diana y se dispone a arriesgar una mentira, mezclandola con una verdad-. Me lo conto todo. Me pidio ayuda contra la familia del difunto.

– ?Ah, la detective! -El rostro del entrenador fisico regresa a su cordialidad natural-. Algo me dijo. La va a librar de esos miserables ?verdad?

– ?Lo ves? Estamos en confianza.

Tariq deposita el te en la mesa, se inclina hacia ella.

– Cora es la persona que mas me ha ayudado en este mundo. Mi familia emigro a Canada durante la guerra, teniamos un negocio de yates en Montreal, no era un asunto a lo grande pero nos iba bastante bien. A los veinticinco anos decidi volver.

– ?Que edad tienes ahora?

– Veintinueve. Yo naci en Canada.

– Dejamelo adivinar. Libano te ha decepcionado.

Tariq asiente.

– ?Tantas posibilidades, y siempre desaprovechandolas, por culpa de la politica! -Sacude la cabeza-. No fue facil para mi. Acabe volviendo al norte, a la tierra de mi familia. Alli hice amigos, tengo contactos. Muchos contactos, aunque no se trata de gente a la que me gustaria presentar a usted o a Cora.

– ?Mercenarios? -pregunta Diana, sacudiendose una inexistente mota de polvo de la chaqueta, para quitar importancia a la pregunta.

El otro parece entrar en confianza.

– Hay mucho paro, y la gente se mete en lo que puede. Siempre rondan por alli personas que reparten dinero para formar grupos armados con los jovenes que carecen de esperanzas. A mi tambien me lo propusieron, pero eso no es para mi.

Le dirige una sonrisa mas acentuada, mira alrededor, fija su mirada en ella. Es un ingenuo.

– Esto, esto es lo mio. Beirut. El lujo. La buena educacion. La libertad sexual. Yo bebo alcohol, ?sabe? Cuando conoci a Cora fue como si el cielo se abriera para mi. ?Que mujer! ?Todas las espanolas son asi? Porque usted tambien tiene mucha clase… Las chicas libanesas son muy guapas, pero no se puede hablar con ellas. Cuanto mas guapas, menos se puede hablar.

– ?La quieres mucho? -le pregunta Diana con afable comprension.

– Mas que a nadie y a nada. Pero usted ya lo sabe… Lo que hago, lo que hemos hecho esta tarde…

A la mujer le conmueve esa doble moral, a su manera tan inocente, que el muchacho exhibe. Ha conocido a otros como el. Salir del agujero. Es todo lo que quieren, a cambio de hacer lo que sea.

– No es nada personal -termina ella.

– Exacto. Forma parte de mi trabajo. Tengo que seguir haciendolo hasta que Cora se emancipe de los Asmar y disponga de dinero propio… Tenemos que cuidarnos entre nosotros, y del nino.

– ?El nino? -Diana Dial abre la boca-. ?Que nino?

Subitamente transformado en un arabe tan tradicional como el narguilero Abu Hassan, el que solo tiene hijas y cree que la culpa es de sus mujeres, Tariq abandona sus aires mundanos y se vanagloria:

– ?Un varon! ?Cora y yo vamos a tener un hijo!

Este tio es memo… ?Y Cora? Conclusion rapida, como consecuencia de lo anterior: Cora se cree muy lista. Aunque no tanto como ella, Diana Dial, perseguidora de la verdad, paladina de la justicia. Iennka y Setota, no os defraudare. Neguetz, amiga mia. ?Por que miente Cora a Tariq? ?Que espera conseguir de el?

El servilletero vuelve a estar demasiado lleno.

– Dime una cosa, Tariq. -Se mira las unas mientras habla-. ?Esos amigos tuyos podrian proporcionarme un arma? Vivo sola y…

– ?Que clase de arma? -pregunta el joven, sin inmutarse por la demanda.

– Bueno, cuanto mas grande y mas potente mejor. ?Tu crees que podrias…?

– Puedo conseguir de todo -alardea el otro, tan ufano como Georges cuando presume de guardar una pistola en su guantera-. Tambien tengo… Ya sabe, cositas para vivir mejor.

– ?Drogas? Que bien. Una ultima cosa. ?Esta Cora protegida? ?En tu casa?

– No, en mi casa, no. Y no ha querido decirme donde, para que no caigamos en la tentacion de vernos. No podremos hacerlo durante un tiempo. Tenemos que evitar las murmuraciones. Es lo que ella dijo que hay que hacer siempre en estos casos. ?Por que? ?Usted tampoco sabe donde se encuentra?

Estos casos. ?Tantas precauciones por un simple adulterio? Subitamente, Diana los imagina en la gran cama circular, en el sedoso dormitorio de Cora, abrazados, revisando en el televisor una y otra vez la ultima version de El cartero siempre llama dos veces. Buscando los fallos que la pareja asesina protagonista comete y que ellos no deben repetir.

Abandona el hotel con el pelo alborotado y el cuerpo distendido, por primera vez en mucho tiempo. Bien por la frivolidad libanesa. Va siendo hora de que le aproveche tambien de cintura para abajo.

Se sobrepone al acercarse al coche. Se arrellana en el asiento y telefonea a Fattush:

– Te espero en la entrada principal del ABC. En la primera tienda de lenceria, segun accedes, a la derecha.

– ?Y eso? -pregunta el inspector, que suena risueno.

– Te ofrezco la oportunidad de resolver el caso al tiempo que le compras una negligee a tu mujer. Hay rebajas. Es uno de los efectos secundarios del atentado. La gente no gasta, las tiendas bajan los precios.

– Es que el trafico…

– Ya lo se. Trafico de lunes. ?Desde cuando eso ha sido un obstaculo para ti? Tengo la solucion de nuestro caso.

– ?Que dices! Hare que uno de mis hombres me lleve en moto.

Cuando deja de hablar, Georges, que ya ha arrancado y conduce en direccion a Ashrafiyeh, pregunta:

– ?De compras?

Hay cierto asombro en sus palabras. Para baremos libaneses, Diana no es muy consumista y suele aburrirse comprando. Raramente visita el concurrido centro comercial cercano a la plaza Sassine. Georges y Joy se

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