– Eso no es nuevo -apunta Matas.
– Me refiero a dano de verdad, a suprimirla para que no cuente lo que sabe. Igual que se deshicieron de su marido. Ignoran que esta embarazada, y eso puede ser incluso peor. Al menos, respetarian su vida para quedarse con el nino.
Matas hace una sena al camarero y le pide que traiga los postres. Luego la mira, sonriente:
– ?No te lo dijo? -Sacude la cabeza, como si censurara carinosamente el descuido de Cora al no tenerla al corriente-. Fue una falsa alarma. ?No esta embarazada! Se ha quitado un buen peso de encima.
Pero ya llega el mozo con un par de bandejas repletas de parafernalia golosa.
– Prenada o no -insiste Diana-, debe esconderse. Quiza ya lo ha hecho. Puede que este con su amante. Pero necesita mas proteccion.
– ?Su amante? -El hombre se limita a enarcar las cejas, pero por primera vez Dial siente que hay calor al otro lado de la mesa, una emocion que brilla levemente detras del muro-. ?Que amante?
?Celos o curiosidad?
– Tariq, naturalmente -responde la mujer-. Supongo que le conoces. Resulta que es una celebridad entre las damas. Tariq el masajista, el entrenador fisico, el profesor de natacion, el chulo.
– ?Eso es lo que le conto el embajador?
– No, Ramiro no fue tan claro, ya te lo dije. No pronuncio su nombre, se guardo esa baza para un proximo encuentro. Lo de Tariq lo se por otra fuente.
– ?Otra fuente? -La sonrisa de Matas es burlona-. Te felicito.
Diana no responde. Piensa en Neguezt y en lo mucho que le habria gustado relacionarse mas con la etiope. Mala suerte. Si se acercara a ella solo conseguira perjudicarla. Hay otras formas, aparte de morir en un atentado, de ser victima colateral. Dial no desea contribuir a que Neguezt pague con su empleo el precio de su investigacion. Trabajar para Yumana o para Cora, ?que diferencia puede haber? Que la expulsaran de el pais, ese seria su castigo.
Lo cual le recuerda a su criada filipina. Se tragara su orgullo y le pedira a Ramiro de la Vara que mueva sus influencias para conseguirle un visado. Sera agradable tenerla en Egipto. Una temporada en Luxor. Olvidar Beirut y todo esto.
Suena su movil. La realidad. Fattush.
– ?Has encontrado a Cora? -le pregunta.
– No, pero el embajador ha aparecido muerto en su banera. Ahogado. Estoy en camino hacia la legacion, ?quieres que te recoja?
– Voy por mi cuenta.
Penetran en la embajada por la puerta posterior, la del consulado, ahorrandose el alboroto que reina en la entrada principal y en el jardin. El edificio aparece iluminado como en las noches de fiesta, solo que ahora los focos se le antojan a Diana tan ominosos como los de un campo de prisioneros.
El inspector les esta esperando. Salva se ha empenado en acompanarla, y Fattush ni le saluda. Expedita el paso hacia una oficina contigua a la ventanilla en donde se reciben las peticiones de visados, un pequeno espacio dotado de una insulsa mesa, cuatro sillas desparejas, alineadas en la pared bajo un retrato del rey Juan Carlos I, y varios archivadores arcaicos.
Fattush se dirige a Diana ostensiblemente, desdenando a Matas:
– Lo que voy a decirte solo te concierne a ti.
La mujer se encoge de hombros, impaciente. No es momento para tontas rivalidades masculinas.
– No importa. Sueltalo.
– El forense acaba de examinar el cadaver. No me dejan intervenir. Territorio espanol y todo eso. Se estan entendiendo directamente entre tu cancilleria y mis superiores. Supongo que desean sofocar el escandalo.
– ?Como ha muerto? -interviene Salva.
Sin mirarle, el policia le explica a Diana:
– He podido asomar la cabeza. Un espectaculo. Ahogado en su banera mientras fumaba un narguile cargado con hachis. Un vaso caido, una botella de whisky casi terminada. El bano y el dormitorio, inundados…
De poco le sirvio su coleccion de cruces, rumia Dial, no sin compasion hacia el pobre infeliz cuyo cadaver esta siendo manipulado en el piso de arriba.
– Ese hombre era un peligro diplomatico -sigue Fattush-, estaba fuera de si, todo el mundo lo comenta. Y lo que es peor, los asuntos de la embajada marchaban manga por hombro. En los ultimos dias la situacion se habia deteriorado. Para empeorar las cosas, el consejero esta de vacaciones en Madrid, y el secretario de embajada se encuentra en el sur, visitando la base espanola de la Finul, junto con el agregado militar. Ya les han avisado. -El inspector reflexiona antes de continuar-: Por lo que me han dicho mis fuentes, en la embajada todos temian que De la Vara acabara mal. Le habian perdido el respeto hasta los guardias de la puerta, que en los dias de fiesta se ausentaban cuando les daba la gana. Hoy mismo solo estaban en la entrada principal dos libaneses. Nadie guardaba este otro acceso.
– ?Que dice el forense?
– Ahogamiento. Le resulta dificil establecer la hora de la muerte. El grifo del agua caliente ha manado sin parar. Debido a ello, la temperatura del cuerpo presenta alteraciones… Tiene la piel llagada por las ampollas.
Sentados contra la pared, cabizbajos, parece que tambien ellos esperen el obligado interrogatorio previo a la consecucion de un sello en el pasaporte. Dial piensa que, en efecto, podrian encontrarse en cualquier rincon de cualquier ministerio u organismo oficial de su pais. O de cualquier pais.
Si no fuera por ese viejo loco muerto en su banera.
– ?Va a haber autopsia? -pregunta ella.
– ?Tu que crees? No. Muerte por paro cardiaco, lo mas conveniente. Su hijo mayor, que es director general de no se que institucion oficial, ya esta en camino. Viene en un Hercules desde Madrid, con el consejero. Manana, a mediodia, se le dispensara un breve homenaje postumo en el jardin, y a volar. A volar en feretro sellado.
– ?Quien ha encontrado el cadaver? -inquiere Diana.
– Felicio, el mayordomo, cuando se disponia a apagar las luces de la residencia, al poco de regresar de su dia libre. Vio que del artesonado del salon caian gotas. Subio corriendo y se encontro con los aposentos inundados y el cuerpo en la banera.
– ?A que hora fue eso?
– A ver… Ahora son las doce y cuarto. Hace menos de una hora. Parece que el embajador solia dar libranza a todo el servicio cada dos por tres, y que aprovechaba para traerse prostitutas. Creia que nadie se enteraba, pero era un secreto a voces entre el personal.
Diana Dial le confirma a Fattush esa peculiaridad de Ramiro de la Vara con los criados.
– Les daba fiesta incluso cuando no esperaba a rameras, sino a una incauta como yo. ?Crees que alguna de esas damas de alterne habra sucumbido al impulso de hundirlo en la banera? Yo no lo hubiera dudado, de haber tenido la oportunidad.
– No, con su volumen fisico tendria que haber sido un transexual campeon olimpico de halterofilia. -Fattush sonrie ante su propia ocurrencia.
Diana se levanta y se pone a dar cortos paseos reflexivos alrededor de la mesa, mientras se golpea el estomago para calmar los crujidos que nota por dentro. Otra vez lo que Joy llama el presentimiento.
– No me gusta. Aunque, pensandolo bien, tiene su logica. ?Quien va a matar a un tipo inofensivo como De la Vara?
Observa que Salva la contempla con curiosidad. El no la ha visto nunca en accion, tal vez este impresionado.
– Recuerdo que Georges me conto algo acerca de los GEO de la escolta -continua-. Se quejaron a Madrid. Temian que su propension a meter mano a toda mujer que se le ponia por delante acabara metiendolos en lios.
– ?Insinuas que le ha matado un marido celoso? -inquiere Fattush, francamente divertido-. ?A esa foca? El hecho de que usara furcias significa que, por escandaloso que resultara su comportamiento en publico, es improbable que tuviera exito. Contigo no lo tuvo.
– En efecto -concede Diana-. ?Que dicen los que guardan la puerta?