– Tengo que rogarle que olvide a nuestra amiga. Ha tenido que abandonar sus planes. Ya no trabaja para la senora Asmar joven, sino para la senora Asmar vieja. Acaban de comunicarselo, ni siquiera puede regresar al apartamento para recoger el uniforme.
– ?De quien partio la orden? ?De Yumana?
– La joven viuda la llamo para comunicarle que no la necesitaba y que su suegra tendria la bondad de hacerse cargo de ella. Mi representada tiene mucho miedo a perder su empleo.
– Bueno, en realidad Neguezt no me dijo nada demasiado relevante -le tranquiliza Diana-. Que Cora Asmar fuera infiel o no es algo que, a la luz de mis nuevos descubrimientos, carece de la menor importancia.
– Entonces, mejor. ?Sabe ya quien mato a Iennku y Setota?
– Tengo bien fundadas sospechas -replica-, pero ninguna prueba. Le llamare en cuanto lo solucione.
Antes de cortar, escucha a Nessim pronunciar un fervoroso «Dios lo quiera», en arabe.
«El Senor te los da, el Senor te los quita.» Diana recuerda el comentario de Yumana Asnar al referirse al atentado en el que el pasado lunes perdio la vida su hijo. Dios va de boca en boca, como una mala reputacion.
Matar es facil para quienes creen contar con Dios en su bando. A las victimas solo les queda esperar que ese Dios les conceda, muy de tarde en tarde y con cuentagotas, un poco de justicia.
Son mas de las nueve cuando Salva le envia un mensaje: «Nos vemos directamente en Le Pecheur, a las diez. Reunion inesperada con el director, luego te cuento. Nada de menu fusion.»
Tampoco el restaurante esta muy animado y Diana ocupa una mesa junto a uno de los ventanales. Agitado, el mar rompe en oleaje contra los cristales. En otro momento le habria parecido un estimulante mensaje de la naturaleza, ahora se lo toma como una agresion personal. Pero es la mejor mesa y el maitre no entenderia que la despreciara y prefiriera refugiarse en un rincon. Ademas, Salva llegara pronto.
Salva, con sus chismes academicos, su sentido del humor, que tanto la hizo disfrutar en tiempos que ahora parecen remotos.
Se retrasa. Diana se entretiene hablando con el dueno, aspirando una pipa que el narguilero se ha apresurado a preparar al verla aparecer.
Todo parece igual y nada es lo mismo.
Sin embargo, su angustia se borra cuando ve entrar a Salva en el local. Irradia buen humor, seguridad. Se dobla, sonriente, y coloca un beso en su cuello, sin abrazarla pero presionando con la cabeza, como un crio. Diana siente una oleada de ternura que tambien podria sacudir los ventanales.
– Tengo un hambre de tigre -dice el hombre-. Vamos a escoger.
Se acercan al expositor.
– ?Crees que ese mero esta fresco? Nunca recuerdo si los ojos tienen que estar rojos o blancos.
Piden vino, brindan.
– Me han hecho una oferta para regresar a Espana -informa Salva.
Sorprendida, Diana inquiere:
– ?Vas a ensenar espanol en Espana? ?O arabe? Lo primero resulta improbable y lo segundo, ruinoso. Hoy en dia todo el mundo quiere aprender chino mandarin.
El otro se echa a reir:
– No seria poco apropiado ensenar castellano a mis compatriotas, tal como usan la lengua… Podria empezar por los politicos, seguir por los periodistas… No, no es eso. Se acabo dar clases. La Morada Arabe. La directora actual se va de embajadora a Siria. He sido recomendado por las mas altas instancias de la Fundacion para sustituirla.
– ?Eso si que es un noticion! -Diana hace cabalas rapidamente. Despues de Egipto tiene previsto volver a Barcelona, al menos por una temporada. Hallandose los dos en Espana, podran verse a menudo.
– ?Que te parece?
Al preguntar, Salva cubre la mano izquierda de Diana con su derecha, un gesto que hoy le resulta especialmente reconfortante, aunque advierte algo maquinal en el.
Se miran mutuamente durante unos instantes. Los ojos de Matas no reposan en los suyos. Hay algo detras, algo que se le escapa. ?Emocion ante el cambio de vida? Lo ve retroceder hacia sus pensamientos, al tiempo que rompe en un discurso acerca de la mudanza inminente, la persona que va a sustituirle…
– Ha sido muy rapido -afirma-. Voy a largarme antes que tu.
– ?Y el libro?
La contempla, desconcertado, como si no se acordara.
– Ah, si. El libro -suspira-. Los cristianos de Oriente. Tendra que esperar. Te parecera raro, pero estoy impaciente… Las perspectivas…
Sigue un monologo cuya emocion no remite a las personas que deja, a la ciudad que abandona. Lo que Diana escucha con desolacion creciente es la perorata que puede esperarse de alguien recien elegido para un cargo, de alguien que ya siente desapego hacia el pasado inmediato… ?Es este su amigo? ?Quien fue su amigo?, se asombra la periodista, repentinamente fria como un carambano. ?Como es posible que no le pregunte por sus pesquisas, despues de haber defendido con tanta insistencia la causa de su amiga Cora? Por lo que a Salva respecta, piensa Dial, ella podria haber pasado los ultimos dias adiestrando delfines. ?De que clase de material esta hecho Salvador Matas?
Diana comprende que ya no desea contarle a su amigo -?lo es?- lo que le ha ocurrido, ni su conversacion con la vieja, a la que tanto partido le habrian sacado en otros tiempos, aunque fuera en su vertiente anecdotica.
Salvador Matas ha mantenido siempre sus puertas y ventanas clausuradas, y por eso ella se ha visto obligada a observarlo a hurtadillas, a aventurar, inventar, cavilar… Hasta la consuncion. Asi es como se siente: helada por agostamiento. Ya no le cree. Su brillantez no compensa su falta de chispa humana. Le ha pillado en mentiras estupidas, como la noche en que cenaron en su piso y le dijo que no habia visto a Cora. Le ha sorprendido babeando ante los encantos de Ali, el efebo de Carlos Cancio. Posee la version de Salva segun el embajador, la suya propia… Incompletas; ni siquiera eso: esbozos. Demasiado y demasiado poco.
Podria perdonarselo. Incluso eso, podria perdonarselo. Si no fuera porque el nunca le ha dado nada propio. Esa transaccion minima que los seres humanos debemos consumar para facilitarnos la convivencia, para el carece de sentido. Lo que da no es suyo, no es intimo, no es hondo. Pertenece a su profesion, a su papel en la escena. Es mero mobiliario, coreografia. Da las horas como un reloj, porque eso es lo que se espera de un reloj. Pero no siente el tiempo de los otros.
Si el hombre que tiene delante le preguntara por sus indagaciones -lo que parece improbable, pues sigue enfrascado hilvanando planes-, ya no le contaria la verdad. Ya no cree en el. Y no es solo por celos de Cora o de Ali, no hay nada sexual, por fin -el descubrimiento la abruma- en su desilusion. Comprende, y sabe que este conocimiento la marca para siempre. Lo que tiene sentado ante ella es un organismo humano indefinido, enfundado en una vida de funcionario. El honrado servidor publico que aparenta ser -y que tambien es, concede Diana-, el profesor, alguien a quien le interesa mitigar la ignorancia ajena, estimular el conocimiento… Tal es su fachada, no su verdad. La vocacion, revocada a cal y canto como disfraz. Como tarjeta de presentacion que le sirve para ejecutar sus encantamientos en sociedad.
Una sombra en la vida de los otros, un visitante. Alguien que nunca se entrega. Suple esa carencia prestando atencion, hasta el punto de que resulta casi imposible descubrir la diferencia. Sus analisis detallados, sus pormenorizadas alegorias ocultan a Salvador Matas, alguien que dificilmente muestra compasion.
Recuerda Dial la frase que le escucho hace poco: «Que la gente resulte tan facil de matar no deja de ser un aliciente mas.» Si no pudieran achacarse a su cultivado sentido de la ironia, ?no serian esas las palabras de un sociopata?
La ternura que ha sentido al verle se ha estrellado contra el, contra su rigida corteza, y le ha sido devuelta, transformada en recelo. Como el oleaje de ese mar que estalla en las vidrieras.
Intenta sacudirse de encima el alud de nuevas sensaciones y retoma el asunto que la preocupa:
– ?Sabes algo de Cora? No contesta al telefono. Le he dejado varios mensajes, y nada.
Salvador se encoge de hombros.
– No nos hemos visto mucho ultimamente. Crei que estabais en contacto.
– Fattush la busca para ponerla sobre aviso. Tengo serios motivos para pensar que los Asmar quieren hacerle dano.