seria capaz de maquillarme y llevarme a un programa de tele realidad. ?Boquitas pintadas, pero en coma, faltaria mas!

Manolo, que iba delante de nosotros, se paro en seco, con lo que le atravesamos y tuvimos que darnos la vuelta para enterarnos del motivo de su repentino atoramiento.

Sonreia.

– Has encendido una pequena bombillita en mi cerebro.

No se lo tomen como una metafora. Se hizo la luz en su cabeza y, estremecida, contemple su interior. No hay cerebro que se parezca al suyo. Aterciopelado, fluorescente, repleto de casillas y cajon-citos y compartimentos, pasadizos y esquinas, aldeas enteras de pensamientos y rios turbulentos de poesia, y de hombres y mujeres y paisajes. Rece para que nadie iluminara nunca el mio, no fuera a hacer el ridiculo.

– Mirad lo que pienso -solicito.

Terenci sonrio, divertido, pero yo, a pesar de que contemple con atencion aquella desmesura de reflexiones y proyectos, no distingui atisbos reconocibles.

– Va a ser un placer jugar con el a El beso de la mujer arana. -Terenci se dirigia a Manolo-. Tu haras de mariquita, que a mi me apetece mas ser un rudo marxista. Y a la celda le encasquetaremos unos oropeles.

– ?Manuel Puig! -grite, por fin.

– ?Claro, burra! -Terenci se echo a reir-. El querido, admirado y guapisimo Manolito Puig.

– Ante todo y para que no trabajemos inutilmente, amiga nuestra -Manolo me contemplo con seriedad-, prometenos que, si aceptas regresar a la vida, no pondras ningun impedimento, bien al contrario, que te esforzaras en la tarea, sin amargura y sin mirar atras. Prometelo. No vaya a resultar que despues te arrepientas, te de por suicidarte, metas la pata y no coincidamos jamas por estos pasadizos.

– Yo… Oh… ?Una decision-decision! -nuevamente al borde del sollozo.

– Nada de tonterias sacadas de los cuentos, ahora. -Terenci tambien tenia el ceno fruncido-. Hablamos de vivir. De respirar. De llorar. De sufrir. De amar. De perder. De ganar. De perder, perder, perder… y, sin embargo, hablamos de vencer, porque cualquier segundo que se le arranca a la maldita Parca es un triunfo del humano empeno en existir. Hablamos, pues, reina, de si tienes o no tienes collons para aceptar tu segunda oportunidad, una bendicion que otros hubieramos agradecido.

– Me entra miedo.

– Joder con la nina. Miedo a nosotros, miedo a la vida. A ver si te aclaras. Si te desenchufan nunca mas experimentaras temor ni emocion alguna. Nada. Se acabo.

– Y no olvides -Manolo puso el colofon- que si has disfrutado con nosotros es porque aun estas alla, respirando y, sin darte cuenta, intentando continuar en la tierra. No entiendes lo poco que hemos sentido nosotros, en comparacion contigo, durante este interludio celestial. No es que nos quejemos…

– Tu puede que no -le corto Terenci-, pero yo si. Me quejo de estar muerto.

Note que Manolo preferia no ahondar en el asunto.

– No es por ofenderos, no es por arrogancia, como el que disfruta de dos pasaportes y presume ante un inmigrante sin papeles -me apresure a decirles-. No deseo abandonaros. Lo pasare mal alla abajo. Sin vosotros, ya lo pase muy mal. Por otro lado, me pedis que decida con rapidez sobre algo de lo que depende no solo mi vida, sino mi actitud hacia ella. Porque, si no me equivoco, pretendeis que retorne alla, pero que no lo haga para matar el tiempo.

– No lo podrias haber expuesto con mayor claridad. -Terenci sonrio-. Ni aburrirte, ni vegetar. ?Aventurarte, tonta!

– Necesito… ?Oh! ?Necesito estar sola! ?Puedo abandonaros durante un breve interludio? ?Os ofendo si os pido que os largueis y que asimismo

renuncieis a la lectura de mi mente? Dare un paseo por el Retiro y os aseguro que, cuando termine, sabre lo que quiero hacer.

– ?Estupendo! -Se agarraron del brazo-. ?Volvemos a hablar a duo! Hay que convocar a Manolito Puig. Veremos que nos aconseja para apartar a Paula del diccionario… o del amante argentino. Seguro que se le ocurre algun truco bonaerense.

Y se alejaron.

12

Intervencion providencial

Subi por la avenida, ligeramente en cuesta, que enfilaba desde Alfonso XII. Busque un banco sombreado en el que sentarme a meditar. Habia uno bastante limpio en la rotonda del Angel Caido, cuya estatua, en actitud doliente, presidia esa manana de la tardia primavera. Estaba sola. Supuse que era dia laborable y la hora demasiado temprana para que el publico rondara las cercanas casetas de la Feria del Libro. ?O la falta de projimos obedecia a mi aspiracion al aislamiento, expresada poco antes? Necesito estar sola, habia insistido. Hay que andarse con cuidado al formular deseos, cuando una usa superiores dones.

Recorde mis frecuentes visitas al parque, durante mi pasado madrileno. Aquellos casi veinte anos, del 81 al 98 (del siglo XX) me sacudieron profesional y personalmente, me destartalaron y me rehicieron, llevandose cada marea las algas secas que se enredaban en mis pies y dejando, al retirarse, senderos en la arena que conducian a otra pleamar. Asi fue conformandose -mientras me conformaba- la imagen del futuro apacible, el

maduro reposo ajeno a sobresaltos y deslices, la seca espera consistente en no esperar.

Suspire cual pastorcilla de Lladro, si, pero reencarnada en madura mujer moderna. Siempre me emocionaron los arboles del Retiro, sus amenas variedades y serranos tamanos. No existe en Madrid espectaculo mas hermoso que el de su breve primavera, representado con generosidad en arboles, arriates y floraciones diversas. No desdenemos tampoco el no menos corto otono, cuando el parque ofrece tal derroche de tonalidades cromaticas que…

– ?Si tuvieras que aguantar lo que yo, no te entregarias a cogitaciones tan almibaradas!

Mire en derredor. La rotonda se hallaba desierta.

– Hace calor -siguio la voz, que me parecio varonil-, y ni siquiera es mediodia. Asi, una jornada tras otra. Veras cuando llegue el verano, la semana que viene.

Oh, no. No puede ser que aqui, en esta seleccionada manana que no deberia albergar mas que el trino de los pajaros y mi propio animo bucolico, tambien se me aparezca alguien dispuesto a darme la tabarra. ?No puede ser!

– Si, puede ser -replico la voz.

– ?Otro que lee el pensamiento! -grite-. ?Sal de donde estes!

Cogi del suelo una rama seca y, esgrimiendola a modo de baston fustigador, me dirigi a los arbustos situados detras del banco.

– ?Abandona tu anonimato! -conmine al oculto desconocido-. ?Asoma la cara y explicate!

Volvi al banco y patee el suelo.

Una carcajada sorprendentemente simpatica se alojo a mi lado. El individuo seguia sin materializarse, pero su manifestacion vocal zumbaba a mi derecha. Bien, cosas mas raras habia visto y no visto en los ultimos ?dias? Mi descontrol del horario

era desmoralizador.

– Y tu, ?de que te ries? -rezongue, dirigiendome al vacio contiguo.

– Creo recordar al empezar este relato que le exigiste a Dios algo parecido. Para ser atea y estar medio muerta, conservas tu capacidad de fabula-cion en forma.

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