habria preferido aguantar despierta los aparatos con que los odontologos gustan de practicar sus torturas. Dioses, ?es posible que experimentara Nostalgia de Dentista? ?Seria tal extrano comportamiento sintoma de mi pronta reavivacion? Recuerdo que a aquella cita con Manolo acudi con una parte del rostro completamente insensible y los labios pintados como el Joker de
Sumida en mis recuerdos y en el deleite de las lentejas, mi plato preferido, no preste atencion a las voces que brotaron a mi alrededor o, mejor dicho, alrededor de las cabezas de mis amigos, en un zumbido rapido y alborotado. Cuando interrumpi la ingesta para dedicarles mi atencion ya era tarde, quien fuera se habia ido.
Manolo y Terenci lucian mas cal en los rostros que un pueblo andaluz del interior a la hora de la siesta. Los perros tambien se mostraban lividos, pero con pelos, lo cual no daba como resultado que parecieran perros blancos, sino, sencillamente, perros alicaidos y espirituales, en el sentido mas pavoroso del termino.
Una corriente fria se interpuso entre yo y los demas. Recuerdo que fue la primera vez que pense en ellos como en
Deje caer la cuchara.
– ?Que os pasa? ?Por que estais tan palidos? -Me alarme.
No respondieron ni ladraron. Y entonces les hice la pregunta que mas temia:
– ?Que me ocurre?
Manolo no contesto. Terenci intento sonreir.
– Reina, ya estas mas alla abajo que aqui arriba.
– ?Voy a recobrar el conocimiento?
– Tardaras unas horas.
– ?Por que, de repente, me pareceis tan… tan…?
– ?Tan muertos?
– ?Oh, no lo puedo soportar! No quiero alejarme de vosotros -llore-. Por favor, escuchadme. Miradme. ?Todavia disfruto de poderes!
Lo dije extendiendo los brazos, mostrandoles el paisaje.
– ?Hostia! ?Que bello paseo es este? -pregunto Terenci.
Respondio Manolo:
– Nos movemos por el Madrid de los primeros anos sesenta y este es uno de los bulevares que por entonces aun existian.
Sonrei:
– Aterrizabas en Madrid y, ya en el aeropuerto, el aire olia a jara, que contaba Gil de Biedma. ?Lo veis? No todo va a ser tiempo real. ?Puedo convocar el pasado, como hice con el Barrio! ?Vivir de nuevo? ?Ningun interes! Siento algo por dentro, teneis razon, como si se me removieran necesidades fisicas, pero…
Manolo levanto el brazo, como si se aprestara a detener el trafico, y suspendio mi parrafada:
– Hablemos de Paula. Si hace unos segundos nos has descubierto blanquecinos, asociando dicha palidez, para tu sorpresa, con el hecho de que espectros somos, significa que regresa lentamente tu conciencia, como predijo el buen doctor Andreu, y nuestras formas, que asumias con demasiada naturalidad, tienden a horrorizarte. Lo cual, ejem, nos parece de lo mas pertinente.
– ?No quiero tener miedo de vosotros! -manotee en la fresca brisa de los bulevares madrilenos perdidos-. ?No quiero volver a vivir!
– Pero nosotros, si, cuca. -Terenci me revolvio el pelo-. Nuestro carino es tan grande y, si me lo permites, sobrenatural, que te preferimos viva. Eso es lo que uno aprende con la edad, a amar por encima de uno mismo. A ti no te ofrecio el Tiempo el goce de ese sentimiento conmovedor. Regresa para que, cuando llegue, te encuentre en tu sitio.
Ahora hablo Manolo:
– No hablamos por hablar. Hay noticias frescas. Nos las han proporcionado dos difuntos de Madrid, que fueron quiosqueros en La Latina y a quienes prendaste como articulista a la par que como cotidiana dienta. Les teniamos sobre aviso y, en cuanto han pescado algo, han corrido a contarnoslo. Han localizado a Paula, la han seguido. Y tiene novio.
– ?Novio-novio? -me interese-. ?O apano ocasional?
– Da lo mismo. -Bueno, ella liga muchisimo y le encanta fo-
llar, lo cual hace cumplidamente y no me digais que no es raro, tratandose de alguien joven y de hoy, con las facilidades que se dan para bajarse de la red polvos ciberneticos que no exigen compromiso. Su cuerpo es suyo. Lo mas que podemos hacer es envidiarla.
No respondieron.
– Oh, cielos. -Me altere-. ?Hablamos de un canalla que va a perjudicar a mi nina? Imposible, ella siempre ha sido muy lista para sacarselos de encima, aun a costa de sufrir por el negativo desenlace.
Siguieron callados.
– ?Tan grave es? -Me excite-. ?No podemos hacer algo?
– Se trata de un argentino -informo Manolo.
– Dotado de un enorme miembro -complemento Terenci.
– Mejor para los dos -musite, recordando mis propias incursiones pamperas, decadas atras.
– Y la llama
– Si, ellos suelen. A mi tambien me lo decian. ?Y que?
– Que
Tarde varios segundos en comprender las consecuencias que para mi podia acarrear aquella revelacion.
11
– Paula no es ninguna tarada -asegure-. Ya sabe lo que significa
– Los enamorados, o los enconados -replico Terenci-, porque en los primeros dias no hay quien distinga entre ambas pulsiones, siempre quieren saber mas.
Manolo se empujo las gafas invisibles.
– Examinara tus diccionarios. No se conformara con la escueta descripcion de la Real Academia, que se limita a indicar que, en Argentina, es una forma vulgar de llamar a una mujer. Correra a abrir el Maria Moliner, que afina un poco mas y precisa que suele usarse de manera informal y, a veces, despreciativa, en Argentina y tambien en Uruguay…
– No te enrolles, los va a mirar uno tras otro, la tia… -Terenci se enojaba por momentos-. Tambien Internet, pero no como unica opcion. Si es una gran lectora, entregada a la elevada causa de la imprenta, Google sera lo ultimo que consultara. La veo, la veo. Se acercara a dona Maria, metera el dedito en la puta M. M de mierda, M de muerte…
Y se dara de morros con el testamento que, en mala hora, nuestra amiga firmo ?para ser fiel a sus principios!
– ?Cono, y porque no rae apetece que me vistan y me peinen desconocidos, como a la pobre Eva Peron, que al menos estaba muerta por completo cuando se la trajinaban detras de la pantalla de aquel cine! Algun pariente