Mas… mas… pero… sin embargo…
?No! ?Mas! ?Es un mas con acento, un mas como el universo entero, lo que sale de mi en este instante! Un momento. ?De mi? ?Sale de mi esta inesperada urgencia de algo que no se nombrar? ?Hablo con mi voz o lo hacen por mi ese par de druidas espaciales, empecinados en salvarme? ?Salvarme del comatoso lecho o salvarme de mi? No puedo verles pero les siento proximos, atentos a mi deshilachado monologo.
?Mas?
En el supuesto de que despiertes Alla Abajo, de que este paseo por la Eternidad sea una «estancia entre nosotros» -asi la habian llamado cuando hablaban a duo y telepaticamente-, en lo que se refiere a Tener no puedes pedir mas. Seguridad economica, un piso, un perro, ingenios electronicos y cibernauticos, abalorios ornamentales… Un nombre reconocido, lectores, la suerte de expresarte, de escribir. Cuando lo haces sobre tus cobardias o ansiedades, duele (tocas nervio y eso rechina), pero luego publicas, sales de gira y te lo pasas bien, te tratan como a una rica heredera y el bano de ego te deja lo bastante atontada como para continuar escribiendo sin preguntarte que o quien te queda. Eso, si la fortuna no se empena en que detengas el paseo promocional para asistir a las honras funebres de algun ser querido.
Posees cuanto has enumerado, lo poseias. O te poseia. Tienes o te tiene. ?Que significa esta superlativa exigencia de Mas y Mas?
?Mas garantias de permanecer en la Eternidad junto a mis amigos? No es por ahi… ?Mas vida terrena como la que se ha interrumpido? No, eso seria desquiciado. ?Mas amor, mas compromiso, mas sufrimiento? Ah, no, olvidadme. No envejecere escuchando rancheras.
Empiezas por enumerar tus posesiones y mas pronto que tarde te asaltan tus carencias.
Mas… Mas… Mas…
Entonces aparecio el espejo. Pero yo, que no soy Faulkner usando los monologos, tampoco me parezco a la madrastra de Blancanieves cuando me ponen un espejo por delante. Y se que existen preguntas que no hemos de pronunciar e ilusiones que han de permanecer bajo tierra.
Me acerque. Era un espejo grande como la boca de un tunel, rodeado por una moldura barroca cubierta de pan de oro y nimbada por querubes. Respondia a las exigencias de Terenci, atento a que la intimidad suprema de mi desgarro adoptara un marco solo comparable a los almacenados en liceis-ticos arcanos.
Observe a la mujer que me observaba y supe que entre las dos ibamos a parir una palabra decisiva.
Las letras se deslizaron como riachuelos por el interior de mi cabeza, hasta cuajar en mi aparato reproductor de sonidos, gotas de mercurio que se
alargaban y encogian para tallar el verbo en modo subjuntivo. El verbo se apretaba contra la barrera de lengua, dientes y labios cerrados que le impedia respirar. Senti que cada fonema, ahora firmemente agarrados el uno al otro, como si temieran la dispersion, pugnaba por salir y por existir mas alla de mi, como parte de una palabra que, al ser pronunciada, se convertiria en locomotora de la amplia accion que anticipaba. Daban tantas patadas, las letras del verbo al que yo me debia, que no tuve otro remedio que abrir su prision.
– ?Aventurarme! -grite. Y repeti-: Aventurarme.
La palabra se dibujo en la superficie del espejo, como si alguien la hubiera trazado con el dedo sobre un velo de vapor. Cuando este disminuyo, Manolo y Terenci me flanqueaban en el azogue. La palabra, escrita en diagonal, me cubria el rostro casi por completo.
– ?Lo ves, burra? -dijo Terenci-. ?Has de regresar! ?Te queda mucho por hacer!
– No necesariamente -respondi, tozuda-. No es contradictorio. Preciso aventurarme, lo acepto. ?En donde mejor que aqui? Alfombras magicas. Amigos de ayer, de hoy y de siempre. Volver a ser ninos, adolescentes, jovenes, pero sin verme sometida a terrenas pasiones. Tu mismo lo anunciaste, vestido de Sabu: «?Diversion y aventuras, por fin!». Eso si que seria un sueno.
– Hablando de suenos. Valorando las condiciones objetivas -intervino Manolo, con frialdad-
nos queda muy poco tiempo para que concluyas el tuyo y ocupes de nuevo tu cuerpo.
– No digas eso, por favor, y no lo digas asi, como si no te importara. Me duele, no quiero dejaros. ?Que sera de mi? Me quedo con vosotros, esta es la mejor aventura que puedo desear.
– Cuca, no se lo tomes en consideracion, ya sabes que este, cuando se emociona, se pone adusto -le disculpo el otro-. Es su forma de defenderse. Pero su bondad es mas profunda que la nuestra.
– Cierto -dije-. Posee un temperamento solidario y justiciero.
– Dejaos de gilipolleces -corto el aludido-. He estado conversando con una senora que vivia en tu barrio mas reciente, y que ha irrumpido en Este Mundo con una informacion de primera. Dice que, mientras la trajinaban en el furgon, vio salir de tu portal a una chica de unos veintitantos, alta y atractiva, que llevaba una bolsa cargada con tus diccionarios.
– ?Desde el coche funebre vio eso? -me sorprendi.
– Algunas comadres -observo Terenci- mantienen al morir las mismas dotes de fisgonas que las adornaron anteriormente e hicieron de ellas temibles portadoras de rayos X en las pupilas.
– Dinos -me urgio Manolo-, dinos sin dilacion si hay alguien en tu entorno mas inmediato lo bastante leido como para buscar palabras en los diccionarios.
Retrocedi, ofendida.
– Muchos leen en mi familia. Entre el circulo de mis colaboradoras y amistades, la lectura es un elemento de primer orden, y un libro puede cambiar una vida, como bien sabeis, aparte de que leer es conocer y conocer es amar.
– Reina, deja el refranero editorial y canta -me insto Terenci-, que como no te podamos salvar nos vamos a quedar el colega y yo mas amargados por la Eternidad que las hijas de Bernarda Alba.
– ?Esa chica solo se llevo diccionarios?
– Si. Si. Hizo una corta visita a tu piso, despues de pasar unas horas contigo en el hospital Clinico y de hablar con los medicos. Mantuvo una conversacion con la portera, que tambien escucho la vecina, y le prometio que cuidaria de tus palabras hasta que te pusieras buena.
– ?Mis palabras?
– Nuestras palabras -aclaro Manolo-. ?No lo entiendes? Las palabras que usamos los escritores y que los diccionarios guardan para nosotros. Es un detalle emocionante.
– ?Paula! ?Es Paula! -Me eche a reir-. ?Le encantan los diccionarios! Eso es quererme, llevarse mis palabras para protegerlas.
– Y te quiere tanto que hara que te desconecten en cuanto de con tu testamento -acoto, pensativo, Terenci-. ?Como es ella?
– Cientifica. Va a ser investigadora, aunque esta en la fase de entregarse a la medicina publica en esa camara de tortura para medicos internos re-
sidentes que puede resultar Urgencias. Talento, sensibilidad, alegria de vivir, compromiso… Se va por las selvas a montar dispensarios, lo cual no le impide salir de marcha cuando se lo pide el cuerpo, es culta… Cuando era nina solia llevarla a la libreria Antonio Machado. Se metia en la seccion infantil y salia con carretadas de libros. Hasta que un dia se dirigio a una estanteria y eligio las obras de Shakespeare. No habia cumplido los trece anos.
– Eso que nos cuentas es muy inquietante -comento Terenci.
– Hummm. Hummm -Manolo, laconico.
Tenian razon.
– Si descubre mi ultima voluntad se empenara en ejecutarla -resumi-. Porque es cientifica y por respeto a mi. Convencera a mi familia, hablara con los medicos, pondra abogados de por medio… Intentara evitar que pierda la dignidad, que delicia de nina.
– Calla, tonta. -Terenci me sacudio por los hombros-. Ignoras que nosotros hemos recibido un soplo, de muy buena fuente. Alla Abajo, los medicos conciben serias esperanzas sobre tu despertar. No sufriras secuelas, ni psiquicas ni fisicas.
– ?Y quien os lo ha dicho?