– ?Dormiste bien? -Elena le acomoda el flequillo con sus dedos a modo de peineta y le despeja la frente ganada por el acne. ?Como quisiera cubrirlo con sus besos y dejar que vuelva a dormirse como cuando era nino, hace tan poco! Pero el no le contesta; tampoco la mira. Le pide el pantalon vaquero y se enfurece cuando no encuentra las medias del dia anterior que descansan, por supuesto, en el fondo de la cama.

– ?Te hago el desayuno? Jugo, cafe con leche, y hay unos bizcochitos que…

– No se, vieja, lo que sea. Tengo prueba de Historia y no se un carajo.

– No hables asi.

– ?Ah! No jodas, mama. ?Como voy a hablar? ?El bano esta libre? -se levanta descalzo y la deja sentada en el borde de su cama, preguntandose por que la trata asi.

Elena retira las sabanas, encuentra las medias y sonrie. Debajo de la cama descubre un mundo adolescente: dos pares de zapatillas, mas medias sucias y, entreverado con todo eso, asomando entre las paginas de una revista que ella recoge sin mirar, un preservativo dentro de su envase le atrae la mirada sin que pueda creer lo que ve. No lo toca; esto no es de su bebe; se lo han puesto esos amigotes que tiene. Intenta colocarlo entre las mujeres desnudas que se burlan desde las paginas satinadas que ahora no evita mirar y que le traen recuerdos de otros tiempos cuando si las miraba con fruicion. Estas, sin embargo, le parecen mas asquerosas, demasiado explicitas. '?Que porqueria!', dice, pero sigue pasando las paginas y presta especial atencion a los pechos enormes, desbordantes, exagerados. 'Son de mentira', piensa. Luis vuelve acomodandose los pantalones y la sorprende en cuclillas, con la revista que intenta esconder en un movimiento tan rapido como inutil.

– ?Dame eso! Ya te dije que no revuelvas mis cosas.

– Si yo no entro al cuarto, vas a ahogarte en tu propia mugre. Otilia hace meses que no pisa este chiquero. Tiene razon. Ademas, quiero que todas estas porquerias salgan de la casa, ?me entendiste? ?No te da verguenza? ?Quien te dio esto?

– ?Tzzzz! No hinches. Tanto lio por un forro, ?que es preferible? ?Que me agarre cualquier peste?

Elena siente que no puede manejar la situacion. Como necesitaria que Daniel estuviera ahi en ese momento para dejarlos solos y que hablaran de todas las cosas que ella tambien podria decirle pero que no se anima. Sabe que Luis le ha ganado la pulseada y se averguenza de su inmadurez por no poder aprovechar la oportunidad para tener una buena charla con su hijo.

– Mira, al menos, por respeto a mi, no quiero volver a ver esto, ?esta claro? Y hoy te acomodas el cuarto solito. Si estas crecido para ciertas cosas, bien podras hacer tu cama. ?Ah!, ?donde estuviste ayer? No cuesta nada llamarme por telefono, sobre todo sabiendo que no puedo pegar un ojo hasta que no estas de vuelta. Nene, ?me estas escuchando? -el nene no contesta; ni siquiera la ha oido. En cuanto sospecho que se le venia con un sermon, se calzo los auriculares y se evadio completamente. Ella sigue reprochando y suplicando sin caer en la cuenta de que el anda en las nubes, elevado por alguna melodia pesada de las que apenas soportan los timpanos. Mientras habla, va juntando ropa que ha quedado colgada en la silla y antes de salir con una pila que le tapa la cara, asoma la cabeza entre las camisas y le suelta un 'hoy tengo medico' que el, por supuesto, no oye, y que si oye, tampoco logra interesarlo.

* * *

Elena va al bano a dejar la ropa sucia en el canasto de mimbre. Tira de la cisterna, sin cuestionarse siquiera la necesidad de ello, segura de que Luis ha olvidado hacerlo. Al salir, choca con Ana, todavia en camison.

– Buen dia. El bano esta libre. ?Vas a desayunar?

– No te preocupes, tomo un cafe y salgo.

– No se puede andar todo el dia con aguita en la panza. Te va a hacer mal. ?Te preparo cafe con leche?

– No, mama, ya sabes que estoy a dieta. No se para que insistis, con el sacrificio que estoy haciendo. ?Queres que me vuelva una vaca? ?Eso queres?

– Ana, lo que quiero es que estes bien.

– Y, bueno, entonces dejame en paz. Despues como algo por ahi y listo.

– Terminas comiendo porquerias. Te preparo algo, unas galletitas con jamon no engordan, ademas, estas linda asi.

– ?Linda? Ay, por favor, no me hagas reir, mira los rollos que tengo, y estas piernotas. Lo que pasa es que no me entendes porque sos flaca y cualquier ropa te va bien. Lo unico que quisiera engordar son estas lolas de mierda que tengo; de aca salgo mas a papa que a vos.

Elena sonrie por la broma, pero de inmediato recuerda la cita de la tarde que ha tratado en vano de alejar del pensamiento.

– Todavia te falta crecer, yo con diecisiete anos tenia menos. Ademas, no creas que sirven de mucho, a mas de una le han complicado la vida. Acordate de la mujer del quiosco, pobre, se murio en un par de meses. ?Que te parece?

– Me parece que exageras. A cualquier mujer le encanta tener unas buenas tetas. Vos porque no las sabes lucir con esas ropas que usas que parecen robadas de un convento. Mira, te digo, si no me crecen, me opero.

– No digas disparates. ?Operarte por eso! Deja las operaciones para los que realmente las necesitan… Hablando de operaciones, hoy tengo medico.

– Aja.

– Si, me llamo la recepcionista porque el doctor quiere verme; no se si sera por el Pap o por el otro.

– ?Cual?

– El otro estudio que me hice, ?te acordas?

– Ni idea.

– La mamografia; no se, no se para que querra verme.

– Seguro que no es nada. No le des bolilla, debe ser para vertelas de nuevo -sin mirarla, se mete en el bano y cierra la puerta y Elena se queda con muchas palabras amontonadas en la garganta que hubiera querido decir, y muchas mas ausentes en el alma que hubiera querido escuchar, pero unas y otras lastiman. Respira hondo y marcha hacia la cocina, donde esta Esdrujulo, que no habla, pero al menos escucha.

Cuando nina, la cocina era el lugar preferido de la casa; ahi estaba mas cerca de su madre. Piensa en ella, ahora que hace tanto que no la ve, y, la primera imagen es la de una mujer de espaldas, con el vientre apoyado contra la mesada de marmol, sacudiendose levemente, como si tiritara de a ratos. Elena no puede distinguir si esta mujer esta cortando algo sobre la tabla, o si llora, o, tal vez, ambas cosas.

'Es curioso', piensa, 'hace mucho que no cenamos los cuatro juntos'. Cada uno come lo suyo a su hora; por eso han optado por la comida congelada que calientan en el microondas cuando quieren y pueden. Elena le ha perdido el gusto a la cocina, por la indiferencia de los otros frente al trabajo ingrato de elaborar y limpiar y luego ver como desaparece el producto de horas de labor sin un 'gracias' ni un 'que bueno'. En la heladera hay, sostenida por un iman, una pequena libreta donde cada uno anota lo que quiere para la semana; y los martes ella va al supermercado para comprar las bandejitas elegidas y muy pocos ingredientes mas. Cada dia le traen la leche y el pan que casi siempre queda olvidado en el horno y luego va a la basura. Sabe que asi gasta mas, pero no cree que valga la pena el sacrificio de cocinar para nadie. Hasta Esdrujulo vive de unas pelotitas resecas que le han impuesto sin cuestionar su gusto, y que come a sabiendas de que la opcion es pasar hambre.

Se calza los guantes de goma y enciende la radio pequena que hace anos esta fosilizada en el mismo punto del dial. Mientras va ordenando cada cosa en su sitio y vuelve a pasar una esponja humeda sobre la mesada, piensa que la casa esta cada vez mas limpia, como si la habitaran menos. Cuando Ana y Luis eran pequenos, siempre habia dedos en las paredes y manchas de tinta en lugares inverosimiles; pero ahora que todos son casi visita en la casa, apenas dejan huella. 'Sera que se estan yendo', piensa y no puede impedir que le venga a la memoria un tiempo mas ruidoso y vital en el que ella andaba como loca con termometros y antibioticos corriendo de cuarto en cuarto.

Acaba de recordar la primera caida de Ana. Tenia cuatro meses y ella le estaba cambiando los panales sobre la cama grande que era demasiado baja y le dejaba la columna dolorida. Daniel miraba en la tele Charada, una pelicula que ella habia visto tiempo antes y que hubiera deseado volver a disfrutar junto a el pero, los deberes de madre, a veces, tomaban mas tiempo que la tanda comercial. Mientras terminaba de arropar a Ana, vio aquel Bateau Mouche deslizarse como un cisne por el Sena, iluminada su cubierta por pequenos farolitos, y a Cary Grant

Вы читаете La rosa de Jerico
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату