enamorando suavemente a la divina Audrey, y toda la escena fluia con tanta magia como la magica noche del magico Paris.

Cuando Elena oyo el llanto, ya era tarde; Ana estaba sobre el piso de granito chillando como un marrano herido. Al diablo la charada, el Grant y la Hepburn, y maldita ella que, por su imbecil romanticismo, habia dejado caer a su hija. La envolvio en una manta y alla volaron los tres a la puerta de emergencias. Durante el trayecto eterno, Elena, sentada en el asiento trasero, soplaba sobre la carita asustada de Ana y le pedia que no se durmiera, mientras le soltaba unos lagrimones llenos de culpa. Al llegar, apenas espero que el coche se detuviera. Se lanzo con su hija en brazos y entro gritando a la sala donde una mujer de blanco la detuvo en seco y le pidio el ultimo recibo. '?Por favor, se cayo!' La mujer abrio la manta y no hizo el menor gesto. '?Trajo carne de socio, documento?' 'No tengo nada, sali como loca. ?Por favor, que la vea un medico!' La mujer le hizo un ademan casi imperceptible para que la siguiera y la condujo a traves de un largo corredor hasta una salita con una camilla y dos cuadros con motivos infantiles. 'Espere aqui. Ya viene la doctora.' Los segundos siguientes parecieron horas. Las fantasias de Elena iban leudando y todas ellas eran historias negras que culminaban con 'eso' en lo que no queria ni pensar pero que tampoco podia apartar de la mente. 'Y todo por mi culpa. No tengo perdon.'

Mientras esto sucedia, Ana apenas resistia el sueno y Elena se desesperaba intentando abrirle los ojos hasta que el cansancio pudo mas. Entonces, no aguanto, salio de la habitacion con Ana en brazos y comenzo a deambular por el corredor llorando a gritos que su hija se le moria. La doctora le corto el paso, le pidio que se calmara y volvieron a la habitacion. 'La cama, ?es muy alta? ?Es piso duro? ?Vomito?' Elena le iba contestando como podia, ahogando el llanto con monosilabos, convirtiendose ella en otra nina tan desamparada, tan inutil. Cuando la revision termino, Ana se habia despertado con el zarandeo. 'Vamos a dejarla unas horas en observacion, pero impresiona bien. No parece tener lesiones.' Con esto salio, y al cabo de unos instantes, entro la enfermera. Traia una bata blanca colgando de uno de los brazos. 'Ya mande a su esposo a buscar el recibo. Tome, pongase esto.' Al principio, Elena creyo que era para Ana, pero entonces vio la expresion burlona pintada en la cara de la otra y cayo en la cuenta de que, en el apuro, habia olvidado ponerse los pantalones: llevaba un saco de punto, las pantuflas bigotudas y una camisa fina que le tapaba apenas la ropa interior.

Elena sonrie con ternura al evocar mientras una cancion venida del mas alla comienza a sonar y se va expandiendo por la cocina como antes lo hacia el perfume de la albahaca: 'Start spreading the news, I’m leaving today, I want to be apart of it, New York, New York… if I can make it there, I can make it anywhere…'. La voz es envolvente, la melodia bella y ambas tienen la virtud de fundirse en un sonido balsamico, un lugar perfecto donde fermentar las penas. A Elena se le escapa la lagrima que ha venido aguantando desde el desayuno. Por fin se siente acompanada; al menos habra personas que, como ella, estaran emocionandose en ese instante al escuchar la cancion.

Luis entra en la cocina, parece un animal hambriento; de hecho, es comida lo que busca. Levanta repasadores, abre la heladera y luego el horno con una ansiedad de drogadicto.

– ?Y los bizcochos?

– En la panera. ?Te gusta Sinatra?

– ?Quien?

– Frank Sinatra.

Luis levanta los hombros, hace un gesto de no entender y se mete un pan con grasa entero en la boca que apenas puede cerrar mientras intenta masticar la presa demasiado grande. Nota que su madre lo mira con cara de no querer creer y, sin dejar de rumiar el bizcocho que ahora le asoma entre los dientes como una masa inmunda, le dice: '?Y yo que corno se quien es ese?'.

Elena le da la espalda para no sentir asco de su hijo; sin mirarlo, le murmura: 'Es… el rey de Italia'.

Queridos hijos:

?Por que los siento tan lejos? ?Me habre vuelto extranjera en su tierra? Yo crei poder hacer mi vida de nuevo aprendiendo a recorrerme reflejada en sus espejos. ?Por que nos hemos perdido? ?En que segundo fatal se corto el cordon que nos ligaba con lazos que yo pensaba mas fuertes que la vida misma? Recuerdo mis dias de hija y me veo tan sola, tan triste, inventando mundos luminosos hacia donde escapar y planeando vidas con revanchas y suenos cumplidos. ?Que fue de todo eso? ?Donde estan mis proyectos, mis ilusiones? Ojala los amara menos; entonces, simplemente me alejaria y los dejaria ser, pero no puedo.

* * *

Ana: Mi historia es antes y despues de ti; asi es aunque te pese. No culpo a nadie de mis tristezas, son mias y de ellas me hago cargo; menos te culpo a ti por ser mi mayor alegria. Todo eso significaste y por eso mi dolor hoy, porque debo aceptar que me equivoque contigo. Sucede, hija, que cometi el inmenso error de querer rehacer mis dias en los tuyos. ?Podras perdonarme? Te exigi que cumplieras el rol que yo habia estado creando durante los ultimos veinte anos. Construi una coraza donde nada me lastimaba y ahi te fui modelando, para que fueras la princesa del cuento, tan distinta a mi. Cuando supe que te esperaba, comence a imaginar una vida perfecta y no pense que pudieras querer elegir porque yo ya te habia preparado el mejor mundo. En eso se fue mi maternidad, en las mejores intenciones; pero, recien ahora veo que, queriendo alejar los fantasmas de mis frustraciones, no hice mas que repetir la historia. Te di lo que yo queria y no lo que necesitabas.

Cuando pequenita, solias amarme por sobre todos y yo me ufanaba de aquella dependencia espiritual que me aseguraba tu carino, creia yo, para siempre. Bastaba que me vieras algo decepcionada para que te deshicieras en besos y cumplidos. Ahora veo que te esforzabas para satisfacerme y me aterra pensar que fingias un estado de perpetuo bienestar solo por miedo a perderme. ?Que mareada estaba buscando mi propia felicidad para sacrificar la tuya! Entiendo por que cuando fuiste creciendo, tu amor abnegado, que no era mas que terror a quedarte sin mi, fue transformandose en algo parecido al resentimiento y comenzaste a alejarte hacia un lugar donde pudieras ser tu. Asi fue como, buscandome en tu vida, te perdi. Llegue a creer que hasta tu felicidad era responsabilidad exclusivamente mia, como si estuviera inventandote segun el antojo de mis frustraciones. Te arrastre conmigo en una locura obsesiva y, en mi necia determinacion por evitarte cualquier sufrimiento, te ahogue.

La adolescencia te envolvio tan pronto que me descubrio sin madurar. Recien habia empezado a habituarme a ti, estaba intentando descifrar tus rebeldias, entender tus rapidos cambios de humor y, sobre todo, eludir tus ataques cada vez mas frecuentes. Crei que cuando te llegara la edad de las dudas vendrias naturalmente a mi. Una vez mas, me equivoque. Aquel afecto disfrazado en tus intentos por complacerme se habia transformado en un rechazo doloroso para las dos. Ahi te perdi. Ya no supe de que iba tu vida ni tus emociones, me plante cobardemente frente a tu puerta cerrada y no pude buscar otra entrada. Ahora, somos dos mujeres tristes que no saben comunicarse. ? Te diste cuenta de que ya no tenemos de que hablar, que evitamos quedarnos a solas y que, cuando se nos impone esa incomoda intimidad, apenas rozamos temas poco importantes y, aun asi terminamos lastimandonos?

Ana querida, no se si me daras la oportunidad que yo no di a mi madre pero, si quisieras volver al principio de nuestra historia, aqui me encontraras dispuesta. Hasta entonces, quiero que sepas que no me alcanzara la vida para amarte y que, aun en el error imperdonable, lo que siempre he deseado es verte feliz. Te adoro y te espero.

* * *

Luis, loquito mio: Apenas puedo imaginarte leyendo esta carta que intentare hacerte breve para que no cedas a tu primer impulso de mandarme a pasear y la arrojes a la basura. Creo que no encontrare fuerzas para volver a entrar en tu cuarto. Quisiera saber si tu alma esta tan desordenada como tu dormitorio; eso si me preocupa, pero con respecto a tu desprolijidad exterior, me rindo. Ya desde pequenito eras imposible en este asunto de encasillar las cosas.

Cuantos encontronazos y cuantos desencuentros, Luis y, sin embargo, nunca he logrado ser severa contigo. No puedo ocultarlo, sos mi debilidad, mi adorado tormento. Hago un esfuerzo por recordar un ano, tan solo uno en el que no hayamos sido citados por alguno de los maestros; y vienen a mi memoria las travesuras mas fabulosas, que ahora me provocan una sonrisa pero que en su momento fueron la causa de un sostenido dolor de cabeza. Y, sin embargo, todo lo hacias con tanta gracia, con tal encanto que era dificilisimo reprenderte y mantener el enojo. ?Zalamero!

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