hiciera la tarde mas llevadera.

– ?Y tu libro, bien?

Lubak cambio de dial con una agilidad que a nadie sorprendio.

– Bien, che, bien. Ahora estoy negociando una distribucion en el interior.

– En quioscos del interior -corrigio Moura.

Lubak lo miro como para comerselo y ensarto otra aceituna.

– Por ahora en quioscos, pero barbaro, anda barbaro. El otro dia una clienta me dijo que se lo habia regalado a una prima que andaba mal y que, al final, lo termino leyendo el esposo, y que le habia hecho mucho bien. Muy fuerte, che. Cuando pasan estas cosas uno se da cuenta de la responsabilidad que tiene. Es dificil de explicar, pero cuando escribo pienso que quizas esa palabra sea la mas importante para alguien. No te digo que le vayas a cambiar la vida, pero…

– Y, ademas -corto Moura con evidente sarcasmo-, ya ha firmado varios autografos. Contales, Lubak, contales.

– Bueno, tampoco tantos…

– ?Como que no? Al portero del edificio, a la chica de la panaderia, una cosa loca. ?Y la entrevista! ?Les dijiste de la entrevista?

– Las entrevistas, querras decir.

– ?Ah! Yo vi una, nada mas. Pero en la tele, anda llevando -se divertia Moura con una vitalidad renovada. Si yo le digo que tenga cuidado cuando se tire una canita al aire porque ya es un tipo publico.

– Dejate de joder, Moura.

– “Ni sentado en su hogar puede el hombre escapar a su destino”. Esquilo.

– “Destiny is not a matter of chance; it is a matter of choice” -contrapunteo Lubak en su pesimo Ingles que, de todos modos, nadie entendio.

– ??El que?!

– William Jennings Bryan. ?Lo tenes?

Lo que Moura tenia eran las orejas coloradas. Parecia un toro a punto de embestir. Dijo que iba al bano y, al pasar, le pidio a Ramiro que sirviera otra picada. Que pagaba el.

– Y vos -pregunto Lubak a Victor-, ?para cuando esa publicacion? Mira que el quiosco es todo tuyo, ya sabes, ?no?

Victor explico que se habia presentado a varios concursos y que estaba esperando el resultado. Se notaba incomodo porque era evidente que los otros sostenian una peleita que poco tenia que ver con la literatura, y no le gustaba que su trabajo sirviera de sparring para que se lanzaran los punetazos sin lastimarse. De pronto, recordo que estaba anocheciendo y que Tadeo habia anunciado que se suicidaria.

– No hablaste ni una palabra, Tadeo. Ya me estas preocupando. ?Te sentis bien?

– ?Que hora es? -pregunto el otro, como podia haber preguntado “?hace frio?” o “?fueron al estadio el domingo?”.

– Ocho menos cuarto -Moura venia secandose las manos.

– Me voy -insistio Tadeo, y se puso de pie.

Victor lo imito.

– Te acompano.

– Quedate. Vuelvo a casa.

– Vos estas mal, no te vayas solo.

Tadeo los miro a los ojos, uno por uno, y lo que vio en ellos no fue precisamente una celebracion.

– Muchachos, ha sido un gusto -dijo con una media sonrisa que intento opacar cualquier dramatismo.

– ?Que vas a hacer?

– Ya te dije, Victor.

– No sigas con eso. Haceme el favor de sentarte y despues te acompano hasta tu casa.

Tadeo nego con un gesto, pago lo suyo y salio hacia la nochecita fresca mientras ellos se perdian en alguna elucubracion erudita acerca del derecho a quitarse la vida. Asi estuvieron algunos minutos antes de que una mosca peregrina les recordara la insoportable levedad del ser y Milan Kundera entrara triunfal al boliche para ocupar la silla vacia y, quiza, medir su mano en la silueta verde de la otra mano que ya nadie recordaba.

La primavera tiene esas veleidades de mujer coqueta. Parece que trae la felicidad servida en bandeja, como si solo con reverdecer los parques y entibiar el aire uno estuviera obligado a sentir que todo vuelve a empezar, incluso lo que parecia muerto. Los arboles, por ejemplo; a Tadeo siempre le fascinaron los brotecitos tiernos que nacen de la nada aparente, de esas ramas resecas por las que uno no da ni un vinten al promediar el invierno. Pero lo cierto es que el cambio de las estaciones no siempre se da en el alma. Por eso, la tristeza es doble cuando es en primavera.

Laura se habia llevado el auto y la deuda, por supuesto. Tadeo viajaba en omnibus y rara vez en taxi, pero esa vez decidio caminar hasta la casa, algo que jamas hacia porque el bar estaba cerca del puerto y el ambiente se ponia pesado de noche. Pero ese martes estaba con ganas de correr el riesgo y queria refrescarse de la densidad de aquella reunion a la que no debio haber ido. Apenas el airecito fresco le dio de lleno en la cara, fue como si un circuito se activara, un cable cualquiera volviera a conectarse y se sintio, inesperadamente, bien.

“?Por que hoy?”, penso mientras enlentecia el paso como si necesitara de todo el tiempo disponible antes de llegar. Le repugnaba que Horacio tuviera el detalle de la fecha tan seguro y lo manejara con una frialdad casi insultante. La idea habia estado martillandole los sesos durante meses, la idea puntual de su suicidio, porque siempre, de un modo u otro, habia jugueteado con la muerte. Pero no era mas que una idea que espantaba con cualquier actividad, o con pastillas que le demolian la conciencia por unas horas y lo devolvian al mundo de los vivos mareado y distraido en cualquier banalidad. Sin embargo, esa madrugada, en algun momento del insomnio inacabable, mientras se derretia en las horas pastosas de unas agujas que giraban hacia atras, algo en su interior se habia partido. Cric. Asi lo sintio. Se partio como un huevo crudo y la muerte empezo a parecerle natural y cercana. Fue como si su vida entera se condensara en ese cric y cada instante viniera a confluir en el presente. No tuvo miedo. Lo que iba a hacer le parecia lo unico posible y punto.

La noche anterior habia ido a una fiesta. Un desproposito de fiesta de principio a fin, empezando porque era lunes. Pero la verdad era que Tadeo no tenia que madrugar al otro dia, ni al otro, ni al otro. Hacia tiempo que no madrugaba. Mas alla de las cabalgatas infernales a las que el insomnio lo sometia, no tenia obligaciones que lo hicieran levantar de la cama; y, muchas veces, tampoco ganas. Como tampoco tenia ganas de ir a la fiesta, pero termino bailando como un chaman poseido, diciendo estupideces a cuanta mujer se le cruzaba y haciendo el ridiculo. Fumo cualquier cosa, se desabotono la camisa, conto los chistes que no sabia contar y termino en el bano, abrazado a un desconocido que le enjuagaba la cara y se apoyaba en el para que la borrachera no los desplomara a los dos.

Regresaron al salon abrazados y discutieron con el mozo que no queria servirles mas alcohol. Habrian llegado a los golpes si la duena de casa no se hubiese acercado para invitarlos a compartir unos sillones blancos, un poco enanos, donde ella y unas amigas estaban recostadas a la luz de unos velones claros que proyectaban una sombra fantasmal sobre la piel. En el sillon de enfrente, su companero ocasional se habia entregado a dos castanas cuarentonas. Tadeo se dejo tocar, lamer, sintio su mano guiada hacia el abismo de un escote y oyo sus risas y como se alentaban unas a otras mientras una excitacion creciente lo iba ganando. Unos dedos salidos de la nada completaron el trabajo casi con dulzura; eyaculo en los pantalones como el alivio de una larga nausea.

Volvio a la casa cerca de las tres, sobrio a fuerza de tanto chicotazo de agua fria y de un cafe repugnante que alguien lo obligo a tomar. Se desnudo, pateo lejos los zapatos y sintio un ligero placer de andar descalzo, pero no tuvo fuerzas para mas y se aplasto en la cama con los primeros aguijonazos de la sensatez clavandose en las sienes. No estaba seguro de lo que habia hecho en la fiesta, pero tenia la conciencia velada de algun papelon y empezo a repasar las caras, con terror de que hubiera algun conocido de Cesar que pudiera retocar la sostenida verguenza que su hijo sentia por el. Y desde ese entonces, no hizo mas que entreverarse en el revoltijo de sabanas sudadas, girar a un lado y al otro con el desasosiego del tic tac del reloj que latia desde la mesa de luz, y una sed descomunal en la garganta como una tormenta de arena.

Estaba aturdido; el cuarto era un remolino en torno a su cabeza y el piso se movia hacia abajo cada vez que intentaba incorporarse y sacar los pies de la cama. Hubiera dado el alma por un vaso con agua. “Laura”, deliro y cayo en la espantosa cuenta de su soledad. “Laura, Laura, Laura, Laura, Laura”, gemia como un nino. Laura era

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